TESCO es todo una institución con solera; es la cadena de supermercados más extendida del Reino Unido famosa por sus precios bajos y gran alcance territorial. Las malas lenguas rumorean que rozan el monopolio colonialista británico.
Casi todos los que tuvimos la oportunidad de vivir en el Reino Unido guardamos, a pesar de todo, buen recuerdo de este low-cost de los supermercados. Las baratas latas de baked beans nos salvaron de la inanición (una vez domesticado el paladar), y los packs de lager diluyeron el aburrimiento (una vez acostumbrado el hígado). “I’m going to the TESCO” signicaba “me voy a comprar”. Con esa frase, “Where is the toilet?” y “I like you” se cubrían las necesidades vitales… es cierto, aunque no lo cuente Richard Vaughan, el único ser humano que parpadea menos que Chuck Norris.
El letrero rojo de TESCO era una alegría para nosotros, la clase media tirando a miserable, que no compartían muchos británicos. Los más cool reprochaban que los productos TESCO no tuvieran la misma calidad y garantía “verde” que, por ejemplo, los de la posh Sainsbury’s. Quizá fuera cierto, pero la pela… perdón, la libra era la libra. Y calidad y ecología deben de ser compatibles con supervivencia básica. Los modestos queremos ser verdes sin hipotecar al gato (lo único disponible por hipotecar).
Después de numerosas críticas y campañas lanzadas contra TESCO, la “malvada” cadena actuó volviéndose más verde y transparente invirtiendo, desde 2007, 500 millones de libras en remozar su estructura. La campaña “TESCO Greener living” representa una revolución sostenible en todos los aspectos, aunque aún es susceptible de mejora. Según Terry Leahy, director general, “Buscamos activamente apoyar a las comunidades locales para comprar y vender nuestros productos de manera responsable, para cuidar el medio ambiente, para dar a los clientes opciones saludables, y crear buenos empleos y carreras en todo el mundo.”. TESCO, el terror del pequeño comercio, ahora es más local, dona grandes sumas a la beneficencia, construye nuevas tiendas con cero emisión de CO2 y expande la política “green” en todos los aspectos, cuidando el impacto de carbono desde la producción hasta la venta. (¡Quién te ha visto y quién te ve!).
¿Nos encontramos ante un caso de Green Washing? No estamos seguros, pero si el camino inicial del Green Washing sirve de prelavado para que ciertas empresas centrifuguen su cara hasta que reluzca ecológica, sin peros ni mácula, aceptamos “Green” como símbolo de compra y solicitamos la importación peninsular.
Propina cooliflowerense: Homenaje rocanrolero