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The Fighter

Publicado el 07 febrero 2011 por José Angel Barrueco
The Fighter
Lo primero que atrae de la nueva película de David O. Russell (Tres reyes, Extrañas coincidencias…) es, por supuesto, su reparto. Todo el mundo sabe que Christian Bale debería ganar el Oscar este año; su interpretación de vieja gloria del boxeo reciclada en entrenador adicto al crack es sobrecogedora; parece uno de esos yonquis con verborrea que uno a veces se encuentra a la puerta del supermercado. No le va a la zaga Melissa Leo, irreconocible en su papel de madre hortera con ambiciones; es muy posible que también se lleve el Oscar. También destaca Amy Adams como camarera: antaño esta chica, sobre todo en La duda, no me gustaba físicamente (aunque sí como actriz), pero en The Fighter es pura carnalidad y ahora sí me gusta, me pone. El menos eficaz es Mark Wahlberg, actor que a pocos convence y que a mí no me entusiasma, aunque creo que hizo tres papelones en el pasado: los de Boogie Nights, La noche es nuestra e Infiltrados.
Lo segundo es la puesta en escena. El equipo de la película ha logrado una especie de realismo sucio que no tiene ni gota de glamour: las calles y las casas donde habitan los personajes son sórdidas, todos son muy feos y horteras o lo parecen (atención al hatajo de horribles arpías que forman las hermanas de Bale y Wahlberg), la fotografía logra que a veces parezca un documental con la imagen llena de grano.
Lo tercero, claro, es el guión. La historia, basada en hechos reales. Y es gracias a ese guión que Russell construye una película sobre la superación personal, sobre los sueños pasados y los sueños de futuro y, sobre todo, por uno de mis temas favoritos: la familia. Cómo conciliar familia y trabajo cuando todos están en el mismo barco. Es algo muy jodido: quien lo probó, lo sabe. El planteamiento recuerda a Fat City (que ya recomendamos aquí): el viejo boxeador acabado que sueña con sus tiempos de estrella y el nuevo boxeador que espera una oportunidad para ser una estrella. Y Christian Bale se come la pantalla, como lo hacía Stacy Keach.

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