¿Cuántas veces hemos visto en el cine a un personaje que quiere tomarse la justicia por su mano? ¿Y cuántas de esas veces la mafia es aplastada por el héroe de turno? Pues bien, esta semana llega a la cartelera española la enésima producción que responde a esas dos preguntas.
McCall es una persona con un trastorno obsesivo compulsivo que, al ver el modo en el que un delincuente se comporta con una prostituta, se dedica a proteger y ayudar a toda persona que le necesita.
El encargado de que este proyecto haya podido llevarse a cabo ha sido Antoine Fuqua. Se trata de un cineasta que, sin ser maravilloso, nunca defrauda y todas sus películas puntúan entre el seis y el siete. Este realizador es el autor de Shooter, el tirador, Objetivo: La Casa Blanca, Los amos de Brooklyn o Lágrimas del sol, una intrigante cinta bélica, donde se resalta la labor de los misioneros en África de un modo especial.
The equalizer es un homenaje, con aroma de los setenta, a la serie de televisión de los ochenta de la CBS, llamada El justiciero. El cineasta estaba contento con el argumento porque considera que estamos ante una historia que profundiza, de algún modo, en la realidad de los personajes. No obstante, esta película es de las más flojitas de este director, aunque, por lo menos, como afirma el director, se ha hecho el esfuerzo de humanizar al personaje, dotándolo de una sensibilidad especial para el que considera más indefenso tanto en la vida cotidiana como la de la importante misión que el destino le depara. Es una extraña especie de hombre poderoso con pies de barro. Digo rara porque presenta un trastorno obsesivo compulsivo que condiciona su existencia. Sin embargo, le permite convertirse en un ser demasiado invencible que puede desagradar a muchos espectadores, ya que hasta Tom Cruise se despeina más que este individuo.
El aliciente más importante se encuentra en la presencia de Denzel Washington (su mejor trabajo Huracán Carter), que mantiene el tipo a pesar de que las características de su personaje no le permiten demasiadas florituras. Por otra parte, Cloë Grace Moretz y un Marton Csokas, cuyo físico habla por sí sólo, completan el reparto.
Las escenas de acción están filmadas con solvencia. La cinta es bastante violenta y cruda en algunos diálogos. De todas formas, al humanizar al personaje, se intenta mostrar sus luces y sus sombras. En un par de escenas vemos como se convierte en el “padre” de un muchacho que no presenta las herramientas sociales y la voluntad suficiente para realizarse tanto a nivel personal como profesional. El realizador ha optado por el maniqueísmo. No deja lugar a la duda de quién pertenece al imperio del mal o a las fuerzas del bien, sin ambigüedades. La enfermedad del protagonista lo justifica plenamente (publicado en Pantalla90).