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Es difícil patinar cuando se cuenta una historia como ésta, basada en hechos reales, sobre un musulmán que acaba encerrado en Guantánamo acusado de haber reclutado en Alemania a los miembros de Al Qaeda que provocaron el 11-S, aunque sólo sea porque el argumento tiene suficiente miga como para interesar a cualquiera con un mínimo de curiosidad por el mundo que nos ha tocado vivir. La película cumple, avanza con interés y tiene el potente gancho de los actores que interpretan los principales papeles; pero no redondea su propuesta porque se queda (siempre a mi juicio) en lo correcto y en la sugerencia, quizás no pretende otra cosa para no meterse en charcos más polémicos. No profundiza en entresijos político-militares, no aprovecha el drama carcelario del detenido y no disecciona el proceso judicial. Se limita (que ya es bastante y no es poco) a explorar las dificultades de la abogada para ofrecer un juicio justo a su cliente y obvia planteamientos que ya hemos visto en infinidad de películas quizás queriendo subrayar algo de lo que hoy cada vez somos más conscientes y es que la verdad y lo justo no son tan fáciles de saber y conseguir como nos enseñaron o creímos.