No creo que haya músicas para una determinada época del año. Debo hacer esta necesaria aclaración antes de usar el invierno como estación-excusa para recomendar buena música. Sí, se que me estoy contradiciendo, pero son necesarias las excusas para acercarles nuevos descubrimientos (decoran más la cosa, le dan un envoltorio a algo que no lo tiene). De todas maneras, uno puede afirmar que Nick Drake es para escuchar en otoño, Radiohead para el invierno, Locomía (?) para el verano y Avril Lavigne (!) para la primavera; pero en verdad, la música con atributos perdura y se deja escuchar en cualquier momento. Quizá exista en muchas personas -a mí no me sucede pero quizá a alguno de ustedes sí- la necesidad de escuchar cierto tipo de música según su momento personal.
En fin, la introducción de arriba es, repito, el pretexto para hablar de un grupo que me hipnotizó: hace dos semanas escucho diariamente (un domingo por la noche le di play por primera vez) la colorida música de The Leisure Society, un octeto inglés -en su myspace aparecen mencionados ocho integrantes, en las fotos son siete: preferí sumar antes que restar- autor de dos discos de notable factura, que podrían enmarcarse dentro del mundillo indie-folk, aunque sus arrebatos pop y su sonido tan hi-fi quizá juegue en contra de ambas etiquetas. Lo que más me gustó de entrada fueron los colores de su música, pero literalmente: antes de bajar los discos, me gustaron sus tapas-portadas-caras (y cuando te gustan las tapas ya es un buen comienzo).
Luego, fui por los colores de sus canciones, simples de esqueleto pero muy -muy, insisto- bien vestidas: flautas, violines, glockenspiels, cellos, mandolinas, pianos... todo trabaja de manera sutil para conformar al unísono un entramado amigable, consecuencia de esa polifonía de sonidos dulces y cálidos en el que reposa un trabajo vocal por parte del grupo que, no por similar, sino por bien puesto, me recuerda a los también apreciados (por mí, al menos) Fleet Foxes.
Por ahora, La Sociedad del Ocio (digámoslo, hasta el nombre está genial) lleva publicados dos discos bajo el ala del humilde sello Wilkommen Records. El primero, The sleeper, es una joyita que he escuchado diariamente desde aquel domingo de revelaciones. Un disco despojado, quizá más pequeño en sus intenciones si lo comparamos con Into the murky water, el sucesor en el que TLS redobla la apuesta dándole un poco más de vigor y oscuridad a una música inevitablemente luminosa y onírica. Están todos invitados.