Una joven sirvienta muda (Yvonne Romain) tras ser violada, da a luz una criatura aparentemente normal. Pero conforme el niño crece comienza a dar señales de extraños comportamientos, los más notables sus incontrolables reacciones en las noches de luna llena, que avisan de una terrorífica metamorfosis.
A principios de los sesenta, la Hammer se estaba preparando para realizar un film sobre la inquisición española cuyos títulos tentativos eran “The Rape of Sabena” y “The Inquisitor”. John Gilling había sido asignado para dirigir el proyecto, Peter R. Newman para escribir el guión, y el actor Kieron Moore para interpretar el papel principal. Con todo esto en mente, Bernard Robinson comenzó a construir nuevos decorados tras los estudios Bray, entre los que se destacaban algunos de los edificios que formaban el pequeño pueblo donde se desarrollaba la historia. Sin embargo, todo este trabajo terminaría yéndose al garete cuando los representantes de la iglesia católica británica, The Catholic Legion of Decency, amenazaron con utilizar sus influencias si el proyecto seguía adelante. Para evitar cualquier tipo de problemas que pudieran significarle publicidad negativa al estudio, los productores de la Hammer decidieron cancelar el rodaje para darle paso a la adaptación de la novela de Guy Endore “The Werewolf of Paris”, la cual permitía la utilización de los escenarios construidos por Robinson.
Las 100.000 libras de presupuesto con las que contaba el proyecto se redujeron de manera considerable una vez que Anthony Hinds logró comprar los derechos de la obra de Endore. Al no tener dinero para contratar a un guionista, el mismo Hinds se lanzó a la tarea de escribir la adaptación utilizando el seudónimo de John Elder. Hinds solo tomaría algunos de los elementos de la novela original, razón por la cual gran parte del mérito de la historia le suele ser acreditado a él. Doscientos años atrás, en un pueblo de España, un mendigo (Richard Wordsworth) es arrojado a un calabozo tras ser humillado por el Marqués Siniestro (Anthony Dawson). Ahí pasará el resto de sus días convirtiéndose gradualmente en una suerte de bestia, siendo atendido únicamente por la hija muda del carcelero. Una vez que esta crece y se convierte en una mujer hermosa, el Marqués intentan convertirla en su nueva amante. Sin embargo, cuando la muchacha se niega, esta es arrojada a la misma celda en la que reside el mendigo, quien eventualmente termina violándola. Una vez que logra escapar del castillo del Marqués, la joven es acogida por Don Alfredo Corledo (Clifford Evans), quien junto a su sirvienta Teresa (Hira Talfrey) se encargaran de criar a León (Oliver Reed), el fruto de la violación de la que fue víctima la joven.
Uno de los giros que presenta la historia y que convierten a “The Curse of the Werewolf” en una cinta sumamente interesante dentro de la filmografía ligada a los licántropos, es el hecho que desde el principio se trata el mito de la licantropía en un escenario fuertemente influenciado por el cristianismo. No sólo León nace supuestamente a la misma hora en la que nació Jesucristo (lo que para Teresa ya es un mal presagio), sino que además al momento de su bautizo suceden una serie de fenómenos que hacen pensar que estamos ante la presencia del mismísimo anticristo (de hecho, incluso por un momento se refleja en la pileta bautismal la imagen de una suerte de demonio). Desde el momento en el que el pequeño nos es presentado, Fisher nos aclara que el trágico destino de León no se debe a una mordida sino a un defecto de nacimiento, que ha permitido que un espíritu demoniaco invada su cuerpo. El monstruo que habita en su interior se hace más fuerte durante las noches de luna llena, pero lo que es aún más importante, también es fortalecido por cualquier cosa que debilite el alma humana (como por ejemplo la lujuria o la ira), mientras que por otro lado es mantenido raya por emociones tales como el amor y la felicidad.
Esta escisión entre el bien y el mal, entre el sexo y el amor, es el núcleo de un film que se presenta como un oscuro cuento de hadas. Más allá de las escenas que muestran violencia explícita, resulta sorprendentemente perturbadora la escena donde el pequeño León describe el suceso que desencadenó su sed de sangre (él inocentemente describe como intentó devolverle la vida a una ardilla muerta, impulsado únicamente por el placer que le otorgó el dulce sabor de la sangre del animal). Debido a que el film relata los acontecimientos previos al nacimiento de León, pasando por su infancia para luego llegar a su adultez, este presenta un ritmo narrativo más bien pausado, aunque Fisher evita que la historia se torne tediosa. La primera mitad de la cinta describe desde la llegada del mendigo al castillo del Marqués hasta el momento en el cual Don Alfredo Corledo acoge en su casa a la malherida madre de León, quien en ese entonces solo tiene unos meses de embarazo. La segunda mitad abarca el periodo desde que León comienza a experimentar sus primeras transformaciones hasta que este ya no puede controlar al monstruo que vive en su interior. Por este mismo motivo, la primera víctima del hombre lobo recién viene a aparecer a la hora de metraje, mientras que el licántropo sólo es exhibido en su totalidad durante los últimos diez minutos del film.
El hecho de que la apariencia del hombre lobo se mantenga en suspenso hasta el último tramo de la historia si bien responde más a una razón presupuestaria que a otra cosa, de todas formas ayuda a mantener un cierto suspenso con respecto al aspecto de la bestia (dicho sea de paso, el maquillaje creado por Roy Ashton es bastante mejor de lo que uno podría haber esperado). En el ámbito de las actuaciones nos encontramos con todo tipo de registros. Mientras que Yvonne Romain y Catherine Feller (quien interpreta al interés amoroso de León) realizan un trabajo que bordea en lo mediocre, Anthony Dawson y Clifford Evans realizan una estupenda labor como el Marqués Siniestro y Don Alfredo Corledo respectivamente. Oliver Reed si bien interpreta de buena a León logrando que su personaje genere simpatía en el espectador, por momentos tiende a la sobreactuación. Pese a esto, logra proyectar con éxito la naturaleza salvaje de su personaje, el cual al mismo tiempo es un hombre sumamente vulnerable. Como suele suceder en las producciones de la Hammer, esta cinta presenta un estupendo trabajo de fotografía de Arthur Grant, una atmosférica banda sonora del compositor Benjamin Frankel, y un maravilloso diseño de producción cortesía de Bernard Robinson.
En gran medida, “The Curse of the Werewolf” es un ensayo acerca de la naturaleza animal del hombre. El Marqués, quien es el verdadero villano de esta historia, demuestra abiertamente el placer que siente humillando a quienes lo rodean; al encerrar al mendigo, y posteriormente a la sirvienta muda, es él quien pone en movimiento la serie de acontecimientos que eventualmente terminarán destruyendo a León y a quienes lo rodean. En distintos grados, muchos de los personajes sucumben ante alguna forma de bestialidad; el mendigo encerrado por el Marqués se convierte en un animal que termina violando a la única persona que se preocupó por él durante los años que estuvo preso; la muchacha a su vez, quien tras sufrir el abuso por parte del mendigo no está dispuesta a pasar por algo similar por lo que descarga su ira con el Marqués; y finalmente León, a quien le resulta imposible luchar con la bestia en su interior. El final algo abrupto y trágico, pareciera tener como mensaje que siempre será gente inocente la que sufra por el mal infligido por hombres de negro corazón. Una vez finalizado el film, los créditos iniciales que muestran un close-up de los ojos llorosos del hombre lobo cobran sentido y le otorgan una fuerza especial a un relato que a mi gusto califica para ser considerado como una de las mejores películas de licántropos de la historia. “The Curse of the Werewolf” es una cinta entretenida que presenta una excelente historia y un gran nivel técnico, la cual si bien no es extremadamente aterradora, si produce un gran impacto a nivel emocional.
por Fantomas.