Revista Música
PAISANOS LITURGICOS DE MEDIANOCHE
Mi primer acercamiento a The Beta Band fue a través del cine, Un invento sin futuro comercial, decía Lumiere allá por mil ochocientos noventa y pico. Lo cierto es que en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, en el clásico subsuelo de calle 7 de La Plata, proyectaban Alta fidelidad del director inglés Sthepen Frears y no pude dejar de asistir al evento. El protagonista del film, melómano irrecuperable y propietario de una tienda-boutique de música, promete vender en tiempo récord unos cuantos discos de la banda. Allí es donde escuché la pegadiza melodía de Dry the rain, primer tema del EP Champions versions de este cuarteto que mas tarde irrumpirá en la escena con un espíritu renovador.En el Planeta Beta conviven armoniosamente el señor analógico y la señora digital. No hay rivalidad entre las dos modalidades porque ninguna se propone superar a la otra. El trono es compartido aunque sea evidente la jerarquía de uno de los patronos. Los miembros del grupo no han ocultado su desagrado por bandas como Blur, Oasis, Manic Street Preachers y Stereophonics y hasta han declarado en alguna oportunidad estar hartos de la realidad en pro de una música, de algún modo, futurista. Aunque sin atreverse a tomarla por asalto, en sueños la vanguardia merodea cada una de sus propuestas englobadas con la definición de nueva psicodelia. Una discontinuidad espacio-temporal o una continuidad espacial virtual. Como quieran llamarlo. Este es uno de los distintivos de la banda. La exploración de diversas geografías nos sumerge en un ámbito en el que de lo conocido a lo desconocido hay apenas un sólo paso.
3D handicap
En l998 editan The tree Eps, una compilación de tres trabajos de corta duración, que logra alcanzar una organicidad impensada. Dry the rain podría remitir en una primera escucha a alguna canción de Beck, pero a medida que los fonogramas van circulando comenzamos a notar que aquí el pastel sonoro se elabora con ingredientes propios. Una especie de himno moderno escocés con una progresión envidiable. Ideal para tararear un sábado a la madrugada en algún barsucho de mala muerte.Monolith es el registro de un tour surrealista por las cloacas de un hotel africano. De corte safárico, podría ser pensado como un estudio metódico de los sueños. Después de escucharlo diría Breton: “Cabrá esperar que los misterios que dejen de serlo nos ofrezcan la visión de un gran misterio”. Dieciséis minutos cincuenta en los que se incluye también una versión musical libre del matadero de Esteban Echeverría. Matanza y resurrección de vacas profanas que no dan leche y que como si fuera poco, ladran.La gema sagrada de este ultimo EP quizás sea Dr. Baker. Aquí la voz en clave salmódica de Steve Mason nos transporta de inmediato a la antiguedad. El cantante podría ser tranquilamente Veda, el venerable, recitando en forma no tradicional su historia eclesiástica Gentis Anglorum. Un canto gregoriano disidente.
La silla-disco que se va correr para atrás cuando te caigas
En l999 sale a la venta The Beta Band, un primer álbum de estudio que ellos mismos se encargan de definir como lo peor de ese año. Caótico en su totalidad, se nos presenta como un paroxismo de la no linealidad. Un disco licencioso, caprichoso pero sin que estos términos le jueguen en contra. Aburrido tal vez no sea la palabra adecuada para referirse a este debut extraño. Y en ese caso, no estamos ante un grave problema, porque hasta el aburrimiento y el relajo tienen derecho a tener una banda de sonido. Sería demasiado idiota pretender que todos los discos nos alegraran la vida. La virtud parecería residir aquí en su defecto. En ese punto impreciso que es la duermevela, se instalan estos escoceses para pasar de un lado a otro sin pedir permiso, esquivando todos los peajes, con desvíos provocadores y con viajes oníricos inimitables. Si bien el primer rasgo identificable es el de su heterogeneidad, deberíamos pensar después de varias escuchas, que estamos ante una ilusión de fragmentación, porque finalmente puede ser percibido como una totalidad ubicada siempre un paso mas allá de lo audible. Quizás sea el disco más poético, el más intuitivo, el que más riesgos asume. The Beta Band Rap es un sanguche anunciado con rodajas de folk lactal y rockabilly en ambos lados. Una vuelta en calesita o una sesión de tiro al blanco en alguna kermés de barrio, un travelling por las calles del bronx y un baile alocado en algún tugurio de los años 50.It’s not too beatiful nos trae el plano aéreo de una ciudad en ruinas, con ambulancias que se manejan solas y que esquivan persistentes bombas de lava. Una sirena constipada crispa los nervios con su tartamudeo. Un dictamen borroso y destellos épicos que interactúan en esta ópera rock con especias wagnerianas.Las cuerdas vocales de Barry White se rebelan en Dance o’er the border. Que la cena no esté lista a tiempo puede generar reacciones y situaciones diversas. Aquí cada comensal es invitado a abandonar su plato vacío y a subir al escenario para emitir las sonoridades que más le plazcan. Las camareras agradecidas. Un respiro desacostumbrado.Una guitarreada como la de Brokenup... es una guitarreada. Dos o tres leños encendidos, una pila de arena y agua. Palmas enrojecidas o un tratado sobre la perseverancia. Llorar, reír y cantar al mismo tiempo puede generar una compulsión vocal como la de Smiling, muy graciosa por cierto. No quepa la menor duda de que este grupito de adolescentes ha decidido abandonar la escuela para transformarse en personajes-duendes de un video juego. Celebrar hasta que alguien ponga una ficha, parece ser en esta aventura, una decisión acertada. Una dispepsia de sábado puede llegar a ser la causante de una escapada a territorios a los que nunca antes hemos accedido. Levitar en medio de una atmósfera de extrañamiento es en The hard one, una posibilidad y un privilegio que el sueño nos suele ofrecer a diario. Se conjugan la pesadilla y el placer por lo desconocido, en una mirada que se prolonga aun después de la experiencia. Caminar por calles verticales, ser aclamado por un nuevo tipo de vegetación o presenciar un éxodo de cabras negras hacia el abismo es algo que debe ser capitalizado. Aquí el documento de todo ese desliz turístico.
Tercera bolilla en el aire
En The hot shots II (2001) los jinetes se han transformado en baqueanos. El tercer disco es, en cierto sentido, la expresión de un retorno a esas tierras que en principio resultaron enigmáticas y que ahora, siguen siéndolo, pero con un agregado: la soltura y madurez de los foráneos que las recorren.Si el disco anterior puede ser definido como un compendio sonoro de poesías, por primar la inspiración, la intuición, lo anárquico, asistimos aquí a la configuración de un libro musical de cuentos cortos, donde la lógica y el concepto parecen haber conquistado una parte del terreno. La integración de lo heterogéneo ya no se da un plano meramente abstracto, sino que responde a una idea de lo concreto, siempre en función de las leyes que rigen el pequeño universo de la banda.Recibir una invitación tan ocurrente como la de Squares, no es algo que suceda todos los días. El programa comprende un patinaje distendido por el sistema de anillos de Saturno, que muta para esta ocasión, en una pista con forma de cuadrilátero. Una vez erradicado el insomnio no resta mas que soñar, por eso, los habitantes del Valle Delta dan las bienvenida a los cuatro exploradores en Human being.Solemne soledad. La soledad que nos sugiere Gone es tan densa como inabarcable. Imaginemos el estado de oscuridad de alguien que ha sido expulsado de la vigilia para siempre. Una inevitable sensación de vacío y desasosiego para un desterrado, puesto a vagar día y noche por el desierto.
Magiclick
En agosto de 2004 y debido al “escaso éxito comercial”, Beta Band anuncia su separación no sin antes dejarnos el disco más elaborado y pensado de la banda. Heros to zeros (o4), neo-barroco y cautivante, es el punto cúlmine (apoteotico) de estos muchachos que supieron aportar durante 8 años, sugestivas dosis de oxígeno a una escena musical desgastada. Es imposible dejar de advertir el homenaje retro-futurista a U2 en Assessment y la amniótica-espacial Wonderful. En Rhododendron, en cambio, percibimos una especie de coctelera sagrada que nos introduce en una canción de cuna-mambo, acondicionada por un viejo sintetizador, que en otras circunstancias, Gary Numan, les podría haber facilitado. Por último destaco la japonesa y conmovedora Troubles, porque para este cuarto y último disco, debe ser el lector de esta nota el que se embarque en la comprometida aventura de descubrirlo, revelarlo por sí solo. Ah. Además recomiendo escuchar los dos trabajos de Lone Pigeon , el proyecto de Gordon Anderson (Ex miembo de la banda). Tanto Concubine Rice (02) como Schoozzzmmii (04) son discos de una extrañeza insondable que, al igual que Deserter’s songs de Mercury Rev (98) y The charm of the highway strip (93) de Magnetic Fields, nos sumergen en una paranoia lenta y silenciosa, solo para quienes se atrevan a escuchar lo inescuchable. The Aliens es un “acertijo resort” que pronto será revelado. Por el lado de Steve Mason, nos tropezamos con su nuevo emprendimiento solista, King Biscuit Time, que cuenta con un EP titulado No Style y un larga duración de reciente salida Black gold. Pero no desesperen porque volverán. Si. Algún día volverán los cuatro paisanos con su equino alado, y cuando esto suceda, cuando detonen los primeros acordes, las primeras melodías, en el mismísimo mainstream de la música se hará justicia. ¡Sequen la lluvia! ¡Oda en sueños a Beta Band!