Revista Cultura y Ocio
Esta hermosa película no se sustenta sino el la formidable fábula que plantea el diálogo. Carece de efectos, de suspenso, de tensión o giros de tuerca, es lineal, se sostiene sólo bajo la dialéctica misma que construye como tesis de una teoría increíble. Cuando la ví no pude dejar de pensar en “Carta a un fenix” (Letter to Phoenix, 1949), cuento de ciencia ficción, escrito por Fredric Brown donde se nos habla de un ser que ha vivido miles y miles de años.El cuento discurre casi como la película, contándonos los pormenores de esa larga vida por medio de argumentos cronológicos creíbles.Richard Schenkman recurre a un ser prehistórico capaz de envejecer muy lentamente, con una existencia de 14.000 años el primitivo humano parece haber aprendido a sobrevivir con astucia a todas las épocas sacando provecho y logrando mantener su secreto. Lmos amigos de este personaje, todos grandes hombres de la ciencia quedan atónitos cuando se les revela el secreto y los secretos de la humanidad.Me parece que esta película, ya con su invitación a visita de té en casa, si hubiese echado mano del flashback o al menos donde Schenkman se hubiese interesado por adicionarla con imágenes evocativas al estilo del mundo de Sofía, habría logrado mayor interés. La película me recordó un poco de esa serie ochentera de "Camino al cielo" y sin embargo más allá de toda remembranza a gestos del super hombre sin poderes y totalmente anónimo, logró mellar más profundamente que muchas otras donde el efecto estás en sus efectos especiales.Sin embargo y pese a este recurso, el filme logra su cometido, no adentra en el temblor de los tiempos, en el cisma de las creencias, el la incertidumbre y la esperanza.