Al último comunicado de ETA pidiendo la mediación internacional para dejar de asesinar a cambio de acatar su independentismo sólo le falta música para lograr que lo canten las tonadilleras.
Imagine usted el comunicado como si fuera “Háblame del mar marinero”: “ETA ha hecho zarpar/ de nuevo el barco/ de la oportunidad/ para la resolución democrática/ del conflicto/.
Tras esos versos libres, llega: “ETA ha tomado/ la primera decisión/ sin echar el ancla,/ con disposición/ de navegar en aguas/ más profundas”.
Terrorismo poético dirigido al Parlamento Europeo para que el abogado Brian Currin, ayudante de Nelson Mandela, medie con premios Nobel de la Paz en el conflicto que ETA dice tener con España y Francia.
Busca paralelismos con el apartheid surafricano, en el que una minoría blanca oprimía a la mayoría negra, cuando los etarras y sus protectores, activos y pasivos, son la minoría de asesinos blancos que cazaban y mataban a los mayoritarios negros. Aquí, los negros somos nosotros, que ponemos las víctimas del terrorismo.
No diremos aquella máxima de los enemigos de la lírica de “Al poeta y al pichón, perdigón”, porque sería refundar el siniestro GAL.
Basta con no tomarse ya en serio a estos mafiosos que exigen vivir de la extorsión y del asesinato y que, aún encima, nos componen ridículos poemas.
El mar inspira mucho, aunque el “Háblame del mar marinero” de Rafael Alberti sólo sirve para discutir si la versión de Manolo Escobar es mejor o peor que la de Isabel Pantoja, cuando hay críticos que piden prisión para todos ellos, incluyendo la del fallecido poeta, por gazmoñería.
Antes, los comunicados traían terribles amenazas, ahora cursis poemas: habría que gravarles la pena por sus crímenes contra la humanidad literaria con la cadena perpetua por el delito de sádica cursilería marinera.