Al ritmo que está avanzando la visita de los abuelos tigre mucho me temo que me van a quitar hasta la legítima. No aprendo. Me ofusco, veo una oportunidad para brillar como la hija modélica que nunca fui y me lanzo sin sopesar primero la dimensión del embolado en el que me estoy metiendo. Todo empezó el año pasado cuando se me ocurrió la feliz idea de colgar en Facebook unos vídeos de las niñas esquiando.
Al aparato el abuelo tigre: Hija ¿dónde decías que se veían los vídeos de las niñas? En Facebook papá, he puesto tres. Pero es que a mí me salen aquí las fotos de la tía de Marbella. Ya, tienes que pinchar en mi nombre para entrar en mi página. Ahí están los vídeos. ¿Cómo tu nombre? A mí no me sale tu nombre. Bueno, pues busca en tu lista de amigos -que a la sazón somos tres: mamá, la tía de Marbella y yo- y ahí donde me veas pincha en mi nombre. Silencio sepulcral.
¿Me ves papá? Yo no veo nada hija. A ver, tú cuando entras en Facebook ¿qué ves? Pues qué voy a ver hija, lo de siempre. Vale, y lo de siempre ¿qué es? En esto se oye a mi madre por detrás: ¡Mira ahí! ¡ahí! ¡las niñas! Ya las tenemos hija, hemos encontrado a las niñas. Qué ricas están así con el bañador y morenitas. Pero a ver papá, si están en bañador serán las fotos del verano ¿no veis ninguna foto con abrigo, casco y gafas? No, no. Aquí sólo hay fotos del verano. Hay que ver, están para comérselas. La abuela tigre aprovecha para meter su cuña: Desde luego deberías veniros a vivir a España. Están tan monas con colorcito. Es una pena que las tengáis allí con esa cara de higo chumbo.
Vale, ya volveremos si eso cuando se pase la crisis pero ¿veis los vídeos o no? No, no. Vídeos aquí no hay. Hay un cuadrado negro que no me sale nada y pone vídeo pero nada más. Pues eso papá, dale a la ventanita que eso son los vídeos. No me deja. ¿Cómo que no te deja? Pues que no me deja hija, que por más que le doy no me deja entrar. Me dice que no. ¿Pero cómo que te dice que no? ¿te habla? ¿te sale un mensaje? No hija, qué cosas tienes. Que no me deja, me lleva a otra cosa muy rara que yo creo que es un virus.
¿Y qué te dice el virus? Que si quiero instalar no sé qué. Eso seguro que es malísimo que ya me dijo la tía de Marbella que hay que tener mucho cuidado. No hombre no papá, eso es porque te tienes que instalar el Flash Player para poder ver vídeos. Tú dile que sí. ¿Qué sí a qué? A lo de instalar que te sale. Es que ya no me sale. Bueno pues vuelve a darle. ¿A darle dónde? Al recuadrito negro donde pone vídeo. Pero es que a mí no me sale el vídeo. Por eso mismo, le das y, cuando te pregunte si quieres instalar algo, le dices que sí. ¿Y si es un virus? No es un virus ¿Y tú cómo lo sabes? Pues porque lo sé.
Dos horas después se oye a mi madre a pleno pulmón: ¡Las niñas! Pero… ¿las nuestras cuáles son? La de verde y la de amarillo mamá. ¡Qué ricas! Pero bueno ¡cómo bajan! ¿eso no es muy peligroso? Bueno mamá pero van con casco. Ya, ya… Lo que yo te diga, que estaríais mejor en España y no allí con toda esa nieve. Mira la cara de frío de las niñas. Pero mamá, si no se les ve la cara con las gafas y el casco. Huy que no, se ve perfectamente que lo que tienen es ganas de volver a Marbella. Vale mamá, hablamos mañana.
Después de este episodio, cuando el viernes desembarcaron en Munich con un Galaxy, un iPad, un Nokia de octava generación y un iPod bajo el brazo, tendría que haber salido corriendo. Pero no lo hice. Y así me va.
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