Revista Cine
Directora: Kathryn Bigelow
Volvemos a ponernos serios en este blog. Volvemos a hablar de películas que valen la pena (me gusten o no). Volvemos al sendero del cinismo y la furia anti-social. Al demonio "Black Mirror". Al demonio Netflix. Al demonio los seis últimos días comentando la temporada cuatro de "Black Mirror" (espero que el buen cine desinfecte el hedor dejado por semejante basura). Al demonio las listas y la gente que ve pocas películas. Viva la Jodie Foster que critica el estado de la industria cinematográfica actual. Al demonio los que la critican y al demonio James Gunn. Al demonio los globos de oro. Al demonio la universidad y al demonio mis vendidos ex compañeros (no todos, casi todos). Al demonios tantas otras cosas que no puedo enumerar. He despertado. Despierto con sangre en la boca. Despierto con ira. Despierto contento.
Hay mano para ver "Detroit". Ya vi "Detroit". Antes toca ver, y comentar, "The Hurt Locker". Todo eso ya está hecho. Hoy vi "Zero Dark Thirty". Mañana la comentaré. El sábado toca el turno de "Detroit". Dejaré de hablar como robot ahora mismo. Procedo.
"The Hurt Locker" es un ejercicio de tensión e intensidad narrativa que por desgracia adolece de un guión irregular y anecdótico. Lo mejor, sin duda, son las escenas "de acción", aquellas en donde el escuadrón anti-bombas apostado en Irak debe acudir a donde hayan sospechosos paquetes que denoten peligro de explosión. Ahí tenemos la primera escena (la de Guy Pearce), la del hombre de familia al que le cargan muchos kilos de explosivos, la primera vez que vemos a Jeremy Renner en acción, la del auto afuera de un edificio de la ONU (¿era de la ONU?), y, claro, la del tiroteo en medio del desierto. En dichas secuencias, Kathryn Bigelow demuestra su impresionante talento para la puesta en escena, para la creación de atmósferas ásperas y duras, rudas, crudas; su maestría para la (de)construcción del espacio (el posicionamiento, el punto de vista, la fragmentación, el encuadre) y del tiempo y el tempo de las imágenes. No obstante, estas secuencias se diluyen dentro de un descompensado metraje cuyo sustento dramático no le hace el peso a la contundencia formal; es más, lo acaba agotando gracias a un débil y cojo, también predecible y convencional, desarrollo de personajes, conflictos y arcos argumentales. Queda claro que la intención, en el papel, es contarnos, más que una grandilocuente y predeterminada trama, el día a día del escuadrón antibombas conformado por Jeremy Renner y los otros dos sujetos, sumergirnos en su intimidad y, con ello, en un quebradizo estado de las cosas que aúna tanto el desgaste psicológico como la futilidad de la guerra y el terror de tener a la Muerte acechando en cada esquina. En lo concreto, la potente puesta en escena de Bigelow ensombrece todo lo demás; la película es de momentos y momentos, no un relato consistente y cohesionado. En medio de las dichosas secuencias vemos a Renner y cía. hablar, discutir, lo que sea que de alguna forma muestre el deterioro de los personajes, aunque sea a través de algunos mecanismos de guión artificiales y forzados, como la muerte del doctor justo cuando entra en terreno para acariciarle el lomo al joven que le reprochaba quedarse trabajando detrás del escritorio, lo cual deja al muchacho aún más afectado de lo que ya estaba, o los típicos dramas matrimoniales y rencillas internas (el choque de personalidades es evidente... y obvio). No es hasta el final, por ejemplo, que comprendemos la razón de la personalidad de Renner, personaje temerario de esos que a pesar de los irresponsables riesgos que toma es la estrella de la función, que no es más que un adicto a la adrenalina de la guerra. Los otros dos quedan pobremente bosquejados y si no están en pantalla pasan rápidamente al olvido, y la relación entre todos es ambivalente, volátil, difícil de entender: pasan del roce al compañerismo al odio y a la hermandad...
En fin, como episódico ejercicio de intensidad y tensión narrativa "The Hurt Locker" está muy bien, pero son las articulaciones, esto es el superficial retrato psicológico e íntimo de unos personajes rodeados de muerte y violencia, las que impiden que el film, rodado en 16mm con varias cámaras in situ, llegue a ser un producto magnífico y memorable. Le fue muy bien en los Oscars de ese año, eso sí, y no me quejo porque al menos eso permitió que Bigelow alcanzara el sitial que tanto merecía por joyas como "Strange Days", "Near Dark", "The Loveless" y "Point Break", o dicho de otro modo, por hacer un cine tan personal como "comercial", combinando sensibilidad y contundencia de forma maravillosa. No es el caso, pero tampoco importa: sigue siendo un notable (pero imperfecto) ejemplo de cine bien rodado.
...el Futurómetro no arroja resultados...