Se despide The Leftovers, la serie creada
por Damon Lindeloff y Tom Perrotta -autor de la novela original- cuya premisa es la desaparición de un 2% de la población mundial. Un planteamiento que llevaría implícita la promesa de despejar la incógnita de a dónde ha ido toda esa gente. Pero seamos inteligentes. No caigamos de nuevo en el síndrome del final de Perdidos (2004-2010). El título de esta ficción da pistas de que esto va de los que se han quedado, no de los que han partido. Vayamos más allá: la ausencia inexplicable de seres queridos, familiares y amigos es una mera excusa argumental para situar a los personajes en un estado emocional concreto, en una angustia existencial que se traduce en una crisis de fe o en la necesidad de buscar consuelo en lo sobrenatural. The Leftovers habla de creer -o no- en algo. Apoya el interés de lo contado, en gran medida, en si lo que ocurre es real o falso. Y esta premisa se mantiene hasta la última frase del último episodio. Es más, podemos decir que esta es la serie de los personajes ausentes y de lo no contado. En esta temporada final, esta ficción sigue siendo una de las más ingeniosas y emotivas que yo haya visto. Aunque también es cierto que la fórmula de su estructura comenzaba a hacerse evidente: episodios dedicados a personajes individuales -herencia de Perdidos- por lo que el clímax de cada entrega es una escena intimista en la que el protagonista episódico se "desnuda" en un monólogo, siempre apoyado por los temas musicales recurrentes -November o The Departure- del genial Max Ritcher. Lo que importa aquí son los personajes, bastante más que los misterios. Pasemos ahora a analizar las últimas 8 entregas de la serie, pero, aviso, con algunos spoilers menores.
Como he dicho, el único tema es el de la fe: la secta del siglo XIX que espera que su Dios se los lleve en el estupendo prólogo del primer episodio; el fanatismo del Guilty Remnant, cuyo destino final descubrimos tras una transición temporal digna de 2001: Una odisea del espacio (1968); los desesperados que acuden al pueblo Milagro de Jarden, Texas, convencidos de que algo va a pasar; los idiotas que creen que Gary Busey bajará de los cielos; el pastor Matt Jamison (Christopher Eccleston) que predica milagros y espera una nueva desaparición masiva; el paranoico Dean (Michael Gaston), que teme que los perros hayan evolucionado para infiltrarse en el Gobierno; los clientes de John Murphy (Kevin Carroll) dispuestos a pagarle por su don para comunicarse con parientes fallecidos utilizando impresiones de manos manchadas de pintura; la mujer que oculta la verdad sobre su pareja, el hombre de la columna -referencia a Simón el Estilita que inspiró a Luis Buñuel-. Quieren creer también las misteriosas mujeres que buscan a Kevin Garvey (Justin Theroux) en Australia, lo que provoca la reaparición del padre de este (Scott Glenn); que protagoniza su propio episodio en solitario, en el que le vemos vivir una travesía del desierto literal y figurada -que me ha hecho pensar enLa balada de Cable Hogue(Sam Peckinpah, 1971)-.
El hermano de Nora, Matt Jamison, como en cada temporada, protagoniza su propio -y estupendo- episodio -It´s a Matt, Matt, Matt, Matt World- basado en un tema bíblico -aquí encontramos reminiscencias de Sodoma y Gomorra y del culto del becerro de oro- en el que se enfrenta a su propia crisis de fe: ¿Sufre alucinaciones Kevin? ¿Es un misterioso nuevo personaje, realmente, Dios? El diálogo que mantiene Matt con el supuesto Dios (Bill Camp) funciona dramáticamente para desnudar a su personaje, sin importar si este es realmente el todopoderoso o no, en una escena que es la esencia de The Leftovers. En cuanto a Laurie Garvey (Amy Brenneman), la fe también es el tema central, aunque sea por su ausencia. La terapeuta es la gran escéptica entre los personajes protagonistas y su falta de esperanza acaba marcando sus decisiones. ¿Cómo se explican si no sus tendencias? Laurie es la que ayuda a todos, pero también es un personaje roto, y ella no recibe ayuda de nadie.
Por último, Nora Durst -fantástica Carrie Coon- se protege del dolor de la pérdida de su familia con una coraza descreída. Su postura, además, es combativa. Nora se enfrenta, se burla de los que creen, pero cuando la esperanza es reencontrarse con sus hijos desaparecidos, incluso ella se deja llevar por la ilusión: en el primero de los dos episodios que protagoniza, aparece el protagonista de la sitcom Primos lejanos (1986) -reconoceréis su sintonía en la cabecera- Mark Linn-Baker, que introduce de la forma más original posible una organización misteriosa que recuerda bastante a la Iniciativa Dharma. Lo que nos llevará al gran final, soberbio, inteligente, lleno de intriga y sobre todo emocionante. The Book of Nora es el mejor cierre posible para una gran serie. ¿Responde a la premisa inicial? Sin duda, pero lo hace de una forma completamente inesperada, con una historia en la que no pasa casi nada, minimalista, hermosa -dirigida por Mimi Leder- que juega con nuestras expectativas y que responde al estilo de ciencia ficción low cost practicado, otra vez, en Perdidos. En la intensa escena final, Damon Lindeloff cumple dando la respuesta a la pregunta de a dónde ha ido toda esa gente. Pero no se traiciona, porque hace algo muy similar al odiado final de la serie sobre la isla. Lindeloff concede la solución al enigma, y es preciosa, poética, perfecta. Pero nos toca a nosotros decidir si creemos en ella... o no.
Repasemos entonces la trayectoria de los personajes principales. Rodeado de creyentes está el protagonista, Kevin,
que en principio no tiene fe -es un tío simple y tatuado- pero respeta la de los demás, para que haya armonía en la comunidad que debe proteger como policía. Kevin piensa que las mentiras son necesarias para preservar la paz. Por ejemplo, le vemos insistir en la versión oficial sobre lo ocurrido con la secta del Guilty Remnant. Kevin es un escéptico, pero también es el héroe de la historia. Ha vivido -y sufrido- todo tipo de hechos inexplicables y sobrenaturales, incluyendo su propia resurrección. Hechos que han llevado al pastor Matt a escribir un nuevo nuevo testamento centrado en él -El libro de Kevin- como si fuera el mesías. Y Kevin acaba asumiendo el papel de "elegido" que le imponen. Es decir, se lo acaba creyendo. Justamente por eso, se retoman los supuestos problemas mentales de Kevin, esas alucinaciones que nos hacen dudar de todo lo que vemos, cuando es su punto de vista el predominante. Esto ocurre en un cuarto episodio ubicado también en Australia, que tiene como escenarios los no-lugares recurrentes de esta serie -y de Perdidos- como autobuses, aeropuertos y hoteles. Más tarde, el penúltimo capítulo ocurre, de nuevo, en el lugar indeterminado -el más allá- al que viajaba Kevin -tras morir- en International Assasin, en la segunda temporada. Esta historia tiene el mismo tono surrealista, buñueliano, similar al del cine del griego Yorgos Lanthimos, con referencias a los films de James Bond, un claro reflejo de las fantasías masculinas de Kevin (incluyendo chistes privados sobre su polla). Lo importante es que no sabemos si todo ocurre en la mente de Kevin.El hermano de Nora, Matt Jamison, como en cada temporada, protagoniza su propio -y estupendo- episodio -It´s a Matt, Matt, Matt, Matt World- basado en un tema bíblico -aquí encontramos reminiscencias de Sodoma y Gomorra y del culto del becerro de oro- en el que se enfrenta a su propia crisis de fe: ¿Sufre alucinaciones Kevin? ¿Es un misterioso nuevo personaje, realmente, Dios? El diálogo que mantiene Matt con el supuesto Dios (Bill Camp) funciona dramáticamente para desnudar a su personaje, sin importar si este es realmente el todopoderoso o no, en una escena que es la esencia de The Leftovers. En cuanto a Laurie Garvey (Amy Brenneman), la fe también es el tema central, aunque sea por su ausencia. La terapeuta es la gran escéptica entre los personajes protagonistas y su falta de esperanza acaba marcando sus decisiones. ¿Cómo se explican si no sus tendencias? Laurie es la que ayuda a todos, pero también es un personaje roto, y ella no recibe ayuda de nadie.
Por último, Nora Durst -fantástica Carrie Coon- se protege del dolor de la pérdida de su familia con una coraza descreída. Su postura, además, es combativa. Nora se enfrenta, se burla de los que creen, pero cuando la esperanza es reencontrarse con sus hijos desaparecidos, incluso ella se deja llevar por la ilusión: en el primero de los dos episodios que protagoniza, aparece el protagonista de la sitcom Primos lejanos (1986) -reconoceréis su sintonía en la cabecera- Mark Linn-Baker, que introduce de la forma más original posible una organización misteriosa que recuerda bastante a la Iniciativa Dharma. Lo que nos llevará al gran final, soberbio, inteligente, lleno de intriga y sobre todo emocionante. The Book of Nora es el mejor cierre posible para una gran serie. ¿Responde a la premisa inicial? Sin duda, pero lo hace de una forma completamente inesperada, con una historia en la que no pasa casi nada, minimalista, hermosa -dirigida por Mimi Leder- que juega con nuestras expectativas y que responde al estilo de ciencia ficción low cost practicado, otra vez, en Perdidos. En la intensa escena final, Damon Lindeloff cumple dando la respuesta a la pregunta de a dónde ha ido toda esa gente. Pero no se traiciona, porque hace algo muy similar al odiado final de la serie sobre la isla. Lindeloff concede la solución al enigma, y es preciosa, poética, perfecta. Pero nos toca a nosotros decidir si creemos en ella... o no.