Poco después de arrendar una vieja casa en el campo, la estrella de cine Paul Henderson (Jon Pertwee) desaparece misteriosamente, razón por la cual Scotland Yard decide enviar al Inspector Holloway (John Bennett) a investigar lo sucedido. Una vez ahí, Holloway interroga a los agentes de policía locales y a un agente inmobiliario llamado A. J. Stoker (John Bryans), quienes le relatan una serie de macabras historias relacionadas con quienes alguna vez residieron en la antigua casona.
Desde 1965 a 1973, el estudio británico Amicus liderado por los productores norteamericanos Max J. Rosenberg y Milton Subotsky, lanzaron una serie de cintas de antologías inspiradas en las macabras moralejas impresas en las páginas de los cómics de la editorial E.C., gracias a las cuales alcanzaron un pináculo de calidad que les permitió competir con las producciones del entonces popular estudio Hammer. En esta ocasión, el responsable del guión sería el escritor Robert Bloch, quien ya había trabajado con anterioridad en cuatro producciones de la Amicus: “The Skull” (1965), “The Psychopath” (1966), “The Deadly Bees” (1967) y “Torture Garden” (1967). Asistido por sus colegas Russ Jones y Richard Matheson en los segmentos “Waxworks” y “Sweets For The Sweet” respectivamente, Bloch le daría vida a la que por muchos es considerada como la mejor cinta de antologías realizada por la productora británica. Por otro lado, el director del film sería Peter Duffell, cuya breve carrera se desarrolló mayormente en el mundo de la televisión, y a quien varios años más tarde Christopher Lee señalaría como uno de los “directores británicos más subvalorados”. Como sucedió en gran parte de las producciones de la Amicus, a poco de iniciado el proyecto, Subotsky aseguró la participación en la cinta de Christopher Lee, Peter Cushing e Ingrid Pitt, quienes para ese entonces eran tres de los rostros más reconocibles de la Hammer. También se intentó contactar a Vincent Price para que interpretase el rol de Paul Henderson, pero lamentablemente el actor se vio obligado a rechazar el papel debido a una cláusula existente en su contratado con la American International Pictures, la cual le impedía participar en films de terror producidos por otros estudios.
En el primer segmento titulado “Method for Murder”, el escritor de novelas de terror Charles Hillver (Denholm Elliot) y su esposa Alice (Joanna Dunham), arriendan la casa con la esperanza de que el escritor logre recuperarse del bloqueo creativo que le ha estado afectando durante el último tiempo. A los pocos días de mudarse al lugar, Hillver crea al que será el nuevo villano de su próxima novela; un psicopático estrangulador llamado Dominick (Tom Adams). Superada la euforia inicial causada por su nueva fuente de inspiración, Hillver comienza a ver a Dominick rondando por la casa, lo que le provoca una fuerte crisis nerviosa que eventualmente lo lleva a consultar a un psiquiatra. Es entonces cuando deberá responder la siguiente interrogante: ¿Es Dominick real o tan solo es una extensión de verdadera personalidad? En este segmento, Duffell construye una atmósfera de peligro constante gracias al excelente uso de las escaleras, las ventanas, los reflejos y las sombras, y al mismo tiempo utiliza esos mismos elementos para retratar de manera efectiva el frágil estado mental del protagonista. Sin embargo, lo que en un inicio se presenta como un bien construido relato de terror psicológico, termina convirtiéndose en algo predecible que responde a uno de los clichés más reiterativos en las cintas de antologías de la Amicus, y que hace relación a la presencia de un esposo/esposa codicioso cuyo objetivo principal es apoderarse de la herencia de su cónyuge. De la misma forma, la vuelta de tuerca final resulta algo antojadiza, aun cuando esta responde a la máxima de que en este tipo de relatos los protagonistas obtienen exactamente lo que se merecen.
El segundo segmento titulado “Waxworks”, está protagonizado por el corredor de bolsa retirado Phillip Grayson (Peter Cushing), quien pasa sus solitarios días leyendo, escuchando música, y paseando por las pintorescas calles del pueblo cercano a su nuevo hogar. Es precisamente en uno de sus paseos por el pueblo que Grayson y su amigo Neville Rogers (Joss Ackland), quien ha venido a visitarlo, descubren un museo de cera que en su interior contiene la figura de una mujer llamada Salome, cuyo parecido con una mujer que ambos amaron en el pasado los lleva a obsesionarse con ella. En esta oportunidad, Duffell realiza un estupendo trabajo retratando a través de un montaje de imágenes, la soledad y la fragilidad de Grayson, todo lo cual es adecuadamente acompañado con la pieza musical “La Muerte y la Doncella”, del compositor Franz Schubert. Por otro lado, aun cuando no se entregan muchos datos acerca del conflicto que Grayson y Neville tuvieron en el pasado por culpa de una mujer, de todas maneras se da a entender que ninguno de los dos ha podido superarlo del todo, lo que en gran medida será la causal de su perdición. Por último, resulta necesario destacar el trabajo de fotografía de Ray Parslow y la dirección de arte de Tony Curtis, quienes en conjunto logran que el museo se convierta en un lugar realmente aterrador, cuyo potencial es explotado durante una vívida y pesadillesca secuencia protagonizada por Cushing, la cual está dominada por tonalidades verdes y rojas y por peculiares ángulos de cámara.
En “Sweets for the Sweet”, John Reid (Christopher Lee), un padre estricto y autoritario, contrata a una profesora llamada Ann Norton (Nyree Dawn Porter) para que se encargue de cuidar y educar a su hija Jane (Chloe Franks), a quien por un misterioso motivo mantiene recluida al interior de la casa. Tras superar el rechazo inicial que le provoca la actitud cruel que Reid mantiene hacia la niña, Ann Norton comienza a sospechar del comportamiento de la pequeña, lo que eventualmente la llevará a tratar de impedir un trágico desenlace. En este caso, resulta interesante como Duffell va construyendo la historia de manera pausada y algo ambigua, ya que por un lado incluye ciertos guiños que apuntan a un posible abuso por parte de Reid hacia su hija, impulsado principalmente por el parecido que la niña tiene con su difunta madre, mientras que por otra parte inserta algunos elementos que sugieren que algo siniestro ocurre con la pequeña, tales como su irracional miedo al fuego, su extenso conocimientos acerca de los árboles y sus usos, y su curiosa afición por los libros de brujería. Esta ambigüedad también es percibida por Ann Norton, cuya presencia paradójicamente termina siendo el catalizador de la verdadera naturaleza de la niña, pese a que sus intenciones son nobles. En gran medida, el segmento funciona de manera espléndida gracias a las excelentes interpretaciones de los actores involucrados, y al buen manejo del misterio que se esconde tras la disfuncional relación existente entre Reid y su hija, todo lo cual da como resultado que “Sweets for the Sweet” se convierta en un relato que subvierte de manera efectiva la inocencia y la pureza de la niñez, a través de una vuelta de tuerca realmente macabra.
El segmento final se titula “The Cloak” y está protagonizado por Paul Henderson, quien es una arrogante estrella del cine de terror que se encuentra grabando una cinta de vampiros en compañía de la exuberante actriz Carla Lind (Ingrid Pitt). Luego de insultar a la encargada de vestuario de dicha producción, Henderson decide buscar por cuenta propia un disfraz que le otorgue cierto realismo a su rol. Es así como termina comprando una vieja capa en una tienda de antigüedades, la cual supuestamente perteneció a un vampiro retirado. Para su sorpresa, cada vez que utiliza la capa, Henderson ve como sus colmillos crecen, su reflejo desaparece de los espejos, y lo invade una incontrolable sed de sangre que eventualmente amenaza con convertir su vida en un verdadero infierno. “The Cloak” suele ser el segmento más celebrado del film, en gran medida porque contiene una serie de guiños al cine de terror de bajo presupuesto que se realizaba en Inglaterra en aquel entonces. Por ejemplo, en un determinado momento del relato, Henderson se despacha la siguiente frase: “Este es el problema con las cintas de terror actuales. No hay realismo. No como en las películas viejas, los grandes clásicos. `Frankenstein`, `El Fantasma de la Ópera`, `Drácula´… aquella con Bela Lugosi por supuesto, no la de este tipo nuevo”. Esa capacidad de reírse de sí mismos, las sólidas interpretaciones de la dupla protagónica, y la buena utilización del humor negro al momento de repasar los clichés del vampirismo, hacen de “The Cloak” un segmento inolvidable pese a no contar con elementos de verdadero terror.
En lo concerniente al aspecto técnico de la producción, además de la ya mencionada dirección de arte de Tony Curtis y el trabajo de fotografía de Ray Parslow, resulta necesario destacar la banda sonora del compositor Michael Dress, quien mediante el uso de instrumentos de cuerda, órganos e instrumentos de percusión, crea una serie de piezas que resultan efectivas a la hora de aumentar la tensión del espectador, quien no puede evitar percibir la sensación de constante amenaza que reina en cada uno de los segmentos del film. “The House That Dripped Blood” bien podría ser considerada como una de las mejores, sino es que la mejor cinta de antologías que emergió desde la compañía Amicus Productions. Una brillante elección del elenco, un guión sólido con muy pocas fisuras, y lo que es más importante, un excelente trabajo de dirección por parte de Peter Duffell, le terminaron otorgando a estas divertidas y macabras moralejas una calidad que las producciones de la Amicus alcanzaron en muy contadas ocasiones. Lo único medianamente criticable de la cinta, es la poco atractiva historia que enmarca los cuatro segmentos, cuyo final no resulta del todo satisfactorio, como tampoco termina de convencer la explicación que le entrega al espectador A. J. Stoker de lo que según él, es el verdadero secreto de la casa.
por Fantomas.