Revista Cine
Director: Guy Ritchie
Hoy será un día de espías, pues ya conocen el dicho: el mejor día para espiar es el sábado. Guy Ritchie es un director que me cae bien pero a quien debemos acercarnos con mesura, o al menos eso me digo yo (por experiencia propia). Su opera prima, "Lock, stock and two smoking barrels" me parece una sólida declaración de intenciones que revela a un sujeto sin miedos ni para escribir ni para dirigir, aunque tal cualidad ya delataba su querencia hacia los excesos, ya sean estilísticos o de guión, los cuales se hacían más acusados en "Snatch", una película que no me pone de acuerdo, pues a veces me entretiene por completo mientras que en otras ocasiones pienso "vaya chorrada tenemos acá". Su filmografía posterior muestra a un director con tendencia a repetir formas y fórmulas, las cuales, no obstante, constituyen una reconocible personalidad que da buenos resultados mientras no cruce los límites de su amplia pero a veces insuficiente (para el mismo Ritchie, claro) zona de confort. "The Man from U.N.C.L.E." parece confirmar esta teoría.
Un espía estadounidense y un espía ruso, rivales en un inicio, deben unir fuerzas para encontrar a un científico alemán capaz de hacer una bomba nuclear cuyas habilidades están siendo utilizadas por unas personas más malas que cualquier gobierno. La pieza clave es una mecánica alemana y, desde luego, lo contrapuesto de los espías dará lugar a hilarantes problemas que enriquecerán el entuerto.
Sería hilar fino comenzar a comparar los distintos tipos de relatos de espías en pos de determinar cuál es mejor. Todo depende de la apuesta o premisa de cada película y cómo se aprovecha a lo largo del metraje. No sé por qué, pero viendo "The Man from U.N.C.L.E." se me venía constantemente a la cabeza la serie "The Americans", que también es de espías y también presenta la contraposición sociocultural de gringos y rusos, aunque esta similitud se me ocurrió recién ahora. No, lo que tenía en mente era el tono de cada cual, en la serie mucho más oscuro y si se quiere trágico que el desacomplejado y nada complaciente sentido del humor de Ritchie, aunque vuelvo a equivocarme, pues el centro de mis pensamientos eran el enfoque que cada obra destina al asunto espía: la serie se centra en los efectos personales y sociales de ser espía (potenciado por lo complejo de ser un ruso viviendo en Estados Unidos, criando hijos estadounidenses), no descuidando sus múltiples tramas pero restando importancia ulterior a la mecánica de las mismas; por su parte, Ritchie elabora un entramado puramente causal y argumental, centrándose en las mecánicas y dinámicas que el espía debe sortear para llevar a cabo una misión, si bien a medida que corran los minutos los sentimentalismos baratos entrarán en escena, aunque éste no es el principal problema de la película (¿o sí? Ya me decidiré). Como digo, hay que hilar fino para querer comparar dos obras tan diferentes (pasando por alto lo disímil de los formatos), y todo este enredo sonará negativo, pero lo cierto es que me ha gustado bastante "The man from...", aunque me hubiese gustado más si hubiese seguido fiel a esos principios que tanta naturalidad y fluidez le otorgaron a los primeros cincuenta o sesenta minutos de metraje. En ese tramo Ritchie aprovechaba al máximo el relato elegido, pues a pesar de seguir al pie de la letra un argumento nada complicado y al poco rato más o menos clarito (por no decir previsible, que sonaría feo en una película que deja buen sabor de boca), lo desarrollaba mediante un humor que surgía naturalmente de la premisa dada, es decir, las diferencias entre el gringo y el ruso, lo que a la postre otorga una energía distinta a la narración, como si lo importante (en un sentido absolutista) no fuera la trama del científico sino la interacción entre los dos espías, el verdadero conflicto del todo, lo que sin duda evade lo potencialmente somero de pasar por escenas que se pueden leer y prever fácilmente. Por lo demás, la ayuda/competencia que se da entre el ruso y el gringo da pie no sólo a escenas cómicas (como esa discusión de moda, sensacional), sino que también funciona como un motor narrativo latente que, sumado a lo anterior, igualmente supone otro impulso al relato.
El problema, lo que me ha impedido celebrar por completo esta película, es que por alguna razón Ritchie decidió ponerse en extremo sentimental ya por el final, algo verdaderamente contraproducente. No es que me moleste que la vena cómica entre el ruso y el espía se convierta en un conflicto de lealtades y camaradería humana contra la estupidez divisoria de la política exterior e interior, pues es innegable que luego de tantas aventuras estos dos desarrollen algún tipo de afecto; lo que me molesta es la cursilería estilística de Ritchie y, claro, ese "romance" que surge del tercer elemento en cuestión: Alicia Vikander. A propósito de la personalidad cinematográfica de Ritchie, bien entrado el metraje decide soltarse de todo amarre y saturar las secuencias de acción (o la que sea: todo vale) de slow motion y otros trucos que no aportan ni al desarrollo del conflicto ni al sentido del humor, la atmósfera. Por lo demás, si bien nunca se abandona este aspecto, me choca un poco que la trama tome más protagonismo que la relación entre el ruso y el gringo, aunque está afirmación suena como una absoluta estupidez, ¿eh? A lo que voy es que en esos momentos es como si los dos fueran unos simples y reemplazables espías en misión en vez de personajes llenos de matices y rasgos humanos; esto demuestra que lo del científico no es esencial ni lo más importante o útil. En fin...
¿Lo mejor? Sin duda alguna, la pareja de espías, especialmente un Henry Cavill perfecto que es demasiado hermoso para ser real. Aprovecho para decir que el reparto entero está espectacular y que la construcción de personajes es impecable (me ha gustado el trasfondo dado al ruso y el problema del "estilo ruso" para espiar). También aparece un inesperado pero agradable Hugh Grant.
Con todo, "The Man from U.N.C.L.E." es una película que entretiene y divierte por completo, un honesto disfrute: un cine comercial con principios, intenciones y mucha habilidad, qué duda cabe.