Edward Pierce (Sean Connery), es un ladrón que concibe un plan para robar una fortuna en lingotes de oro del vagón de pago de una compañía de ferrocarriles. Para poder llevar a cabo el mayor robo de la historia, Pierce deberá aunar sus fuerzas con Agar (Donald Sutherland), un ladrón de cajas fuertes, y con Miriam (Lesley-Anne Down), su novia, quienes están conscientes de que están por llevar a cabo un plan tan descabellado como peligroso.
A mediados de la década del sesenta, bajo el seudónimo de John Lange, el escritor norteamericano de ciencia ficción Michael Crichton irrumpió en la escena literaria con la novela “Odds On”. Tras el éxito de sus primeras obras, en especial de “The Andromeda Strain”, la cual fue llevada a la pantalla grande en 1971, Crichton decidió probar suerte en el mundo del cine como director y guionista. Tras realizar “Westword” (1973) y “Coma” (1978), él comenzaría a adaptar una de sus novelas titulada, “The Great Train Robbery”. En dicho escrito, el autor relataba usando seudónimos y un poco de imaginación un hecho de la vida real; el asalto a un tren en movimiento ocurrido en el siglo diecinueve en Inglaterra, el cual en su interior transportaba una gran cantidad de oro equivalente a 12.000 libras esterlinas de la época. La historia del llamado “primer robo a un tren en movimiento”, sería rodada en Londres y Dublín por Crichton, quien tendría que enfrentarse a una serie de problemas de carácter económico y profesional. No solo se vio en la obligación de pedirles a algunos de los miembros del reparto que realizaran sus propias escenas de riesgo por no contar con el dinero suficiente como para contratar dobles (la mayoría del dinero se gastó en la construcción de los sets), sino que también tuvo que superar los prejuicios que tenían los equipos de filmación tanto de Londres como de Dublín, quienes mostraban poco respeto por el joven realizador. Obligado a demostrar su valía como director, Crichton no tuvo más remedio que enseñarle a sus compañeros de trabajo una copia de “Coma”, con lo cual finalmente se ganó su respeto y admiración. La historia de “The First Great Train Robbery” se situa en el año 1855. El ejército británico está participando en la Guerra de Crimea. Para financiar dicho conflicto bélico, una vez al mes transportan en tren un valioso cargamento de oro desde Londres hasta Folkestone. Las autoridades a cargo de dicho transporte no pueden estar más satisfechas con todo el proceso; no solo el tren en movimiento ha demostrado ser prácticamente inexpugnable para los arriesgados ladrones que han intentado asaltarlo, sino que además para abrir la caja fuerte que contiene el botín se necesitan cuatro llaves, las que se encuentran repartidas entre los encargados de la estación de ferrocarriles y los delegados de un banco. Lo que parece ser un robo imposible, para el distinguido ladrón y estafador Edward Pierce no lo es tanto. Es por esto que pondrá en marcha un complejo plan en compañía de su novia y colega Miriam, un avezado ladrón y cerrajero llamado Agar, un guardia corrupto y un prófugo de la justicia. Juntos tendrán que superar un sinnúmero de dificultades si es que quieren llevarse el cuantioso botín, incluyendo algunos desafortunados imprevistos de último minuto.
Como la parte más importante del plan es la obtención de las cuatro llaves que abren la caja fuerte, alrededor de dos tercios de la cinta giran en torno a las artimañas que Pierce y su banda deben realizar para obtenerlas. Y es que mientras que para conseguir las llaves que protegen los ejecutivos del banco, Pierce y compañía tendrán que utilizar sus habilidades como embaucadores profesionales, para obtener las otras dos que se encuentran en una de las oficinas de la compañía de ferrocarriles, y que están custodiadas por un par meticulosos guardias, no les quedará más remedio que preparar un metódico robo en el que necesitarán la ayuda de un habilidoso ladrón conocido bajo el apodo de “Clean Willy” (Wayne Sleep), que lamentablemente está encarcelado en una de las prisiones más seguras de Londres. Ya en el último tramo del film, la acción se concentra en la ejecución del arriesgado asalto a bordo del tren que viaja a 50 millas por hora, y en la resolución por parte de los protagonistas de algunos detalles de último minuto que amenazan con poner en riesgo toda la operación. Considerando lo complejo de todo el plan, Crichton es lo suficientemente sagaz como para preocuparse de exhibir de forma colorida y detallada cada uno de los pasos a seguir por Pierce y sus secuaces, con el fin de que no solo el espectador pueda participar de forma más activa en el robo, sino además para que este aprecie el ingenio y la tenacidad de este grupo de pintorescos criminales, lo que inevitablemente lo empujará a abogar por su causa. Algo que llama inmediatamente la atención durante el visionado de la cinta, es la preocupación del director por retratar de la manera más fiel posible la Inglaterra victoriana. Crichton reconstruye de forma vivida la Era Industrial, no solo preocupándose de cada uno de los detalles de los sets y del diseño de vestuario, sino que también de los aspectos sociales que marcaron ese periodo. El realizador enfatiza las condiciones deshumanizantes existentes, la corrupción y la inequidad social, y además se asegura de contrastar la extrema pobreza de los barrios marginales con la ostentación de los sectores más acomodados. Esto no significa que “The First Great Train Robbery” presente un mensaje más profundo o algún tipo de comentario social; estos elementos son utilizados con el único objetivo de establecer una cierta de tendencia anti-sistema que ayude a que el espectador simpatice con el trío de antihéroes, aún cuando las motivaciones de estos son meramente egoístas y pese al hecho de que algunas de sus decisiones esquiven todo límite moral. Otro aspecto al que Crichton le da importancia, es al lenguaje y a los códigos utilizados por los criminales de la época. Con el fin de lograr ser lo más exacto posible a la hora de retratar los modismos y las costumbres del bajo mundo londinense del siglo XIX, el director se basó en muchos de los detalles descritos por el escritor Kellow Chesney en su libro “The Victorian Underworld”, el cual no era más que una descripción exhaustiva de los aspectos más sórdidos de la sociedad victoriana.
En el ámbito de las actuaciones, Sean Connery realiza un estupendo trabajo personificando a este ladrón ambicioso, educado y sagaz, con un retorcido sentido del humor y un coraje a toda prueba. El actor además tiene el mérito de haber realizado la totalidad de las escenas de riesgo a bordo del tren en movimiento, lo que provocó la ira de su esposa Micheline Roquebrune. Al mismo tiempo, Connery tiene una química impresionante con Lesley-Anne Down, quien en uno de los mejores roles de su carrera interpreta a una estafadora versátil con una fidelidad a toda prueba, que si bien desea hacerse con el dinero, su mayor preocupación es poder construir una vida junto a su amado socio. Por último cabe destacar la labor de Donald Sutherland, quien no solo logra que su personaje se complemente de buena manera con el personaje de Connery, sino que también asume la responsabilidad de aportar unas buenas dosis de comedia a todo el asunto. Por otro lado, el film cuenta con el magnífico trabajo de fotografía de Geoffrey Unsworth, y con la atmosférica banda sonora del siempre confiable Jerry Goldsmith, cuyas composiciones cobran especial importancia en la secuencia del asalto al tren, otorgándole un carácter casi épico a la misma.
Es evidente que gran parte del mérito de que la cinta funcione de la forma en la que lo hace es de Michael Crichton. Él fue lo suficientemente inteligente como para incluir en la adaptación de su novela unas buenas dosis de comedia y una rica descripción del período victoriano, lo que le valió en 1980 el premio Edgar Allan Poe a la mejor película. “The First Great Train Robbery” no es una película profunda ni una obra maestra a la cual la gente suele referirse cuando se habla acerca de cintas de grandes robos, sino que más bien es una producción modesta que entrega precisamente lo que promete; cerca de dos horas de entretención y sorpresas de la mano de un director capaz y un elenco notable. Por las virtudes antes descritas y por la inclusión de algunas vueltas de tuerca que evitan que la trama se vuelva demasiado predecible, es justo mencionar que quizás esta producción no solo es una de las mejores películas de Crichton, sino que también es uno de los mejores trabajos del siempre carismático Connery.
por Fantomas.