Título original:
The Barefoot PrincessAño:2013Fecha de estreno:25 de Mayo de 2014Duración:54 minPaís:ItaliaDirector:Simona Cocozza, Samantha CitoReparto:Documental, KamelliaDistribuidora:Giallomare Film
Aulio Persio Flaco fue quien escribió la sentencia que he escogido para dar nombre a esta crítica: ne te quaesiveris extra. No busques fuera de ti mismo. En este caso, de ti misma. Kamellia, bailarina de origen coreano y japonés, ha pasado cuarenta años de su vida sobre los escenarios, alzándose como una de las más aclamadas bailarinas de danza del vientre. Su historia no es sencilla: de hecho, ninguna historia de superación lo es.
Samantha Cito y Simona Cocozza empezaron la intención de grabar un pequeño documental que finalmente se convirtió en la gran obra que tenemos ante nuestros ojos: The barefoot princess. La princesa descalza, la diosa que cuando se entrega al baile consigue liberarse de todo su pasado, de la infancia que la marcó para siempre, de los estigmas que tiempo atrás encarcelaron su feminidad. Cuando Kamellia entregaba sus caderas a la música, alcanzaba la verdadera libertad, la que no hubiera podido saborear de ninguna otra manera.
A la edad de sesenta años, cifra simbólica en la cultura japonesa que establece el momento de madurez plena de una mujer, decide volver al origen, a la tierra de su niñez: Corea. Quizá tan sólo se trate de refrescar sus recuerdos, de librarse de una vez por todas del lastre del desarraigo. Pero no podemos engañarnos: seguramente sea mucho más que eso. Un viaje espiritual a través del tiempo y la distancia, de la autobiografía del dolor y la liberación. The barefoot princess es una confesión, un testamento vital, un monólogo que Kamellia nos regala casi sin saberlo delante de la cámara certera de Cito y Cocozza, quienes no intervienen en absoluto en todo el documental, convirtiéndose en simples espectadoras, testigos pétreos de la humanización de la diosa Kamellia.
Si algo se echa de menos en la obra, es la falta de conexión mística entre las imágenes y la historia; entre contenido y continente. Aún así, esta objetividad y frialdad (que en ocasiones sacan al espectador de la narración) dan la sensación de que tenemos la milagrosa oportunidad de espiar a Kamellia mientras se sincera consigo misma en la más absoluta soledad. Sólo vemos lo que ella quiere dejar ver: ella se deja ser, no trata de justificarse. The barefoot princess no nos cuenta todo, no despeja todas las dudas de público. Pero esto ha de ser así: todos debemos mantener intacto nuestro misterio, nuestra razón de ser, alimentando el deseo de descubrirnos, pero siempre dejando nuevos interrogantes en el aire.
La princesa descalza, la Princesa de la danza oriental, la mujer que se encuentra a sí misma en la danza y da rienda suelta a su feminidad, se quita su armadura y enfrenta a sus demonios cuerpo a cuerpo: tal y como ella mejor sabe hacer.
7/10