Revista Cine

Texto 80: François Truffaut contra Jean Luc Godard

Publicado el 26 febrero 2013 por Loquecoppolaquiera @coppolablogcine
Usted es muy libre de considerar que yo estoy integrado, pero, en lo que respecta al lado asocial de Godard, soy bastante escéptico. Cuando un cineasta solicita un adelanto de distribución tiene que enviar su «dossier», cuando se le invita a un festival presenta su película al comité de selección, y Godard coge el teléfono, cena con el presidente de esto, el director de lo otro, su vida social está perfectamente organizada incluso si, en las entrevistas, interpreta el papel del mártir solitario y se las arregla para utilizar la imagen prestigiosa del marginado. 
Jean Luc ha estado siempre muy preocupado por el qué dirán. Cuando me fui a Inglaterra para rodar Farenheit 451, ya me decía: «No te entiendo. Si estuviera en tu lugar, reuniría a la prensa para decir: Hay que ver, Francia no me permite rodar esta película en mi país, me obligan a irme al extranjero, etc.» Eso es típico de su forma de pensar. En los días de la guerra de Argelia, la única petición verdaderamente eficaz fue el Manifiesto de los 121, que animaba a los soldados a desertar o a no obedecer las órdenes. Ese texto provocó un verdadero escándalo y contribuyó a precipitar la independencia de Argelia. El simplemente se negó a firmarlo. 
La mala fe no tiene nada que ver con esto y no pierdo de vista ni por un instante el hecho de que Godard ha realizado algunas de las mejores películas francesas de después de 1959, pero, como a él le gusta tanto denunciar a sus contemporáneos, compararse favorablemente a ellos, darles lecciones y humillarles, creo poder decir a los que él eventualmente intimida o aterroriza que no deberían tomarle demasiado en serio. Nadie puede dar lecciones a nadie. Dejemos la política y volvamos al cine. 
François Truffaut
La animadversión entre Truffaut y Godard está servida. Ambos llevan los cuchillos clavados en la espalda. No se soportan, se envidian y se agreden dentro de la dinámica de una absurda competencia por ser el mejor. Como en tantos otros casos el narcisismo constituye el sustrato psicológico de estas conductas infantiles e indóciles. El mundo del cine está tan podrido como inminente es la inversión de los valores humanos. Ambos elementos mantienen una relación de proporcionalidad directa. La podredumbre emerge en nuestras miradas de reojo. Porque en efecto, que el dinero lo mueva todo es algo consabido, pero que mueva también las cosas más sutiles de nuestra estructura sentimental o que construya la manera que tenemos de interpretar el mundo es una ley inderogable. Las cosas están encadenadas. Una lleva a la otra. Y en todo ese infinito encadenamiento de causas y efectos hay un fin ordenador que se cifra en el ansia de tener, de ostentar, y de poseer. Cuanto más indagamos las causas de la mala educación más cercanos estamos de comprender el problema que nos atenaza a todos. Yo nunca olvidaré la anécdota de Wittgenstein, que renunció a la inmensa fortuna de sus padres.
ANTONIO MARTÍN DE LAS MULAS

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