Revista Cine
Director: John Ford
El horóscopo de interbusca dice que luego de una semana muy ocupada pero productiva hoy es un día para descansar, y claro que es un día para descansar, ¡todos los días deberían ser para descansar!, aunque la semana no tuvo absolutamente nada de productiva o favorable, todo lo contrario. Decía que debía canalizar mis energías en el deporte, pero justo los sábados no voy a nadar pues toda la gente que no va en la semana abarrota la piscina los fines de semana y no se puede nadar nada de nada, así que mejor evitarse el mal rato. También se advierte que tenga cuidado con la tensión al comunicarme con los demás, pero yo soy un tipo muy simpático y callado, así que para qué preocuparme. Lo cierto es que las próximas dos semanas serán inciertas, totalmente inciertas. Por suerte me quedan las películas (y la natación), y seguimos inaugurando la década de los cuarenta de Ford con "The grapes of wrath", genial y desoladora película cuyas loas se esperan para después del salto.
Tom Joad vuelve de la cárcel a la casa paterna para encontrarse con un lugar abandonado a su suerte, cual fantasma de tiempos mejores y/o sueños de un futuro mejor. Rápidamente encuentra a su familia, la cual tiene una mala noticia: sus tierras han sido arrebatadas y ahora deberán buscarse la vida en otros lados, por lo que emprenden el camino a California, de la cual se dice ofrece jugosos y bien remunerados empleos. Y así comienza una aventura familiar que traerá más pesadumbre que buenas nuevas.
Da malas noticias en malas noticias, así es como avanza "The grapes of wrath", aunque lo más terrible es que al inicio la familia Joad guardaba algo de optimismo ante un futuro incierto pero, por lo mismo, amplio en posibilidades. Con el correr del metraje, las decepciones y otras peores noticias, el optimismo inicial da paso a algo peor que el pesimismo, esto es la aceptación de que las posibilidades se redujeron únicamente a una: errar por la tierra de las oportunidades buscando algún resquicio al que aferrarse, sabiendo que ya nada puede ser peor que no comer o no dormir, y que a su vez lo mejor es lo que tienen a mano: prácticamente nada. Sólo queda creer en la fortaleza familiar, ya muy mermada por lo salvaje del viaje al oeste. Lo peor es que tras las desventuras familiares de los Joad se esconden las tribulaciones de muchas otras familias que, tal como la protagonista, tuvieron que abandonar sus tierras (la fuente primordial de abastecimiento, también páginas de una historia familiar escrita con sudor y sangre) por la fuerza para luchar por sus vidas en suelo gris y hostil. La crítica social no se puede negar: banqueros que se quedan con todo, policías corruptos que trabajan para los terratenientes y no por el bien común, terratenientes que se aprovechan de la desesperación de hombres y mujeres, y un país/sistema que no le puede dar menor importancia a aquellos que no le suponen beneficio alguno. Nuevamente John Ford haciendo de las suyas, no dejando títere con cabeza, y sin embargo, me parece destacable que el motor del relato no sea principalmente la furiosa crítica social sino la tragedia familiar, aquella que nos quita el aliento sin contemplaciones a cada momento, y cuyas pérdidas albergan significaciones más profundas y amplias. Porque para mí no hay dignidad en elaborar un relato que exista por y en pos de un discurso determinado (como el peor Ken Loach, por ejemplo); para mí hay dignidad en contar una historia (y no "contar" una opinión), con amor y pasión, que contenga infinidad de relatos y miradas y sensaciones, y eso es lo que se logra con esta película, que nos muestra el drama familiar contra la cruel mano del progreso, una road movie en un viaje por la desesperanza, la injusticia y la solapada verdad, y tantas cosas más que no viene al caso enumerar, pues cada uno puede decir qué demonios sintió y sufrió. Y los dos finales, el que cierra el conflicto familiar y a su vez deja abierto el otro, el vital/social, son todo un golpe a las entrañas. ¿Qué más se puede hacer cuando tienes todo en contra? Pues nada, sólo seguir el camino...
¿Y hace falta tener que referirme a la poderosísima fotografía de Gregg Toland, a las monumentales interpretaciones de la familia Joad, al potente y sólido guión de Nunnally Johnson basado en novela de John Steinbeck, o a la feroz a la vez que melancólica dirección de Ford? Pues claro que no, sólo hace falta disfrutarlo en todo su esplendor: "The grapes of wrath", damas y caballeros.