“The Flowers and the Angry Waves” (1964), es un drama del director Seijun Suzuki, el cual está protagonizado por Akira Kobayashi, Tamio Kawaji, y Chieko Matsubara.
Un yakuza llamado Kikuji (Akira Kobayashi) huye hacia Tokio con Oshige (Chieko Matsubara), la prometida de su maestro y se casa con ella, dejando atrás unos cuantos cadáveres asesinados elegantemente. Para sobrevivir, comienza a trabajar para una constructora de edificios, la cual obtiene sus contratos mediante chantajes y abusos. Cuando un asesino de su antigua banda comience a buscarlo, y una compañia de la competencia comience a sabotear la construcción de uno de los edificios, Kikuji se verá obligado a cambiar su estilo de vida si es que desea sobrevivir.
El director Seijun Suzuki a través de sus más de cuatro décadas de carrera, ha demostrado ser un realizador rebelde que ha quebrado todas las reglas existentes al interior de la industría. El prolífico director, es generalmente reconocido como un verdadero genio que logró configurar y reinventar el cine, para que respondiera a su percepción de lo que es el mundo. Sería entre los años 1956 y 1968, que él lograría hacerse un nombre en la industría, cuando estaba bajo contrato con los estudios Nikkatsu. Durante ese periodo, el director filmaría alrededor de cuarenta cintas serie B, extendiendo las barreras de cada uno de los géneros en los cuales se aventuró. Precisamente su naturaleza rebelde se refleja en la personalidad del protagonista Kikuji, el cual es expulsado del sindicato de los yakuza, para posteriormente meterse constantemente en problemas con sus nuevos jefes por intentar cruzar los límites que le fueron establecidos.
La cinta comienza con Kikuji "secuestrando" violentamente a su amada Oshige, la cual se dirigía a contraer matrimonio con el líder de los yakuza. Un año después, la pareja está intentando pasar desapercibida en las calles de Tokyo. Mientras que Kikujo logra ser contratado como constructor del clan Murata, Oshige encuentra trabajo como mesera en una posada en el distrito de Asakusa. Su único amigo en este mundo hóstil y extraño, es el dueño de la posada (Kaku Takushina), quien además es el único que está enterado de que ellos están casados. Al poco tiempo, Kikuji termina involucrándose en un peligroso conflicto entre el clan Murata, y la pandilla dirigida por el nefasto Tamai, en donde se encuentra en juego un valioso contrato. Para complicar aún más la vida de la pareja, una geisha llamada Manryu (Naoko Kubo), se enamora de Kikuji, mientras que el detective Tanioka (Isao Tamagawa) se enamora de Oshige. La guinda de la torta será la llegada de un peligroso asesino conocido como Yoshimura (Tamio Kawaji) llegue para asesinar a la aproblemada pareja. Es en ese momento que su sueño de formar un hogar y una familia juntos comienza a desvanecerse por completo.
“Vamos a olvidar el pasado”, le dice el dueño de la posada al detective Tanioka, diálogo que resulta ser bastante curioso pensando que se trata de una cinta de época. Sin embargo, esto responde a que la historia de “The Flowers and the Angry Waves” se desarrolla en plena Era Meiji (comprendida entre 1867 y 1912), durante la cual Japón comenzó a abrirse a la influencia de ideas extranjeras, lo que lo llevó a convertirse en la potencia mundial que es ahora. Esta idea de modernidad no solo está retratada en los diversos diálogos, sino que también en cosas tan simples como el tipo de peinado que luce Oshige, en la exótica afición de Manryu por el gin (que le fue entregado por un extranjero), y por último en la curiosa vestimenta del misterioso asesino. En general, además de evidenciar la fuerte influencia de culturas extranjeras, el director también intenta retratar como prácticamente todos los personajes de la cinta se esfuerzan por dejar sus historias personales enterradas en el pasado.
Es así como nos enteramos que el dueño de la posada era un yakuza que optó por cambiar por completo su estilo de vida, o como Manryu intenta abandonar la miseria existente en su vida, alejándose lo más posible del bar en el que trabaja en Manchuria. Por otra parte, si nos detenemos en el protagonista, podemos ver que se trata de un constructor cuya esposa está embarzada, lo que bien podría interpretarse como el intento de Suzuki por simbolizar el futuro de la nación, cuyo desarrollo obviamente no va a estar exento de problemas. Para escapar de un pasado violento, Kikuji tendrá que lidíar con un presente aún más violento. La encarnizada lucha entre clanes lo obligará a blandir nuevamente su espada, convirtiéndose una vez más en un asesino cuya única solución pareciera ser escapar hacia Manchuria, el mismo lugar el cual la geisha Manryu desea dejar para siempre.
Suzuki utiliza un estilo narrativo algo complejo, por lo que en algunos pasajes de la cinta al espectador le resultará difícil determinar que papel juega cada uno de los personajes en la historia. Alrededor de la mitad del film, uno puede tener una idea más clara con respecto a la dirección que tomará el relato. La compleja narración será compensanda con un par de buenas escenas de acción, en las que ambos clanes se ven envueltos en una batalla campal, y con el tensionante intento de fuga de la pareja una vez que se ven cercados por la policía y por el implacable asesino. Es en gran medida gracias a estos elementos que el director logra manterner la atención del espectador durante el transcurso de metraje. Al mismo tiempo, el director mezcla de manera eficiente drama, suspenso y acción, conformando una historia interesante que corre a un ritmo adecuado.
Las actuaciones en general son correctas, mientras que la fotografía de Kazue Nagatsuka y el diseño de producción de Takeo Kimura (quien además co-escribió el guión), se encargan de realzar la atmósfera claustrofóbica que presenta la cinta, permitiendo que la cámara fluya libremente desde el interior de la posada hacia los oscuros callejones, y de los callejones nuevamente a la posada, lugares donde la policía y el asesino se encargan de acorralar a la pareja que parece no tener escapatoria. La banda sonora de Hajime Okumura por otro lado, resulta ser efectiva a la hora de reflejar el sentimiento de frustración de los protagonistas. La secuencia final, que ocurre en un laberinto compuesto por pequeños montones de nieve, podría fácilmente corresponder a una cinta de cine negro. “The Flowers and the Angry Waves”, no es precisamente uno de los films más recordados de ese artesano llamado Seijun Suzuki, pero sin embargo es una buena cinta que merece algo más de reconocimiento, y que nos ofrece un interesante retrato de las peligrosas calles de Tokyo durante el periodo en el que se ambienta la historia.
por Fantomas.
Revista Cine
The Flowers and the Angry Waves: No puedes escapar de tu pasado.
Publicado el 24 noviembre 2009 por FantomasSus últimos artículos
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