Advertencia para situar esta película: en Japón, discutir, criticar o siquiera poner en duda la energía nuclear levanta de inmediato, en la mayoría de su población, una grave sospecha sobre la falta de patriotismo frente al que osa lanzar tal debate. A fuerza de años de lavado ideológico y una explotación de la cultura nacional (respeto de las personas mayores y, por tanto, sometimiento a cualquier superior jerárquico) se ha logrado retrasar un debate necesario, que la desgracia del 11 de marzo de 2011 (terremoto próximo a la isla de Honshu, origen de un aterrador tsunami que provocó la catástrofe nuclear de Fukushima) ha logrado revivir.Por ello el prolífico director Sion Sono (autor de Cold fish o Himizu) se las ha visto y deseado para encontrar la financiación necesaria para la primera película basada en la tragedia nuclear japonesa. Los intereses económicos, políticos y estratégicos de estas energías que mueven billones de euros al día ponen los pelos de punta. Que quede claro mi posición es totalmente contraria a la forma actual de extracción del gas de esquisto o pizarra (en extremo peligrosa e imprevisible) pero es curioso que nadie haya comentado que Tierra prometida (2012) está financiada por Image Nation, productora de Abu Dhabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, uno de los 10 primeros productores de petróleo mundiales. ¿Coincidencia?El director, a través de este magnífico trabajo, muestra tres posibilidades de enfrentarse a una tragedia de tal magnitud. En Nagashima (ciudad imaginaria mezcla de los nombres de Nagasaki, Hiroshima y Fukushima), años después de la tragedia de esta última, se vuelve a producir otro terremoto con el consiguiente accidente en la fábrica de las proximidades. Una joven pareja que viven con sus padres en una explotación agrícola verá su jardín dividido en dos partes: la primera con el acceso totalmente prohibido y la otra mitad, sin peligro alguno, como si un banda de plástico pudiese frenar las radiaciones (aunque bien es sabido que los gobiernos siempre insisten en estos casos que las nubes radioactivas se disuelven siempre delante de las fronteras de sus países).El cineasta podía haberse lanzado a un dramón sin límites, una exhibición de desgracias o una sucesión de histerismos bien justificados. Sin embargo la elegancia y el buen saber del director, por desgracia casi desconocido en nuestro país, hacen que prefiera sugerir, incluso hasta reír frente al desastre, de manera consciente y con una dosis equilibrada de serenidad. Huir, resistir o resignarse son las posibilidades que les quedan a estas tres parejas de tres edades diferentes. Difícil establecer la que adoptaríamos cada uno de nosotros.Con una fotografía, paisajes y actores espectaculares, y mediante unos efectos sencillos pero altamente eficaces (la luz del sol directa al objetivo de la cámara es la manera más eficaz, que conozco hasta el momento, para mostrar el peligro invisible de la radioactividad) la película cautiva desde el primer minuto y poder acompañar a estos tiernos personajes, hasta el final o el principio, es una verdadera gozada. Con la esperanza en su plano último, no veo otra forma mejor de acabar una película.