Revista Cultura y Ocio
Dos grandes autores se dan cita en la última película de Ari Folman, The Congress. Uno de ellos es el propio director, Folman, que hace cinco años se dio a conocer con esa pequeña gran joya que es Vals con Bashir, un film inteligente, profundo y muy hermoso. El otro es ese gran escritor polaco de ciencia-ficción que fue adaptado hace ya cuarenta años por Andrei Tarkovsky,: Stanislaw Lem. El director israelí adapta al escritor en su última película; tras cinco años de espera las expectativas habían ido creciendo, y el resultado ha sido bastante decepcionante.
Robin Wright interpreta a Robin Wright, una actriz venida a menos a la que le ofrecen dejar la interpretación para siempre con un sueldo fijo a cambio de que preste su cuerpo para ser escaneado y posteriormente animado, creando películas con su imagen sin que ella actúe realmente. Veinte años después Robin asiste a un Congreso de futurología (título del libro de Lem), pero al cruzar un paso a nivel pasará del mundo real a otro onírico y surrealista en el que la imagen real se transforma en animación que recuerda a la de Osamu Tezuka, Walt Disney e incluso, en momentos puntuales, Hayao Miyazaki.
The Congress guarda relaciones con su predecesora: el paso de la animación a la acción real o viceversa y el tratamiento de los sueños y el surrealismo. Pero mientras que las incursiones oníricas (y los engaños de la memoria) están inteligentemente tratados en Bashir, en la obra que nos ocupa Folman parece perder todo su ingenio cegado por un presupuesto y mayor libertad que anteriormente. La crítica al nuevo cine digital (léase Avatar) y a la falta de moral de los estudios de Hollywood está clara, además de la reflexión acerca de la fugacidad de la vida y la pervivencia a través del tiempo; pero su discurso es insoportablemente repetitivo y tedioso. Su primer bloque de imagen real es excesivamente largo e insulso, y cuando por fin entra en acción la animación surrealista no podemos quitarnos de la cabeza que todo cuanto vemos es una serie de locuras vacías. The Congress está lleno de referencias pictóricas, cinematográficas, musicales... esto podría estar bien, pero nada tiene sentido en el film, nada subyace bajo todo esto, no existe ningún subtexto y el resultado final es un torpe intento de mostrar un universo onírico en el que la imaginación de su creador no está a la altura de sus necesidades.
Sin pretender tanto, Vals con Bashir consigue muchísimo más que The Congress, mientras que esta termina pecando de arrogancia. Ari Folman demostró una inteligencia y originalidad fascinantes en su obra de 2008, podría haberse lucido con este último proyecto, que sin lugar a dudas tenía una excelente pinta a priori, pero por desgracia todo ha quedado en agua de borrajas.
Recientemente Cameo ha editado en DVD esta interesante aunque algo decepcionante cinta de Folman. Buena calidad de imagen y sonido pero casi ningún extra, tan solo el cortometraje Hogar, hogar, que si bien es muy inteligente que los cortos tengan mayor difusión gracias a acompañar largometrajes, este no encaja demasiado con The Congress.