Atención, talento a la vista. J. Blakeson, guionista de The descent 2, quería realizar su primer largometraje. Frente a las dificultades que encuentra todo realizador novel, opta por rodar una película de bajo presupuesto, en 4 semanas y con pocos actores. El tema será un secuestro. Este género de películas tienen habitualmente una estructura bastante similar: se presenta a la víctima, se planea y realiza el secuestro, se analiza las relación que se establece con los secuestradores, se negocia un rescate y, al final, aparece, con mayor o menor éxito, la policía para resolver el asunto.
J. Blakeson ha decidido jugar con el esquema narrativo y los nervios de los espectadores, al romper con y cada una de las reglas que impone el género, con un resultado hipnótico. Los primeros 10 minutos del film son una descarga de alta voltaje. La película comienza con el secuestro de la víctima, de una violencia y severidad poco frecuentes en la gran pantalla, sin que se sepa absolutamente nada de ella. Es un comienzo prácticamente mudo y más próximo a una película de terror que a un thriller. A partir de ese momento nada ocurre como se espera ni nadie se comporta como se supone.
Los tres protagonistas bordan sus interpretaciones. Gemma Arterton, excelente actriz, que últimamente está en casi todos los estrenos (Tamara Drewe, El Príncipe de Persia… y próximamente en Waiting for Robert Capa de Michael Mann y en Men in Black 3) se pasa mitad de la película encapuchada y esposada y, aún así, logra transmitir todo el terror y la angustia de una situación al límite de lo soportable.
Eddie Marsan (el villano de Sherlock Holmes), reconocida su habilidad para brillar en todos los papeles de malo, es el jefe de la banda, sicópata, ansioso y desconfiado hasta la médula. Y Martin Compston que, desdeFelices deiciséis de Ken Loach ya ha demostrado ser un excelente actor, compone un cómplice del secuestro, entre tierno y perverso, que no duda en mostrar todos y cada uno de sus talentos.
El director ha elegido, para rodar la película, una cámara numérica RED que da a la imagen un toque de película de los años 70, fría y distante, que le va de maravilla a la historia. Entre las múltiples sorpresas del guión, un ritmo sostenido en crescendo y una vitaminada interpretación del trío de protagonistas, J. Blakeson ha conseguido una pequeña joya del cine independiente y un thriller que deja sin aliento.