“The Love Park and the suicide bridge are one right next to the other. They had to fence the bridge to prevent more deaths... The irony is that lovers did not seek any other place to commit suicide. The Love Park is then to blame...”
Párrafo de un amigo sobre su última visita a Lima.
“El Parque del Amor y el puente de los suicidios (puente Villena) están uno al lado del otro. Tuvieron que cercar el puente para prevenir mas muertes… La ironía es que los amantes no buscaban otro lugar para suicidarse. Hay que echarle la culpa por tanto al Parque del Amor…”
Me gustó su visión de este aspecto de nuestra ciudad y lo tomé.
Y si al Parque del Amor debemos culpar…
Recuerdo que cuando recién llegue a Lima, muchos me hablaban de esto y lo descartaba.
Me parecía increíble y desmedida la fama, casi como una atracción turística. Algo trágico que parecía estar normalizado, que un suceso traumático y aislado se haya emulado hasta casi masificarse.
En estos años no me tocó ver ningún acontecimiento ni declaración en este lugar en ese sentido fatalista.
Y por lo que sé, no ha habido informes de que se hayan cometido suicidios los últimos 6 años.
Y admito que no sé mucho más sobre el puente, ni el año en que pusieron esa protección. ¿Debería?
Lo que sí es cierto es que aquí la vida es de a dos.
La sociedad busca parejas, las personas se emparejan y van de a dos.
En los parques, en todos, se encuentran parejas de todas las edades, en el paseo, en su paseo de amor.
Fue la muestra inocente que más recuerdo de Lima cuando llegué y la recorría raudamente en carro o caminando como visitante de trabajo; primero turista y habitante después.
La naturaleza de estas manifestaciones me dibujaba una sonrisa de niño.
Una muestra que aún permanece: honesta, necesaria. Como si los parques fuesen el último y único refugio para el amor libre, verdadero, democrático.
Esta realidad se oscurece ante el fracaso del amor.
Y se potencia su sufrimiento en la vida cotidiana en una secuencia sin pausa, inevitable recordando el amor caído.
Sonando a viva voz en taxis, buses, celulares… desde todos los poros de la ciudad.
Las letras de las cumbias recordarán siempre el tono del dolor.
El amor siempre ha sido engañado, mutilado, pisoteado.
Y así crece el universo de sentimientos de rencor, hasta el deseo de la muerte propia o del amante.
La bebida siempre fiel compañero y el amigo, la familia, siempre testigos del sufrir de la víctima.
Parece que no hay escapatoria.
Que no puede ser diferente.
Mucho tiempo pensé que el hombre entiende el amor de una manera diferente a la mujer por eso escribe las canciones de amor.
Hoy comienzo a pensar que es el hombre por huevón que escribe estas canciones.
Cualquiera de las maneras de verlo , hay momentos para hacerlo más encantadoramente y otros de manera más cruda.
La maldición sobre el amor y los enamorados…
¿Acaso es del parque?
Acaso también va más allá de él y de su pozo de ofrenda, el puente y el suicidio .
¿Y la podemos llevar a toda la ciudad, a todo el Perú?
Si fuese el caso de una maldición…
¿El Puente de los Suspiros sería también un lugar donde comienza la trama?
¿Es desde Barranco y desde el deseo sobre el puente, el deseo de amor y su malicia, que empieza a tejer sus redes cruzando sus límites inmediatos a Miraflores, a su puente hermano, el puente Villena, hasta el Parque del Amor?
Es desde Barranco y su corazón bohemio, romántico que todo lo tiene y todo lo puede, donde nace esta sombra, entonces.
El amor es el mayor gozo pero genera también la mayor de las envidias y el mayor de los males, según nos muestran las telenovelas y revistas del corazón: No hay límites para la desdicha y seguidilla de tragedias de un corazón herido.
Y así compenetrado en el espíritu de este ritual yo me sirvo a él con la escritura dramática, casi Umbanda de la ceremonia.
La danza de los amantes, tiene siempre su Diablada,
danzando en la hoguera junto con ellos.
La maldición del parque sobre los enamorados, sobre el amor.
¿Qué promesas desatarán su voz?
¿Qué dioses se ofenden ante su manifestación para exigir tal castigo?
El amor desafía,
incomoda,
escandaliza,
ofende
y rompe el orden establecido.
El amor es contrario a la sociedad (en palabras de Octavio Paz) y los amantes son puestos a prueba.
Esta es la maldición.
Oh, corazón.