The Master es, sin duda alguna, una Gran película. Aunque está ambientada en los años cincuenta, allá por cuando ya había acabado la Gran Guerra y para cuando los Estados Unidos se preparaban para su Gran Recuperación, la película resulta muy actual, muy contemporánea. Ahí reside su grandeza: traspasar lo local y anecdótico para reflejar lo universal.
Y es que The Master, al relatar el inicio de una nueva religión llamada Cienciología que después ha resultado ser tan famosa gracias a que parte de sus más destacados miembros pertenecen a otro famoso club afincado en Los Angeles, habla de una constante que se ha reproducido y se puede seguir reproduciendo por siempre jamás: ciencia versus religión. O viceversa. Qué más da. Como dos caras de la misma moneda, el enfrentamiento se repite, se perpetua, se arrastra por el devenir de la historia, que al fin y al cabo, somos nosotros, es el ahora.
Con una elegante puesta en escena y una gran dirección de actores, Paul Thomas Anderson ha hecho una película que me ha estremecido. No sólo la historia del desgraciado Fredd es, creo, capaz de entristecer al más gélido de los corazones: su difícil y seguramente traumática infancia, su juventud marcada por su misión de aniquilar japoneses, su amor verdadero que es una sufrida historia de amor, sus adicciones, su violencia como única manera de relación, su débil carácter, su infortunada búsqueda de su sitio en la Nación vencedora. Fredd es la carnaza de la Causa, la nueva religión o secta, igual da, o como le gusta llamarla a su creador Lancaster Dodd (personaje inspirado en L. Ron Hubbard) el método con el que alcanzar la curación; la curación de Fredd y otros pobres infelices en la película.
Pero el estremecimiento del que hablaba no ese por la historia de engaño, de manipulación, de abuso, de maquiavelismo de un personaje dominante sobre otro más débil. El miedo, el horror, el temblor viene al pensar que el mundo está y ha estado lleno de parlanchines como Lancaster Dodd, individuos con una gran verborrea y grandes dotes embaucatorias, capaces de congregar a multitud de seguidores, engañarlos con sus argumentos pseudo-científicos y hacerles creer en viajes en el tiempo como ocurre en la película, o en viajes astrales, o en diferentes formas de más allá, en vidas paralelas o en reencarnaciones, en hacerles creer que vivimos en unos cuerpos prestados, que no tenemos capacidad de decisión sobre ellos, que todo ocurre por voluntad de quién sabe qué otros seres superiores o de alienígenas que nos visitan periódicamente e incluso de los alineamientos planetarios y milagros imprevisibles.
Y aún me aterra más pensar que estamos desamparados ante ellos. Recuerdo una escena de la película en la que que Lancaster está aplicando su método con Fredd, y eso es en sí un espectáculo: hay gente alrededor observando, con pose serio, viendo como se ultraja y humilla a Fredd. Pero como es en nombre de la Causa, es lo correcto. Eso es lo que me da pavor: lo facil que nos podemos dejar engañar, que nos pueden manipular.
Hay quién verá en the Master sólo referencia a las sectas entendidas como grupos no reconocidos por las grandes religiones actuales y con facilidad para el autoaniquilamiento, como grupos raros, aislados y anecdóticos. Yo veo en The Master como se fragua una religión, como nace de cero una creencia sin ningún fundamento empírico, sin otra intención que el enriquecimiento y la utilización de la gente para una causa particular, sin ningún beneficio para el bien común. Cómo esta se puede llegar a extender entre personas con una cierta formación educativa. Cómo sus líderes son incapaces de argumentar con datos ciertos y fehacientes sus mentiras y estallan en ira y rabia contra aquellos que les buscan las cosquillas y consiguen dejarlos en evidencia. Cómo esos mismos líderes espirituales, en apariencia comprensivos y benevolentes, sólo inventan, especulan, divagan, improvisan, manipula, parlotean para conseguir trepar, alcanzar la cima de la fama o la riqueza o ambas. Y cómo consiguen perdurar por los siglos de los siglos.
Frente a eso, sólo tenemos un recurso: más cultura científica. Pensemos en la cantidad de gente que aún lee los horóscopos, la cantidad de canales con echadores de cartas que hay, con los pseudo-coaches que afloran como setas y escriben libros con los que rellenan las secciones de otras creencias de las librerías. Pensemos como esas creencias pueden llegar a influir en decisiones políticas que nos afectan a todos, a gobernar nuestro día a día. Y eso en una sociedad, la occidental me refiero, que ha alcanzado los niveles educativos más altos y generalizados de la historia, con unas tasas de analfabetismo bajísimas y con una capacidad grandísima para informarse. Y aún así, existen exitosos Lancaster Dodds a doquier. ¿Da o no da miedo?
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