Sorprende la celeridad con la que el tribunal ha redactado y publicado la sentencia sobre el terrible caso de asesinato del niño Gabriel Cruz, cometido por Ana Julia Quezada, la pareja del padre del niño asesinado.
Un caso que desde el primer momento de la desaparición del niño se convirtió seguramente en uno de los más mediáticos de los últimos años. Los medios de comunicación y las redes sociales publicaron a diario y hasta la saciedad, durante los días que el niño estuvo desaparecido, la detención de Ana Julia al ser descubierto el cadáver, la instrucción del caso, y el posterior juicio que quedó visto para sentencia hace unos días. Y como siempre, hubo algunos medios que se dedicaron a informar, y una contundente mayoría a practicar el sensacionalismo más comercial posible.
Hay quien ha comentado en ciertos medios que la celeridad con la que se ha emitido la sentencia es debida precisamente al alcance mediático del caso, aunque yo soy partidario de quienes opinan que si la sentencia se ha presentado en tan pocos días, ha sido porque los hechos a juzgar y la culpabilidad de la acusada no admitían dudas en absoluto, por lo que se ha dado unanimidad tanto entre los miembros del jurado como entre los del tribunal.
Como era de esperar, la sentencia, aunque no firme, es condenatoria. La pena consiste en prisión permanente revisable. EN casos como este, donde el crimen cometido es imposible de reparar, la palabra “revisable” me ofende profundamente. A pesar del imperante pensamiento progre que gobierna España, desde la derecha del PP hasta la extrema izquierda, mi parecer no ha cambiado un ápice en los últimos 30 años. Soy partidario de aplicar la cadena perpetua sin posibilidad de remisión de condena para ciertos casos, y para otros, la pena de muerte. En esta sociedad cobarde e hipócrita en la que vivo, pensar así me califica automáticamente como “fascista”. Tanto me da. Parafraseando a Marco Tulio Cicerón, mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo.
Para más adelante quedaría un posible debate que yo mantendría con ciertos elementos de la izquierda preferentemente y en general con cualquiera, respecto a derogar esa “prisión permanente revisable” que a la corriente progre tanto disgusta porque dicha corriente siempre está más dispuesta a proteger al criminal como víctima y a relegar a la verdadera víctima a un papel secundario. El Padre de Gabriel es o fue de Podemos; un partido que se ha manifestado vehementemente en contra de imponer este tipo de penas a los criminales. Sin embargo, el padre de Gabriel ha mostrado satisfacción por la condena en semejantes términos contra la asesina de su hijo, muy comprensiblemente. ¿Si el niño asesinado no hubiera sido su hijo, habría aceptado de buen grado la sentencia, o pondría inconvenientes a la decisión del tribunal?
No es un debate para mantener ahora, pero sí considero que en algún momento sería necesario para desenmascarar (en esto, como en tantas cosas) la asquerosa hipocresía de tanto político y seguidor lanar cuando llega el momento de abordar cuestiones susceptibles de molestar a progres, apocados e indiferentes. Una variada fauna que hace mucho tiempo se extiende por España y que nunca produce algo de provecho.
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