Revista Cultura y Ocio

Terrorífico – @_vybra

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Nunca en la vida había sentido tanto miedo.

Jamás me había sentido tan asustada ni tan perdida como en ese mismo instante en que él se volvió frío como el hielo. Golpes de vida que son como un jarro de agua helada en una fría noche de invierno.
Él había estado siempre ahí, sacándome una sonrisa en cualquier momento con sus locuras y sus detalles. Esos que tiene cuando ni siquiera se da cuenta y que iluminan una parte de mi alma con su luz y con su fuerza.

Es curioso, pero me da las gracias a menudo, cuando soy yo quien ha de dárselas por hacerme comprender el valor de tantas pequeñas cosas. El valor de esas palabras en el momento adecuado que calman mis ansias de destrozar el mundo, empezando por mí misma. O el de una carcajada cuando parece que no hay motivos para reír. Tiene la capacidad de hacer que le eche de menos, aun teniéndolo a mi lado a cada instante. Su risa y su sonrisa son como un regalo. Su sonrisa es como esa luz de la luna que aparece en el cielo nocturno y te transmite, sin siquiera saber cómo ni por qué, seguridad. Y su risa es como esa canción que jamás te cansas de escuchar.

También consigue abrazarme, incluso cuando no siento realmente sus brazos rodeando mi pequeño cuerpo, pues sé que, pase lo que pase, siempre está ahí con ellos abiertos. Con su hombro esperando soportar el peso de mi cabeza y mis pensamientos, y siempre dispuesto a soportar todas y cada una de las lágrimas que recorran mis mejillas y se precipiten, danzando descontroladas, por este rostro lleno de heridas ocultas por el tiempo.

Es el momento perfecto. Es la gota de lluvia en medio del desierto. Ese puerto al que llegas, cuando piensas que ya solamente estabas yendo a la deriva. Es como un cinturón de seguridad en un accidente que quizá no te deje sin heridas, pero que hace que el impacto del golpe sea mucho menos grave.

Mitiga el dolor con su dulzura, con sus gestos, con su amabilidad y esa lealtad que solo él, en este maldito mundo de hipocresía y deshonestidad, tiene. Es como el viento, llega con suavidad y acaricia tu rostro y se lleva tus miedos.

Y hoy ha habido un instante en que sentía perderlo. Un instante terrorífico. Un instante en que temí buscar su hombro y no encontrar el hueco en sus clavículas para acomodar mi rostro. Un instante en que temí no volver a ver sus detalles, en que temí no saber dónde encontrarle. Hoy, por un maldito instante, he sentido el vacío en mi pecho.

Hoy he entendido que el oxígeno que llena mis pulmones y los latidos de mi corazón, pertenecen a otro cuerpo.

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