Rubén Castillo
La guerra es muy antigua, es por eso que siempre será nueva
El Arte de la Guerra, Sun Tzu
En medio de todo el desastre que se trató de imponernos a través de la violencia y la destrucción de dos poderes, el moral (Ministerio Público) y el legislativo (Asamblea Nacional), fundamentales para el equilibrio y sostenimiento del Estado, las victorias obtenidas este 2017 nos dejan tanto el levantamiento de la moral del pueblo chavista como la desmoralización y desmovilización del antichavismo, desde sus líderes políticos hasta los ciudadanos usados como carne de cañón.
Sin caer en triunfalismos sorteamos una batalla más en medio de esta guerra que, por más que los dueños y sus tanques de pensamiento la quieran disfrazar con nombres rimbombantes como “guerra de cuarta generación”, en el fondo sigue siendo la misma guerra, la inmutable desde que Sun Tzu escribiera sobre ella. Hasta nuestros días sigue persiguiendo siempre el mismo fin: tomar el poder sin importar los medios y los recursos que se utilicen para ello.
Bacrim como instrumento en el marco de la guerra
La beligerancia, tal como la conocemos y la vivimos en estos últimos 18 años, no era natural de este país. Esta fase de la Guerra No Convencional (GNC) responde directamente al quiebre político que vive la oposición interna, las victorias alcanzadas desde las bases chavistas agudizan la necesidad de crear condiciones que justifiquen la “ayuda humanitaria” que les urge controlar, saben que esa cabeza de playa es la oxigenación que necesitan frente al juego político planteado desde el directorio revolucionario.
En ese contexto se activan recursos asimétricos como el sabotaje a los servicios básicos y de transporte, la activación nuevamente de las Bandas Criminales (Bacrim) y el montaje de falsos positivos, tal como el caso de los “niños migrantes”. Son reacciones ante la debacle de la coalición opositora, un modo de apuntalar la agenda de caos e intervención ante el proceso de diálogo impulsado por el Gobierno venezolano.
Las Bacrim les son necesarias, en ellas tienen la posibilidad de controlar territorios y mercado ilegal (tráfico de armas, drogas, personas, extorsión, entre otros), reservando así la mano de obra militar calificada representada en soldados o contingente militar y tercerizar mercancía mercenaria que sigue siendo más barata y extremadamente desechable. Así entran en la escena sujetos como El Picure, El Juvenal, El Lucifer y todo el Tren De Aragua, conformando “mini ejércitos” y trabajando de manera articulada con otros frentes.
Como dato relevante hay que mencionar la proliferación y vulgarización en medios de secuestros exprés, pues asoman la posibilidad de que sean articulados por estas Bacrim para obtener financiación expedita que les permita modular planes terroristas a futuro, todo esto enmarcado en la GNC y los elementos que la componen. Sumado a esto, el asalto de un comando de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) en San Antonio de los Altos, estado Miranda, la madrugada del pasado lunes. El mercenario Oscar Pérez se abroga el liderazgo de dicha acción así como, según sus propias declaraciones, el fallido asalto al fuerte Paramacay en agosto de este año. Estas Bacrim fueron repelidas de manera efectiva por el contingente militar que allí se encontraba. De estos hechos podemos rescatar los siguientes datos:
- Aún no cuentan con un contingente considerable de elementos criminales y paramilitares que les permitan de manera efectiva tomar control de instalaciones militares de alto calibre, ejemplo Paramacay, por ello vuelcan sus esfuerzos hacia objetivos más débiles y de fácil control por la cantidad mínima de efectivos que allí se encuentra.
- La mención del “pueblo de Israel” en el discurso de uno de sus integrantes refuerza la tesis ya abierta en julio de este año por la periodista Madelein García, respecto a la posibilidad de presencia sionista cooperando con estas bandas.
- La “colombianización” del acento de Oscar Pérez al momento de dirigirse a los rehenes, supone el trabajo articulado con elementos paramilitares colombianos, en cuanto a la formación militar de estas organizaciones.
- La necesidad desesperada de obtener recursos físicos y financieros a través del asalto a bases militares, secuestro y extorsión, debido a que las mismas sanciones externas dificultan el financiamiento desde afuera, no lo detienen, pero ahora no es tan expedito y fluctuante debido a estas sanciones.
Antes de la puesta en escena de los llamados pranes, el crimen en Venezuela estaba disperso. Se hablaba de malandros, azotes de barrio y jíbaros, pero no de organizaciones compuestas por delincuentes que buscaban controlar determinados territorios para un eventual derrocamiento del poder constituido. Estas organizaciones, que en su comportamiento son similares a estructuras como el Daesh en el Medio Oriente o la Mara Salvatrucha en Centro América, se convierten en un instrumento dentro de las aspiraciones antipolíticas propias del antichavismo, formando parte de la misma operación que pretende atacar los flancos más sensibles, de manera coordinada, que justifiquen una eventual “intervención humanitaria”.
Sabotaje de los servicios públicos y de transporte
Cuando se está en guerra, las casualidades no existen, es por ello que la reaparición de las Bacrim y el paramilitarismo en un contexto donde la ofensiva política la tiene el chavismo, debe ir acompañado de un hecho social masivo que genere relación alguna entre los hechos presentados. Tomemos en cuenta que del asalto al puesto de la GNB en San Antonio de los Altos, el sabotaje eléctrico que afectó a la Gran Caracas y otras ciudades, solo lo separan no más de seis horas, tiempo que da a los actores evaluar escenarios de guerra como: tiempo de respuesta de los organismos competentes en reestablecer la operatividad de los sistemas, tiempo para estudiar la movilidad y los planes de contingencia en materia de seguridad que se activan durante un apagón eléctrico, y el más importante: convertirlo en un elemento de distracción que permita desplazarse desapercibidamente con el armamento militar sustraído del cuartel.
Todos estos fundamentos enumerados forman parte de estrategias militares enmarcadas en escenarios de paramilitarismo irregular, y más en una ciudad como Caracas donde la movilidad depende en un 80% de un medio masivo como el Metro que se desactiva al dejar la ciudad sin energía. Fácilmente te puedes mimetizar con los cientos de miles de personas que ahora abarrotan las calles movilizándose a pie o en transporte superficial, que por las mismas situaciones de guerra hoy está disminuido.
Canal humanitario y falsos positivos
Manejar la psique de la opinión pública ante temas tan mediatizados como la “falta de comida y medicina”, “la pérdida de esperanza” y el país “sin futuro” también juegan un papel central en medio de este tipo de operaciones militares. Lo sucedido el pasado sábado 16 (24 horas antes del asalto al puesto de la GNB) en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía, no es más que un mero acto en la conformación de ese expediente por parte del antichavismo, necesario para impulsar el “canal humanitario” y así poder justificar una intervención internacional en nuestro país.
Creer que quienes planificaron esa operación no estaban al tanto de que no cumplían con los requisitos mínimos exigidos por las leyes migratorias venezolanas para la movilización fuera del país de esos niños, niñas y adolescentes, es lo mismo que subestimar las pretensiones imperiales sobre el pueblo chavista y la dirección del plan en una eventual pérdida del poder político.
La GNC como último recurso para ocupar el vacío dejado por la MUD
Desarticular la antipolítica puesta en escena fue una de las tareas en la que el chavismo obtuvo los resultados pautados. Eso sí, el costo fue bastante alto, porque toda vida perdida en ella es un duro golpe. El resultado de tal victoria deja abierto un vacío de representatividad, que desesperadamente según la intensificación de estas acciones nos muestra un 2018 con necesidad de ser ocupado. Que Oscar Pérez justo en este momento sea una cara visible para el mundo opositor, nos invita a pensar que de alguna forma transitoria, circunstancial o momentánea (eso lo dictará la dinámica) se intenta posicionar un liderazgo desde lo subversivo, debido a que la credibilidad política está atomizada, para muestra de ello los altos niveles de abstención del contingente opositor en los últimos dos procesos electorales.
Los secuestros, el asalto de fortines militares y el saboteo al servicio eléctrico, todo en un lapso de tiempo menor a las 24 horas, responden a eso: a la búsqueda de un financiamiento para actos terroristas, pero a su vez posicionar una especie de liderazgo que sostenga el vacío dejado por la derrota de la MUD. Le es imperativo mantener motivado a la base antichavista, no dejarla acéfala, huérfana de liderazgo, y en este justo momento el aparataje paramilitar es una de sus primeras opciones.
Cuentan con el componente mediático para hacerlos héroes, para hacerlos víctimas y luchadores de la libertad, necesitan crear desestabilización que transmita la imagen de caos, y levantar las banderas de un Estado fallido, como se han hecho en otras latitudes. Vender a Venezuela internacionalmente como un Estado sin ley, un Estado forajido, donde paramilitares asaltan instituciones militares, donde un gobierno no es capaz de garantizar ni siquiera la estabilidad de los servicios básicos: dentro de ese marco plantearía moverse el frente interno, y buscará ocupar el espacio dejado por la dirigencia opositora.
Nuevamente hechos relacionados a las Bacrim, al paramilitarismo y a los falsos positivos están presentes en el devenir de esta guerra que estamos librando. Por lo que asoma el plan seguirá siendo desde los sucesos que venimos comentando, pues pareciera no tener otra salida: sus fichas políticas internas se agotaron. Causa enorme preocupación las últimas encuestas que muestran a Nicolás Maduro fortalecido de cara a las elecciones presidenciales del año próximo, por lo que el tiempo corre y las formas de responder plantean ser cada vez más duras
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