Revista Cine
Director: Wes Anderson
Tardó en aparecer pero lo hizo, y al fin me es posible ver lo último del pequeño y tierno Wes, a quien en este blog he tratado bastante mal, básicamente porque las películas comentadas no me gustaron absolutamente nada de nada. Pero este no es el caso, pues el pequeño Wes nos entrega una película entretenida y con una historia interesante, cuyo visionado se hace ameno y gentil, finalmente uno quedando con una agradable sensación. Además, esta es la primera película del 2014 que comento en este blog, y eso que vamos ya en la mitad del año. Qué pasa conmigo, por dios. Quiero ver Frank, esa donde Michael Fassbender usa una cabeza de papel maché todo el metraje -o al menos esa es la premisa-. Como sea, mejor me concentro en la cinta de hoy.
Zero Moustafa es un joven que llega a hacer de botones al gran y esplendoroso Hotel Budapest, lugar en el cual tiene como jefe a Gustave H., un culto y refinado hombre que, repentinamente, se ve envuelto en un peculiar y enrevesado complot que, naturalmente, también arrastra a nuestro protagonista el botones. Muchos personajes, muchas situaciones y muchas razones para disfrutar, aunque también para reprochar. El balance es positivo, no obstante.
Lo interesante de esta película es que se desarrolla de una manera que no me lo esperaba. Comenzamos en un tiempo determinado -probablemente actual- para volver a los 80, para luego retroceder a los 60, y finalmente situarnos en los 30, que es cuando la trama central se lleva a cabo. Cada tiempo está bien unido con el otro las veces en que damos los saltos temporales, y a nivel general la película está bien construida y organizada. Además, hay un constante flujo de situaciones que mantienen el ritmo del relato estable y sin estancamientos. El director relata la historia con habilidad, ritmo y buen manejo narrativo esta historia que se pasa volando. La trama del complot me parece de lo más interesante, siempre descubriendo cosas nuevas que le otorgan ese misterio e incertidumbre necesario para mantener las cosas alerta, aunque hay que decir que la atmósfera no es especialmente agobiante ni misteriosa, pues esa ni siquiera es la intención. La intención es contar una trama conspirativa de manera entretenida, digerible y rápida, con la ultra reconocible estética Wes-Andersoniana -que en esta cinta decidió dar a cada espacio temporal su propio formato de imagen; de esta manera, la historia de 1932 está a 4:3, variando así con los otros tiempos-. No hace falta elogiar la labor de arte y vestuario, junto con la ambientación de los decorados y todo el tejemaneje para "construir" el hotel en cuestión.
Algo de lo que se habló bastante es de la violencia más explícita y "gore" que usa el pequeño Wes, violencia que queda muy bien -especialmente cuando es el siniestro Willem Dafoe quien la provoca-, pero que no es para tanto. Nuevamente la prensa "especializada" -sujetos que no consiguen trabajo en otras areas "informativas"- exagerando y dando falsas o falaces informaciones. Gore mis pelotas. La violencia le otorga un toque delicioso a este de por sí entretenido enredo de herencias e hijos codiciosos -entre otras cosas más-.
Lamentablemente, así como la historia está muy bien llevada y con gran ritmo durante gran parte del metraje, el final es terriblemente decepcionante. No porque haya sido algo distinto a lo que esperaba -que el botones cuente al escritor lo que sucedió aquel entonces ya da pistas sobre como pudo haber terminado la historia, a grandes rasgos-, sino porque queda demasiado repentino y apresurado. Toda la secuencia del clímax está bien -el tiroteo me gustó harto-, tiene la tensión necesaria y conocemos el detalle que debe resolver todo, pero es tan rápido y fugaz que queda débil. Un personaje lee algo, y de repente todos dicen "ok" y se van para sus casas. No me creo que sea así de fácil el final, pudo haber tenido un muchísimo mejor desarrollo o conclusión. En otras palabras, la tan ansiada respuesta al complot termina siendo débil y poco convincente -además la voz en off del botones explica qué pasó con cada uno, haciendo que todo luzca más "terminemos rápido, que la voz explique todo"-. Mala la resolución, y aunque las líneas argumentales lleguen sólidamente y bien organizadas hasta el clímax, la resolución en sí también tiene bastante de previsible y cliché. Juega con las convenciones del género que relata, nada malo -aunque pudo ser mejor y más original-, pero al menos cuenta la historia distintivamente en lo visual.
El final sí que ha quedado mejor, aunque no deja de tener ese pueril aire de amistad, bondad y amor que endulzan demasiado el relato, casi volviéndolo empalagoso por su melosidad. Pero es sólo casi, pues dichas lecciones morales metidas con calzador -como Bill Murray- no son exageradas ni muy importantes de explicitar y refregártelo en la cara. Lo central es el complot, lo demás es para completar y concluir la película.
Lo que me lleva a que al pequeño Wes, a falta de Owen Wilson como guionista -que escribió las tres primeras cintas de Anderson, las mejores en mi opinión, al menos Rushmore y The Royal Tenenbaums-, le salen mejor sus películas cuyo eje central es la acción, la trama principal, y no sus personajes y la psicología de estos. Cada vez que una película suya intenta ser más de personajes y sus sentimientos, queda muy facilona, simple y cursi -como The Darjeeling Limited y esa basura que es Steve Zissou-. Por dar un ejemplo, el Hotel Budapest me recuerda bastante a lo que fue Fantastic Mr. Fox, otra cinta de ritmo rápido y variados personajes, cinta que funciona muy bien y que entretiene notablemente precisamente por ir al grano con la historia que cuenta. Tiene sus moralejas, pero es menos importante que el desarrollo narrativo del relato. Moonrise Kingdom está a mitad de camino, pero igual se salva, no se puede decir que sea una mala película. Por lo mismo, con esta película disfruté bastante menos cuando surge el amor y la amistad, no muy sólidos considerando que lo que realmente importa es todo el complot.
Ahora bien, pueden decir que estoy siendo muy simplista, y que el pequeño Wes siempre desarrolla subyacentemente otros temas más complejos, pero en este caso no es tan así -casi ni lo es-. Quizás esté ese cariño por las historias que uno puede ver, escuchar o leer -algo que señala el escritor al inicio del metraje-, cosa que explica que la película esté inspirada en novelas de Stefan Zweig, pero lo de personajes solitarios y en busca de otro tipo de afecto queda en la superficie, apenas tratado someramente. Quizás las historias sean una gran compañía, pero lo central es la historia del complot. De todas formas, es de esperar, pues las películas que Owen Wilson escribió son las que tienen más sentimientos y profundidad, en unos personajes brillantemente desarrollados. Luego de que dejó de escribir para el pequeño Wes -o coescribir, pero Wilson era el más autor ahí-, cada uno de los nuevos personajes de las nuevas películas de Anderson no alcanzan ni la mitad de profundidad que antes, funcionando estos mayormente como un adorno visual más -y como protagonistas de las historias, claramente-, en vez de aportar diferentes capas al conjunto.
Pero no me extraña, el pequeño Wes siempre se ha caracterizado por privilegiar más ese grandilocuente y vacuo barroquismo visual que a sus personajes -que quedan correctos si alguien los desarrolla bien en el guión, aunque ningún nuevo coguionista es tan personal como Wilson, y se nota-. Es su estilo, su forma de ser.
Para ir finalizando, y relacionado con la estética y el fatuo barroquismo visual mencionado, en ocasiones el director ha señalado que es la única forma en que sabe hacer películas, y que no podrá cambiarla nunca -como la caligrafía, demostrando su capacidad para las grandes analogías-. Al inicio de su filmografía parecía ser una visualidad fresca y única -con su interesante lenguaje inherente-, pero con los años y las películas me pregunto si el pequeño Wes quedó atrapado en su lenguaje. Antes él tenía el control, pero ahora parece que su lenguaje lo domina a él. A estas alturas ya resulta cansino todo el despliegue visual del director; nada innovador, y sin experimentos a la hora de contar historias -su gran afición, al parecer-. Historia que se le ocurre va a ser filmada de esta manera, lo cual resulta repetitivo y devastador. Tiene algo de gracia, pero se ha ido perdiendo con el tiempo. Debería intentar nuevas formas, como muchos grandes cineastas que no se quedan atrapados en lo mismo.
Un par de apuntes finales: el sentido del humor tiene una ironía destacable, pero a nivel general es bastante infantil y simplón. Provoca sonrisas y todo, pero resulta muy superficial. Tiene su mérito que haya un reparto tan grande y prestigioso como este, pero no sé si vale mucho la pena que aparezcan algunos un par de minutitos. Eso sí, esta vez ningún personaje sobra, y todos tienen una construcción apropiada -el de Dafoe es genial, el de Keitel igual, y me sorprendió ver a Amalric entre medio-. Esta vez los personajes tienen una finalidad mejor que sólo adornar y hacer todo más bonito. Al menos aportan al relato -en Steve Zissou era espantosos-.
Finalmente, The Grand Budapest Hotel es una entretenida película con un ritmo firme y rápido que relata una interesante historia de complot -con la que es fácil enganchar- que, muy a su pesar, termina fugazmente un conflicto que demandaba una mejor resolución. Pero la sensación final es de satisfacción, pues la película cumple lo que promete y resulta ser de lo más simpática y entretenida.