Foto: Toby Ord
Iniciaron el recorrido por la casa del Sr. Melvin, pero nadie abrió la puerta. Así que decidieron ir a la casa de al lado. Después de visitar algunos domicilios, comenzó a llover por lo que tuvieron que regresar. Durante la noche los niños se repartieron los caramelos obtenidos, entre ellos habían conseguido unos ‘pixy stix’ -unas cañitas cerradas que en su interior contienen unos polvos, mezcla de sabor dulce y amargo- . El hijo de Ronald, Timothy, de 8 años de edad, tomó un ‘pixy stix’. Antes de irse a dormir le dijo a su padre que uno de los dulces que había ingerido tenía un sabor demasiado amargo. Poco después el niño vomitó y tuvo convulsiones. Su padre llamó a los servicios de emergencia pero no pudieron hacer nada por él, ya que moriría una hora después de la llegada al hospital. Al pequeño se le realizó la autopsia, en la que se encontró cianuro en su cuerpo en cantidades suficientes para matar a dos adultos. Timothy comió un caramelo envenenado.Durante la investigación, el padre de Timothy declaró que en casa del Sr. Melvin, un tipo muy extraño les abrió la puerta dándoles a los niños unos ‘pixy stix’. En realidad, el Sr. Melvin tenía coartada, y es que en ese momento se encontraba en el trabajo. Los agentes empezaron a sospechar de Ronald. Rápidamente recuperaron los otros ‘pixy stix’ que milagrosamente no habían tomado los otros niños, Elizabeth, de 5 años de edad, hermana del niño fallecido y los dos hijos de Jim Bates (uno de ellos incluso se durmió con la cañita en la mano, ya que no pudo abrirla). Los análisis de laboratorio de los ‘pixy stix’ restantes determinaron que también contenían cianuro. Además se encontraron restos de este veneno en diversos utensilios en casa de los O’Brien. Incluso un amigo de Ronald -químico de profesión- declaró ante la policía que éste le preguntó días antes dónde podía conseguir la citada sustancia.
El dato más estremecedor del caso fue cuando pocos días después del entierro de Timothy, un agente de seguros alertó a la policía de que en enero de 1974, Ronald había contratado un seguro de vida por valor de 10.000 dólares a nombre de sus hijos, Timothy y Elizabeth O’Brien. Semanas antes de la muerte del pequeño modificó la cuantía el valor de las pólizas en dos ocasiones, ascendiendo a un total de 60.000 dólares.
Al parecer, a Ronald O’Bryan se le habían acumulado muchas deudas, por lo que ideó el vil y macabro plan de contratar una póliza de seguros a nombre de sus hijos, acabar con su vida y cobrar así el dinero. Para ello mataría también a los hijos de su amigo y a otro niño al que también le dio un ‘pixy stix’, de esta forma (creía) las sospechas no recaerían sobre él.
El 5 de noviembre de 1974 fue detenido y el 3 de junio de 1975 sentenciado a muerte. Tras diversas peticiones de aplazamiento que fueron aceptadas, el condenado fue ejecutado mediante la inyección letal el 31 de marzo de 1984 en la prisión de Huntsville, Texas. Ronald O’Bryan siempre se declaró inocente. Durante la ejecución unos 300 manifestantes se congregaron frente al centro penitenciario gritando “trick or treat!” (¡truco o trato!).
Cabe señalar que después del envenenamiento de Timothy O’Bryan, se generó cierta psicosis en la sociedad estadounidense, naciendo de este hecho algunas leyendas. Una de ellas cuenta la existencia de ciertos individuos macabros que dan caramelos envenenados a los niños en la noche de Halloween. Otra sostiene que se los regalan en la puerta de los colegios. Realmente, hoy por hoy no hay ningún caso documentado. Hay quien dice también que la famosa frase “no aceptes caramelos de extraños” en la que advertimos a nuestros niños del peligro de ser intoxicados, también tiene su origen luego de cometerse este terrible crimen.