Revista Cine
Director: Anthony Mann
¡Ah!, noche de Oscars... Bueno... El ciclo de westerns sigue vivito y coleando. Demonios, hoy tampoco tengo mucho que decir en este pequeño párrafo. Bueno... mi abuelo me compró un libro: La ciudad de los césares, de Manuel Rojas. Él se compró Ranquil, de Reinaldo Lomboy, autor que no me sonaba para nada y que, como ahora recién lo recordé, lo buscaré y lo anotaré para que no se me vuelva a olvidar. Se lo voy a pedir prestado, por supuesto. Ah, bueno, y me corté el dedo anular derecho mientras abría una lata de arvejas. Debo confesar que aproveché de apreciar cómo se veía mi sangre en el lavamanos blanco: las gotas, ese intenso color rojo que emana de mi piel y que contrasta con el color del lavabo, marcando un sendero con forma de serpiente. Luego de diez minutos de profuso sangrado de dedo, recordé que hay que poner sal sobre la herida para que esta deje de sangrar. Vaya que tengo sangre dentro de mí, por algo estoy tan lleno de pasión, odio y lujuria. Me va a costar un poco escribir esta entrada, maldición.
Me gusta la figura que encarna James Stewart en los westerns, al menos en estos westerns. Una apostura que, de tan elegante y sobria, llega a ser amenazante y penetrante. La primera vez que lo vi en una película del género, eso sí, fue en "The Man Who Shot Liberty Valance", la obra maestra absoluta de John Ford, y confieso (me perdonarán la ignorancia) que entonces pensé "oh, vaya, James Stewart en un western... buena elección, porque no es su género y su personaje no es precisamente un vaquero ni un bandido, sino que un extraño, al igual que él". Pero luego vi "Winchester '73" y ahora estoy viendo los otro cuatro westerns que hizo con Anthony Mann, y vuelvo a lo mismo: me gusta su tipo: una figura ni heroica ni anti-heroica, como carente de toda fanfarria, menos interesado en ser el "hombre justo" que en ser aquel que termine vivo al final, que solo se tiene a sí mismo, su palabra y su honor, sin la necesidad de demostrarle nada a nadie, casi como si no le interesaran los códigos del viejo oeste. No obstante, a pesar de su aparente desinterés en formar parte de los conflictos del viejo oeste, su intemporal brújula moral lo conduce, al fin y al cabo, por el camino destinado a los que serán recordados e incluso idolatrados por la gente. En todo caso estoy pensando sobre todo en sus personajes de "Bend of the River" y "The Far Country", porque acá, en "The Naked Spur", Stewart encarna a un personaje oscuro, misterioso, atormentado, furioso, lejos de la sobriedad de las otras películas, lleno de matices que parecen contrarrestar su inicial imagen de intachable individuo, aunque por imperfecto se hace más humano y, por ende, sus innegables valores adquieren más fuerza que el resto. En cualquier caso sigue siendo una figura inclasificable: ni bandido ni villano, ni vaquero ni hombre de la ley: simplemente un hombre, en la búsqueda o la huida de algo, que por no pertenecer conscientemente a ningún bando, pareciera estar sobre ellos.
No quiero hablar mucho del argumento, porque aunque no esté lleno de sorpresas o de giros impensados, sí pienso que es indispensable no saber nada de su desarrollo porque, más que una trama propiamente tal, "The Naked Spur" se vale de su interesante premisa para desarrollar un complejo drama de tintes psicológicos, lleno de personajes moralmente ambiguos, a los que realmente no les interesa el bien o el mal, con complejos trasfondos y personalidades que permanecen en un constante estado de tensión, desconfianza, incertidumbre. Para aclarar un poco las cosas, digamos que Stewart anda a la siga de Robert Ryan, un canalla buscado por el asesinato de un marshal, persecución a la que se suman un soldado deshonrosamente expulsado del ejército y un viejo que aún sueña con encontrar oro a raudales. Curiosamente, esta búsqueda no tiene nada que ver con el honor o la justicia: todos tienen algo que esconder y todos se ven impulsados por la ambición, la codicia, la venganza, la ira, etc., lo cual hará de este camino una palpitante promesa de sangre. Por supuesto, no hay que olvidar a Janet Leigh, amiga de Robert Ryan y dueña de una mirada que pareciera no atender necesariamente a etiquetas o uniformes, ni siquiera a palabras o actos (sean buenos o malos desde una perspectiva estrictamente dual), como al enigma que se halla en lo hondo de la mirada de cada hombre: una persona capaz de capturar la esencia de los demás.De esta forma, de esta película me gustaría destacar el gran trabajo interpretativo del reparto, con un excelente James Stewart liderando la función; la portentosa puesta en escena de Anthony Mann, que sostiene la tensión prácticamente durante todo el metraje de noventa minutos (y, viejo, lo de las caídas de rocas es para ponerte los pelos de punta: ¿cómo rodaron esas peligrosas escenas? Bueno, en todo caso Buster Keaton sí que es un emblema de rodajes temerarios); y un guión de gran y subyacente potencia, capaz de respetar los códigos del western a la vez que, en cierta forma, desmitificarlos y/o darles otro sentido, otro propósito. No lo sé, de verdad me parece que "The Naked Spur" es un western atípico porque nada es lo que parece, aunque pareciera que nos conocemos a los personajes de memoria. Cada uno de ellos representa algo concreto a la vez que desmonta algún arquetipo, como si a lo largo del camino se fueran deconstruyendo a sí mismos y a los otros, quitándose la piel, para emerger con una nueva imagen. Acá me tornaré audaz, pero el relato casi quisiera apuntar que sólo sobrevivirá quien se purifique por completo de la mitología propia del western: quien sucumba a la venganza, a la ambición, a la violencia ciega, perecerá inevitablemente, porque, en estricto rigor, ¿algún personaje merece, verdaderamente, "pagar por sus actos"? ¿Es "The Naked Spur" una película meramente argumental, de causa y efecto? Es una historia de rico valor simbólico, en mi opinión. Y además está muy bien narrada, qué demonios.
Fascinante y compleja, realmente sensacional. Extraordinario western.
"La espuela desnuda".
Sin adornos.
...¿y el Oscar va para?...