Acababa de reaccionar luego de pasar varias horas sedada por la morfina que me inyectaron. Entre el ir y venir de la conciencia, escuché una conversación entre una doctora y la hija de una octogenaria cuyo cuerpo yacía entubado a tres pies de mi camilla.
La discusión giraba entre si dejaban morir o no a la mujer. Resulta que la señora le había firmado un documento a la doctora donde especificaba que si enfermaba, no quería que la entubaran u hospitalizaran. Ella quería morir de forma natural y sin intervención médica.
La hija estaba desolada porque la doctora puso en sus manos la decisión de continuar con el deseo de la paciente o de ofrecerle la ayuda médica necesaria para vivir varios días más.
Foto: Flickr|Alyssa L. Miller
No quise meterme, claro, pero tampoco podía ignorar lo que estaba pasando allí. En una que se fue la doctora, la hija de la moribunda me dijo con cara de estresada: "No puedo cuidarla. Mi esposo tiene alzheimer y estoy sola. Ella decidió lo que quería hacer y no voy a oponerme".
OMG! ¿Cómo una hija puede dejar morir a su madre? La miraba extrañada pero no opinaba. Estaba muy despierta en ese momento pero me hacía la que aún estaba medio sedada.
Resulta que la Señora llegó al hospital porque llevaba una semana sin comer. En el hogar para ancianos donde la tenían metida, sufrió varias caídas y no logró reponerse a ellas. El tiempo que estuve al lado de ella convulsionó varias veces, sufrió dos derrames, le curaron una úlcera gigantesca que tenía en la parte baja de la espalda y en un momento gritaron "Clave Verde". No quise preguntar qué significaba porque con el corre y corre de los médicos supuse que tenía que ser algo grave.
Estuve de 6 de la mañana a 5 de la tarde viviendo todo ese drama humano. Cuando llegó el escolta para subirme a la habitación que me habían separado en el hospital, solo alcancé decirle a la hija de la señora: "Mucha oración y que el Señor le de luz para que tome la decisión correcta con su mamá".
"Gracias mija", respondió.
No paro de preguntarme cuál habrá sido la suerte de la señora y de su hija. ¿Qué habrá decidido? ¿Todavía estarán luchando por su vida o la dejaron morir?
Una terrible decisión que ningún hijo quisiera tomar. Amo mi madre y aunque su deseo sea el de la señora, créeme, nunca le dejaré morir. Solo Dios dirá hasta cuándo estará con nosotros.
Y tú, ¿qué hubieras hecho? Uff!
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