Revista Cine

Texto 79: François Truffaut contra Alfred Hitchcock

Publicado el 25 febrero 2013 por Loquecoppolaquiera @coppolablogcine
Podemos imaginar a Orson Welles resolviendo algunas escenas de Vértigo mejor que Hitchcock, la persecución por las calles, la entrada al museo, la visita al cementerio. Por el contrario, Orson Welles no habría podido hacer una película homogénea y controlada al ciento por ciento como La ventana indiscreta, en la que el sistema del storyboard triunfa. Cuando Hitchcock se equivoca en la preparación, por miedo a lo imprevisto, llega hasta el fondo de su error durante el rodaje (de lo que deriva a veces el lado teórico y desmesurado de algunas escenas), mientras que Welles, que funciona por impulsos y posee una intuición parecida a la del inspector Quinlan, encuentra su inspiración en el rodaje. 
François Truffaut
A veces la inteligencia, la memoria o la disciplina; a veces incluso el simple buen hacer que inspira la experiencia, no son suficiente para sacar lo mejor de una película. La ignorancia supina conviene a nuestra condición, y el campo de lo que no sabemos es inmensamente más basto que el metro cuadrado del que nos vanagloriamos. Se requiere intuición para hablar con las sombras de la sabiduría. La intuición es el ángel que asiste sólo aquellos que se hallan tocados por el misterioso don de la sensibilidad. Y Hitchcock no supo distinguir los dedos de los ángeles tocándole en los hombros, ni la voz de la noche susurrando en sus oídos. Pero por otro lado su talento es innegable, su habilidad para manejar los entresijos de la trama, para decir con los silencios, redoblan sus merecidas gracias. Su feroz autoridad con los actores, su pericia en la gestión de los dislates con los momentos cumbres, urdieron el suspense de sus filmes como un demiurgo forja las atmósferas de nuestros días de lluvia. Puede ser que el suspense no requiera de una especial capacidad para la captación de los instantes íntimos. Al fin y al cabo el género no traspasa los altos muros de la cuestión humana, ni convoca en el mundo las verdades terribles de la vida. Cada género tiene sus esencias, sus maneras, sus pulsiones naturales y el suspense en concreto  no necesita de una sensibilidad profunda para entrar en el alma. El suspense no pide besar bien, ni mirar a los ojos, ni pide al corazón su verdadera voz. El suspense es suspense y como tal se contenta con llevarnos al borde del barranco y dejarnos ahí, abandonados, durante 2 eternos minutos.
ANTONIO MARTÍN DE LAS MULAS 

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