Revista Cine

Texto 69: Jean Renoir y la cisterna del retrete.

Publicado el 07 febrero 2013 por Loquecoppolaquiera @coppolablogcine
Probablemente me hubiera ido mal si hubiera debutado en el sonoro con una obra de cierta importancia. Era la época de los ruidos falsos; el atrezzo y los decorados estaban preparados para el sonido con una ingenuidad increíble. Estas cosas me irritaban. Para expresar mi disgusto, decidí grabar el sonido de la cisterna de un retrete. Fue una especie de revolución que hizo más por mi reputación que el rodaje de una docena de escenas conseguidas. Las personalidades artísticas y científicas más considerables de las grandes sociedades sonoras declararon que eran una audaz innovación. Después de semejante golpe de maestría no podían rechazar lo que reclamaba desde hacía un año.Jean Renoir
Es curioso que a veces los detalles más estrambóticos, los más estrafalarios y los más nimios y banales son interpretados como golpes de maestría cuando el mismo director se sorprende del hallazgo. A veces uno tiene la impresión de que los hermeneutas pueden sacar ríos de petróleo de una botella medio vacía.  Un cuadro de color azul como esos monocromos que pintaba Ives Klein tienen un valor incalculable. Un cuadrado negro como esos que pintaba Kasimir Malevich está expuesto en la galería estatal Tetriakov de Moscú. Y el Verde sobre Morado de Mark Rothko sigue colgado en el museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. La interpretación de una misma norma jurídica para unas mismas circunstancias puede acarrear la libre absolución, o según el juez, una condena de 3 años de pena privativa de libertad. Que algo sea bello o no lo sea depende del ojo del que mira. El subjetivismo se halla al orden del día. La objetividad ha muerto. Y los artistas se empeñan en vulnerar los límites que definen el arte, en ampliarlos, en buscar en el fondo su propia identidad dentro de ese totum revolutum de sentimientos, pulsiones, complejos, aspiraciones y vanidades que nos asola a unos y otros. El sonido de una cisterna puede ser un golpe de maestría tanto como el llanto de un niño, o la honestidad de un político.
ANTONIO MARTÍN DE LAS MULAS

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