CRUTCHFIELD (29 NOVIEMBRE)
En castellano, crutch, significa "muleta". Si asumimos que la existencia es insoportable, hay que aceptar que necesitamos algún tipo de muleta para seguir adelante. Mira bien en tu vida y seguramente encontrarás tus muletas: alguna droga (legal o no), el whatsapp, el fútbol o esa chica de ojos brillantes. Alguno incluso cree en Dios. Para el doctor John W. Thackery (Clive Owen) es la cocaína. El primer plano de The Knick ya desvelaba que "Thack" era consumidor. Ahora sabemos por qué.
El último episodio de la primera temporada de la serie dirigida por Steven Soderbergh nos enseña las muletas del resto de los personajes. Curiosamente, para Lucy (Eve Hewson) y para Bertie (Michael Angarano) se trata del propio Thackery. Por otro lado, el doctor Gallinger (Eric Johnson) devastado por la pérdida de su mujer y su hija, busca de nuevo apoyarse en su muleta -su trabajo- pero descubre que también ha perdido eso en favor de Algernon Edwards (André Holland). Éste se emborracha y se mete en peleas en bares con rivales cada vez más fuertes: esa es su forma de lidiar con su frustración. Barrow (Jeremy Bobb) se refugia en el sexo con una joven prostituta a la que su mejor cliente le importa más bien poco. La vida según The Knick es dura.
No sólo están las muletas para sobrevivir. También está la fantasía. Ese sueño recurrente que todos tenemos y que nos hace pensar que la vida tiene sentido. Pero la idea del éxito es la peor de las mentiras. Instalada en nuestra mente, una fantasía obsesiva puede acabar con nosotros. La de Thackery es ser el mejor en lo que hace. Se inventa un rival -el doctor Zinberg (Michael Nathanson)- se obsesiona con él, y acaba perdido. No es el único. Está ese médico que arranca dientes a sus propios hijos creyendo que así evitará que caigan en la locura. O la fantasía oriental con ingredientes de kung-fu de Barrow, que contrata a un asesino chino para acabar con el mafioso Bunky Collier (Danny Hoch). La fantasía de Barrow se convertirá en su peor pesadilla. En montaje paralelo, Cornelia (Juliet Rylance) -su muleta era su trabajo en el hospital- vive la fantasía más engañosa de todas: se casa con un hombre que le conviene, pero al que no quiere. Su verdadero amor, Algernon, ha preferido autoengañarse pensando que es mejor estar separados. Mientras tanto, Thackery cambia su nombre para curarse: elige el apellido de su madre, Crutchfield. Pero el plano final desvela -con una sonrisa- que ha cambiado una muleta por otra.