Revista Coaching
Cuando hablamos de tesorería, en lenguaje coloquial, la mente siempre se nos va la gestión de la caja en el día a día. Y esto, ciertamente, es una de las responsabilidades más importantes del responsable de la tesorería en una empresa.
Sin embargo, la urgencia de la inmediatez nos lleva muchas veces, y sobre todo en pequeñas empresas, a pecar de falta de previsión, o lo que es lo mismo, de la visión a largo plazo que también debe tenerse en la gestión de la tesorería.
Un responsable de tesorería (o financiero, ya que en una pyme suelen coincidir en la misma persona) debe tener siempre en cuenta tres horizontes de trabajo:
A muy corto plazo (entre un día y un mes), donde se gestionan diariamente las posiciones de las cuentas bancarias y sus movimientos.
A medio plazo, (un año) donde se llevan a cabo las labores de presupuestación anual y se fijan las necesidades de financiación de la empresa.
A largo plazo, (entre 3 y 5 años), donde el objetivo es evaluar los importes de la financiación y definir su composición.
En este artículo nos vamos a centrar en este último horizonte ya que, como decíamos arriba, es el más olvidado en la gestión de la empresa.
El plan de tesorería con un horizonte de varios años forma parte de las previsiones financieras derivadas del plan estratégico. Con este plan se busca anticipar los resultados financieros previstos a fin de valorar su coherencia y razonabilidad, pues la validez de la estrategia depende de su viabilidad financiera.
La elaboración del plan financiero a largo plazo, por tanto, debe basarse en el plan estratégico de la empresa. Si una empresa realizase de forma aislada un plan financiero a largo plazo, sin estar dentro del proceso de estrategia, no dejaría de ser una previsión basada en una extrapolación del pasado pero sin capacidad para fijar un nuevo escenario. Y es que esta previsión a largo plazo no consiste en proyectar el pasado al futuro, sino en generar nuevas actuaciones y anticipar lo que puede suceder como consecuencia de la ejecución de los planes fijados, con el fin de estar preparado ante cualquier cambio de las circunstancias. Aunque parezca paradójico, acertar no es lo más importante, ya que es muy difícil debido a la incertidumbre propia del futuro, sino que es estar preparado para saber qué hacer si no se acierta.
Para elaborar este plan financiero a largo plazo es necesario considerar el entorno previsto de la empresa y su situación actual, abarcando todas sus áreas de gestión. Es decir, que las proyecciones financieras no son responsabilidad exclusiva del departamento financiero ya que son las áreas operativas las que deben aportar mucha de la información necesaria (previsiones de ventas, necesidades de inversiones en maquinaria, costes de marketing, costes laborales, etc.). La responsabilidad del área financiera es reunir, cuantificar, depurar y consolidar toda esta información y preparar los Estados Financieros previstos por el plan en función de las estrategias financieras diseñadas.
Además de la agregación, preparación y análisis de las previsiones, el área financiera también tiene una serie de aportes de información al plan de financiación a largo plazo, como son la estimación de la financiación necesaria y su amortización, los gastos financieros y los saldos de tesorería.
El desglose del plan a largo plazo, en su formulación estratégica, debe realizarse por periodos anuales ya que plazos inferiores no incrementan la información lo suficiente como para compensar el esfuerzo que supone. Tampoco se detalla la cuenta de tesorería (movimientos, cuentas bancarias y de caja, saldos a fechas valor, etc.), y solo se indica el saldo que aparezca en el balance.
La manera de definir el saldo de tesorería no se basa en los cobros y pagos previstos (que se utiliza para previsiones a más corto plazo como puede ser el presupuesto anual), sino que su saldo y composición (el desglose entre la tesorería operativa y los excedentes) se obtiene como partida de ajuste del balance proyectado. La tesorería excedentaria de cada año se estima por la diferencia entre la inversión requerida por la actividad y la financiación disponible, pudiéndose fijar un mínimo de ese excedente.
Si las previsiones financieras no resultan satisfactorias, tanto por un exceso como por un defecto de fondos, se deben reconsiderar las acciones operativas seleccionadas para ajustarlas a un escenario financiero más adecuado. Esta es una de las ventajas del proceso de planificación a largo plazo y es que, como consecuencia del plan financiero, haya que cambiar acciones operativas previstas, lo que conllevará una variación en los ingresos, los gastos o las inversiones para considerar las limitaciones o las oportunidades planteadas por la liquidez, así como la necesidad de reforzar otros objetivos financieros, como son los de crecimiento, rentabilidad, endeudamiento o riesgo.
En consecuencia, el plan financiero a largo plazo, en lo referente a la gestión de tesorería, evalúa y fija los objetivos respecto a la relación entre:
La financiación a largo plazo y el inmovilizado.
El patrimonio neto y el pasivo (deuda financiera +exigible no financiero+ acreedores comerciales).
El patrimonio neto y la deuda financiera.
La deuda a largo plazo y la deuda a corto plazo para considerar su vencimiento medio.
Las divisas con que se financia.
Una vez definido el plan financiero a largo plazo, se contrapone a los criterios de rentabilidad, estructura financiera y riesgo financiero, y se deciden los instrumentos de financiación más convenientes.