Desde la reciente sentencia que anuló la Doctrina Parot en Estrasburgo para Inés del Río, terrorista que mató a 24 personas, pero según muchos juristas no específicamente para decenas de otros asesinos y violadores, la Audiencia Nacional ha liberado hasta hoy con asombrosa prontitud a la propia Inés y a diez multiasesinos etarras más.
De seguir aplicándose la misma sentencia a otros presos, quedarán libres decenas de criminales, además de etarras, otros peligrosos multiasesinos y multivioladores.
Salidas a la calle que provocan la desesperación de las víctimas, familiares o heridos de los casi 900 asesinados por ETA, 300 de los cuales se desconoce quiénes fueron sus autores.
Y las víctimas se preguntan con creciente insistencia que cómo es posible que cada uno de sus muertos valga sólo un año de cárcel, como en el caso de Del Río.
No se ha hecho justicia. Se ha aplicado una interpretación legalista, que podría haber sido otra, según el dictamen de unos magistrados temporales --de los que muchos no son jueces--, dirigidos por uno español comprometido con la promesa de Rodríguez Zapatero a ETA de que acabaría con la Doctrina Parot.
La justicia ya ha hablado en Estrasburgo, y oponerse a ella “es pedir venganza”, denuncia el lehendakari Íñigo Urkullu, equilibrando como buen nacionalista vasco víctimas y asesinos.
No. Ninguna víctima de ETA ejerció venganza alguna. De haberlo hecho, muchos asesinos etarras habrían sido “ajusticiados” por familiares de víctimas.
No ha habido desquite pese a que la ley, instrumento de la justicia, ha favorecido la injusticia.
La justicia nació para evitar represalias, pero la ley no ha cumplido su función de ejercer la justicia, por lo que, ¡cuánta admiración merecen sus víctimas por no acudir al código primigenio de la venganza!
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