Revista Cine

"The Hurt Locker" (o, te dije que no cortaras el cable rojo)

Publicado el 01 febrero 2010 por Crowley

"Mata a un hombre y serás un asesino,mata a varios millones y eres un conquistador"
Jean Rostand


A pesar de llevar casi treinta años de lleno en la industria cinematográfica, el nombre de Kathryn Bigelow sigue sin tener el peso y el reconocimiento que se le exigiría a alguien con tantos años en la profesión y más teniendo en cuenta que sus películas nunca aburren y están plagadas de buenos momentos. 
Bigelow es una muy solvente y correcta directora de cine que, siendo (casi) siempre fiel a sus principios, se ha labrado una carrera discreta pero que nos ha dejado joyas como "Point Break" (me van a disculpar pero me niego a utilizar, excepto ahora, el título tan bochornoso con el que se le conoce en España, esa horrenda traducción de "Le llaman Bodhi") y que es para el que esto suscribe una de las mejores cintas de acción de los años 90.

Hay dos factores que han influido en lo difícil de su afianzamiento como directora de renombre (sin contar que a sus cintas les falta siempre un "algo" que las haga redondas y necesarias al cien por cien) y son por un lado haber sido pareja del (Auto)nombrado "gurú y salvador del cine" James Cameron (que si bien "Avatar" es una película de bella factura y muy entretenida, es muy discutible su galardón en los Globos de Oro) y por otro lado, ser una mujer interesada en un tipo de cine (acción principalmente) que parece acotado al género masculino repleto de testosterona, tipos duros, heroicidades y flaquezas del corazón (pocas direcotoras de cine de acción me vienen a la cabeza ahora mismo que no sean  Lexi Alexander o Mimi Leder). Dos factores (ser mujer y haber sido esposa de Cameron) que nada tienen que ver con su faceta laboral y que han sido un lastre para ella. Al menos hasta ahora.
Sus películas, a excepción de "El peso del agua" que es una rara avis en su filmografía, son rápida y perfectamente reconocibles gracias a su dinamismo, a patrones recurrentes y a usos de la cámara característicos en ella. Entre esos patrones, está el que siempre hay presente algún tipo de adicción en alguno de los protagonistas (característica que se debe en gran medida al guionista Eric Reed, con el que viene colaborando desde hace años) como puedan ser la adicción al poder de arrebatar la vida ("Blue Steel"), a la sangre y a la vida ("Near Dark"), a la necesidad de recordar y reescribir la historia de la memoria ("Días extraños"), a la liberdad y a las olas ("Le llaman Bodhi"), a la guerra y al no temer morir ("K-19" y "The hurt locker")...
Y cuando abandona su camino al borde del precipicio de la vida, da como resultado que nos encontremos con sus películas más flojas como "K-19" y "El peso del agua", algo que no debe extrañarnos ya que son las películas en las que menos hay de ella.
Los protagonistas de sus películas suelen sufrir una extraña seducción hacia el poder de la violencia nada contenida y suelen ser seres vacíos, repletos de carencias afectivas que tratan de llenar con lo que tiene más a mano, sea lo que sea. Pero lo que une a todos sus personajes es su innegable lucha para permanecer vivos, aunque sus actos y palabras digan lo contrario.
Gran parte de su fuerza visual viene dado por su pasión por la pintura, disciplina en la que destaca sobremanera, cargando las imágenes que nos muestra de una belleza plástica oculta tal, que pasa desapercibida pero que permanecen en nosotros largo tiempo, con ese despliegue visual y sonoro que atesora.
A esta directora habría que tenerla en más estima ya que ha conseguido hacer reconocibles películas de género, pero rompiendo las normas y los arquetipos preestablecidos de forma impensable para muchos compañeros de profesión, dándoles un aire personal que le permite salir airosa de situaciones en las que otros hubiesen fracasado estrepitosamente. Un ejemplo de esto último puede ser "Point Break"; me explico, si cualquier otro director hubiese cogido un guión en el que se dieran cita chicos musculosos, surf, chicas guapas, más surf, robos de bancos, un poquito más de surf y testosterona a toneladas, hubiera salido una chapuza tal que sería imposible de olvidar, pero Bigelow consigue con esos elementos hacer un canto épico a la aventura que se ha convertido en una virtuosa pieza clave de su filmografía en particular y del cine de acción de los 90 en general.

Después de un duro deambular en el ostracismo profesional, nos llega la última propuesta de Bigelow. Estamos hablando de "The Hurt Locker", una película que a pesar de haberse rodado hace dos años, parecía condenada al olvido y a no estrenarse jamás en salas comerciales y a verse limitada a su proyección en Festivales de todo el mundo, acaparando, eso sí, todo tipo de elogios y alabanzas que encumbran a Bigelow a lo más alto de la profesión (más de 200 premios y nominaciones lleva acaparadas la película).

Estados Unidos es un país que vive siempre en permanente alerta para comenzar o participar en una guerra, es su adicción, la de ser salvadora del mundo moderno. Han intervenido den infinidad de zonas: Timor Oriental, para salvar a los indígenas de matanzas genocidas; Afganistan (conflicto que aún continúa abierto) para proteger la forma de vida occidental del fundamentalismo; Sierra Leona, para mantener en el poder a un gobierno democrático que corría peligro frente a las milicias; Camboya, para quitar del poder al régimen de los Jemeres Rojos; Los Balcanes, para impedir una limpieza étnica; Ruanda, para acabar con la matanza de tutsis a manos de los hutus... y en todos esos conlictos e intervenciones de Guerra Total, las víctimas civiles e inocentes se consideran daños colaterales.
Comentaba Noam Chomsky una anécdota que le ocurrió a él mismo durante la Guerra del Golfo que explica a la perfección esto que acabo de decirles sobre la predisposición del pueblo norteamericano para entrar en batalla; durante uno de sus viajes a una Facultad del norte de California (Chico State), un lugar apartado del mundo, comprobó que había un férreo control policial para prevenir ataques de terroristas árabes. Chomsky preguntó bastante asombrado, "¿terroristas árabes en el norte de California?", a lo que le contestaron con gran ímpetu, "Si viene Sadam pelearemos hasta la muerte". Y es que tenían el pleno convencimiento de que han de estar preparados para cualquier Guerra "Justa" que se les presente.
Pero, ¿hay guerras justas?. Pues filosóficamente hablando, una guerra justa sería aquella en la que se defienden y preservan el respeto a los derechos humanos. Pero para Platón, por ejemplo, en ningún caso se puede considerar que hacer daño a los demás sea una acción propia de los "justos". Yo, por mi parte, no creo que la violencia sea solución para nada y veo que prevalecen y se anteponen más los intereses personales en estas supuestas ayudas humanitarias que un verdadera lucha por los derechos humanos. Ninguna Guerra trae nada bueno, por muy buenas que puedan ser sus intenciones de partida.  Sólo caos, destrucción y lágrimas.
La sincera película de Bigelow, thriller dramático muy intenso, parece querer ahondar en la herida abierta de la Guerra de Iraq para no dejarla cicatrizar, pero con un planteamiento prácticamente neutral (si bien es cierto que en algunos momentos puntuales peca de cierto propagandismo) en lo que se refiere al por qué de las causas del conflicto, donde no hay buenos ni malos propiamente dichos en un lugar que parece sacado de otro planeta y que nos recuerda a películas futuristas apocalípticas donde la humanidad ha llegado a un estado de salvajismo en el que tiene que estar en continua lucha por su supervivencia. Y es que esa es una sensación que me persiguió durante todo el metraje, la de la incertidumbre de no saber bien quién puede morir o no en cualquier momento puntual, como si se tratase de la realidad del horror que debe ser una Guerra.
Es esta una película, que sin llegar a la excelencia absoluta de la que se habla en muchos sitios  que la catalogan de obra maestra, sí que alcanza grandísimas cotas de genialidad, con un tratamiento de la imagen y una forma de rodar que parece sacada de un conflicto real y tomada por un militar o corresponsal de guerra cualquiera (como es el caso, ya que el guión está basado en las experiencias personales del periodista Mark Boal). Si, como he dicho, no se trata de la mejor película de guerra de la historia, sí que hay que reconocer que es muy, muy buena y es sin duda la mejor del conflicto de Iraq que se ha hecho hasta ahora. Está llena de pura adrenalina y uno tiene la sensación de estar viajando en una montaña rusa fílmica llena de explosiones y escenas memorables como la del técnico experto en desactivar bombas embutido en ese traje que parece sacado de una película de ciencia-ficción y que dota al film de ese aire extraño, alienígena, al que hacía mención en el párrafo anterior; también son inolvidables las imágenes del forzado suicida lleno de explosivos, la del niño convertido en bomba humana, la del asalto en mitad del desierto, la del protagonista corriendo en la noche por las calles de Iraq ocultando su rostro para no ser reconocido como americano, la manera en que Bigelow rueda las explosiones, con el suelo levantándose violentamente y la forma tan brutal en que capta la esencia de los tiroteos y del fuego cruzado... Escenas e imágenes que destilan desesperación y cruda realidad a raudales, haciéndonos partícipes de esa traumática experiencia que cambia, sí o sí, la visión de la vida (si no se pierde esta en el intento) de sus protagonistas, jóvenes anónimos que volverán a sus hogares traumatizados, mutilados por dentro y por fuera, o dentro de un ataúd.
"En tierra hostil", título elegido para la complicada traducción del original, está confeccionada a base de fragmentos, de días aislados cogidos al azar en la vida de una brigada de artificieros que sufre la pérdida de uno de sus integrantes y ve cómo la llegada de un nuevo miembro, el Sargento James, cambiará la forma de ver las cosas y la manera de enfrentarse al peligro. Uno de los muchos aciertos de la cinta es, a mi parecer, la elección de actores no del todo conocidos para la gran mayoría de nosotros, dejando la aparición de personajes célebres (Guy Pearce, Ralph Fiennes o Evangeline Llily) como meros "cameos" de pocos minutos; y ese anonimato de los actores hace que la situación nos parezca más real aún si cabe la historia que se nos cuenta, ya que son tan desconocidos para nosotros como puedan serlo los soldados reales a los que interpretan. De entre todo este elenco actoral, destaca por méritos propios Jeremy Renner (al que no veía en pantalla desde “28 semanas después”), quien interpreta al protagonista con gran solvencia y honestidad y construye un personaje vacío, indiferente a la muerte y que está a punto de descubrir su lugar en la vida (maravillosamente triste la escena de él en el supermercado mirando las cajas de cereales. Sublime). 
Y es que, estimados lectores, reconstruir un país en condiciones de devastación , falta de recursos y aislado es muy complicado, casi tanto como tratar de llenar el vacío de tu existencia con cualquier tipo de adicción.


"La tierra entera está teñida con la sangre de los enemigos y si el asesinato lo comete un individuo por iniciativa propia, lo consideramos un crimen; en cambio, si cuenta con la aprobación del Estado, valor es el nombre que le damos. Se diría que no es la bondad de la causa, sino la enormidad de la crueldad lo que hace que esta abominación quede libre de culpa"
(Cipriano de Cartago)

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