Una serie de importantes científicos desaparecen misteriosamente y al cabo de poco tiempo, reaparecen comportándose de manera extraña. El gobierno británico le encomienda al agente Harry Palmer (Michael Caine) la misión de descubrir quién está detrás de esta misteriosa operación. De esta forma, Palmer, acostumbrado a encargarse del trabajo sucio de los servicios secretos, se verá inmerso en una compleja trama de espionaje.
En noviembre de 1962, poco después del estreno de la exitosa “Dr. No”, la primera incursión en el cine del encantador y sofisticado agente británico James Bond, el escritor Len Deighton publicó la novela de espías “The Ipcress File”. Dicha novela fue bien recibida tanto por el público como por la crítica, por lo que el productor Harry Saltzman, uno de los responsables del “Dr. No”, contactó a Deighton para proponerle que la novela se usara como base para realizar una nueva serie de films de espías. Para Saltzman, esta era una oportunidad única para alejarse de la naturaleza más fantástica de las cintas de Bond, y filmar una historia de espías bastante más realista protagonizada por un terrenal Harry Palmer. Michael Caine, quien en aquella época había adquirido cierta notoriedad en la industria cinematográfica británica gracias a su papel como el Teniente Gonville Bromhead en la cinta “Zulu” (1964), fue escogido para interpretar a Palmer, que se convertiría en el primer rol protagónico del actor. Con la finalidad de mantener ciertos estándares de calidad, Saltzman prefirió utilizar a gran parte del equipo de filmación que había trabajado en “Dr. No”, entre los que se destacan el editor Peter R. Hunt, el compositor John Barry, y el encargado del diseño de producción Ken Adam.
A diferencia de Bond, Harry Palmer no es un espía glamoroso ni pretende serlo. A él no se le asignan peligrosas misiones en el extranjero, o se le provee de un sofisticado equipo que lo ayude a sortear ciertos imprevistos. Tampoco se rodea de hermosas mujeres o pasa sus ratos libres en el casino jugando bacará, sino que coquetea con una de sus compañeras de trabajo y visita el supermercado más cercano a su humilde departamento con el fin de comprar los víveres que posteriormente formarán parte de su almuerzo. Palmer es más parecido a un detective que a un espía, ya que su mejor arma resulta ser su inteligencia. Las pistas algo vagas que va encontrando en el transcurso de su investigación no apuntan a vistosos villanos, sino que conducen a sujetos que buscan permanecer entre las sombras, por lo que se necesita a un verdadero espía para encontrarlos. Para dejar aún más clara las diferencias existentes entre Bond y Palmer, se nos aclara que este último fue “rescatado” de una prisión militar por el Coronel Ross (Guy Doleman), responsable de que el rebelde Palmer trabaje como espía para el gobierno británico.
Es precisamente la encrucijada en la que se ve atrapado Palmer el principal foco de tensión de la cinta. El protagonista no sólo debe cuidar sus espaldas de los villanos de la historia, sino que además debe protegerse del constante acoso por parte de los espías norteamericanos quienes piensan que Palmer es un agente corrupto. La precaria situación en la que se encuentra el protagonista inevitablemente lo lleva a pensar que un espía británico está involucrado en la desaparición de los científicos, por lo que todos sus colegas son presentados como posibles sospechosos en un momento de la cinta, incluyendo al Coronel Ross y al Mayor Grantby. Especialmente durante la segunda mitad del film, existe un clima de paranoia constante dado por el misterio de la identidad de la mente maestra tras los secuestros y un par de asesinatos que buscaban borrar todas las pistas que pudieran dar alguna luz con respecto al contenido de una cinta titulada con el nombre “Ipcress”. En gran medida esta sensación de paranoia está exacerbada por las curiosas tomas realizadas por Sidney J. Furie, quien prefiere posicionar la cámara de manera que dé la impresión de que constantemente existe alguien observando la acción desde las sombras.
En el ámbito de las actuaciones, Michael Caine realiza un estupendo trabajo como el cínico y rebelde Harry Palmer. El resto de los actores realiza un trabajo correctísimo interpretando a los sospechosos colegas de Palmer. Tal vez quien más destiñe es Frank Gatliff, quien interpreta a Eric Ashley Grantby, villano que pese a esconderse bajo un halo de misterio la verdad es que no resulta ser demasiado memorable. Por otro lado, el trabajo de fotografía de Otto Heller si bien por momentos es altamente estilizado y llamativo, en otras ocasiones resulta poco acertado y algo molesto. En relación a la banda sonora compuesta por John Barry, si bien es sumamente atmosférica, esta tiende a ser sobreutilizada por el director por lo que eventualmente deja de producir el efecto deseado. Curiosamente, da la impresión de que algunos años más tarde Barry utilizaría algunos pasajes de la música que compuso para este film en la banda sonora de la cinta de James Bond, “Diamonds Are Forever” (1971).
Pese a que si bien es meritorio el hecho de que “The Ipcress File” presente una versión más realista del mundo del espionaje, la cinta por momentos se torna algo lenta, especialmente durante la primera mitad del film donde el director le dedica bastante tiempo a la presentación de los personajes. Es sabido que a Sidney J. Furie jamás le gustó el guión, y que de hecho le prendió fuego durante el primer día de filmación. Además el director tuvo una áspera relación con Harry Saltzman, con quien no compartía la visión que este último tenía de la película, razón por la cual estuvo a punto de abandonar el rodaje. El ritmo narrativo y los niveles de tensión mejoran bastante durante la segunda mitad del film, aunque de todas formas queda la sensación de que la historia se alarga innecesariamente más de lo debido, lo que inevitablemente provoca algunos agujeros en el guión. Pese a esto, “The Ipcress File” logra mantener sin problemas la atención del espectador hasta el tenso desenlace gracias a la interrogante que se plantea con respecto a la identidad del responsable de los secuestros, y a los chispeantes diálogos del personaje de Caine. Probablemente “The Ipcress File” junto con “Funeral in Berlin” (1966), sean las dos mejores entradas de la saga protagonizada por Harry Palmer (aunque la verdad yo ni siquiera tomaría en cuenta los dos engendros que filmó en los noventa), y de todas maneras esta es una de las buenas cintas de espías que surgieron en la Inglaterra de los sesenta.
por Fantomas.