Internautas de todo el mundo reciben espantosos correos-electrónicos que anuncian ataques terroristas a las zonas donde viven, aunque sean localidades mínimas.
Llegan especialmente antes de las Navidades, y los receptores los rebotan a todos sus conocidos para transmitirles la alarma, cada uno de éstos a otros conocidos, y así sucesivamente. Como las cadenas con rezos y secretos para hacerse millonario, estos anuncios alcanzan en pocas horas a millones de personas en todos los países.
En líneas generales, el correo-e cuenta que alguien, un hombre o una mujer, necesitaba una pequeña cantidad de dinero en un lugar público (hipermercado, aeropuerto, estación de ferrocarril o incluso una tienda aldeana), y que una persona tuvo la generosidad de dárselo sin pedirle nada a cambio.
En agradecimiento, el receptor del favor le dijo con gran misterio: “No vuelva usted aquí porque puede ocurrirle algo malo”.
La buena persona, que tiene amigos policías, les cuenta la anécdota y uno, especialmente perspicaz, le muestra fotografías de terroristas: “¡¡Oh!!... Es él, un terrorista asesino!!”, dice con susto la buena persona al ver los retratos del más cruel. E inmediatamente avisa a sus amistades con correos-e para que no vayan a aquel lugar donde le hizo el favor al asesino. Así comienza la cadena.
En España, el agradecido es un etarra (imposible) que ataca hipermercados y en EEUU o Inglaterra, un compinche de Ben Laden. En Redrigüelilla, una aldea cacereña, es un malvado local quien destripará a los clientes del ultramarinos de doña Martina.
Para evitar la alarma social las policías de todo el mundo no desmienten estas e-bromas, que se producen desde hace unos tres años.
Silencio que obliga a quienes recibimos estos mensajes a rebotar la verdad, como hago yo ahora. Siga usted la cadena.
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