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‘The Office (USA)’, cuando el humor absurdo se hace género…

Publicado el 05 octubre 2012 por El Ninho Naranja @NinhoNaranja

Contrario a lo que uno podría considerar “la norma”, la adaptación estadounidense de ‘The Office’ parece superar a la original británica en muchos aspectos. No alcanza –ni tampoco sobra- hacer mención del rotundo éxito de aquella a nivel cantidad de espectadores, de temporadas y premios, no. The Office U.S. ha logrado trascender en múltiples dimensiones a su par europea (según el juicio de este humilde opinante, claro), generando una lealtad incontestable en millones de consumidores de humor a lo largo del mundo.

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Pero este análisis no tiene por objetivo cotejar versiones, encontrar un ganador y hacer leña con los defectos de un perdedor. De hecho, The Office U.K. es un producto humorístico de gran calidad. Quizás su falta de éxito (en comparación a su prima americana) se debió a un choque cultural, es sabido que el humor británico es muy diferente al humor “yankee”, tanto como es sabido que éste último es el que más se ha difundido globalmente las recientes décadas. Considero este choque como la única razón por la que The Office U.K. no ha logrado ser una de las mejores series de la historia, etiqueta con la que sí me atrevería a calificar a The Office U.S. (de ahora en más “T.O.”), y a justificar esta aseveración me dispongo ahora mismo.

Como humorista y adicto al humor en todas sus vertientes, admiro el manejo rítmico de T.O., que sin hacer uso del respaldo de los “reidores en off” logran hacer explotar la carcajada estentórea constantemente, y a la vez colar chistes sutiles en comentarios aparentemente aislados y situaciones paralelas. He visto en promedio tres veces cada capítulo y cada vez he encontrado una broma nueva, una palabra suelta, una cara de un actor en segundo plano, siempre algo más. La velocidad narrativa con la que se desarrolla la acción es altísima, de las más altas que he visto, tanto es así que muchas veces he tenido que pausarla (la veo online) para poder terminar de reírme y no perderme nada.

No obstante la masiva e indiscutible aceptación que ha tenido mundialmente, me sigo encontrando no con detractores pero sí con personas que “no la entienden”, y paso a describir las razones (según yo) de este primer obstáculo.

1.- Dirección de arte heterodoxa: mérito heredado 100% de su prima británica, en la que se juega con las cámaras para crear ambientes impensados en otras series, digo mérito porque me parece uno de los factores únicos que han marcado el mundo televisivo. La innovación de ese característico aspecto de “falso documental” que otras series han repetido (algunas comparten productores con T.O.) y que para siempre será identificada como dirección “a lo The Office”. Primeros planos, inserts a través de persianas, pequeños y veloces movimientos de zoom, sin contar el juego sutil y esporádico de los actores con el “equipo de filmación”, que te mete y te saca de la cotidianeidad del relato. Este trasgresor método suele generar ruido en la audiencia en un primer instante, momento en el que no comprende qué está viendo, si algo en broma (¡no hay risas de fondo!) o algo serio pero muy absurdo. Si se logra superar esta primera confusión, se está por buen camino.

2.- Construcción de personajes: nuevamente mérito de Ricky Gervais (creador, productor de T.O. y protagonista de T.O. U.K.), la gran profundidad y sublime edificación psicológica de cada uno de los personajes es digna de premios de literatura. A primera vista pueden llegar a percibirse exagerados, “caricaturescos”, a la mayoría nos generó esa primera sensación, pero con el correr de los capítulos se logra entender sus personalidades, que a su vez se van sutilizando con el paso de las temporadas. Trascienden sin dudarlo los estereotipos, T.O. no se preocupa por hacer personajes que puedas tragarte a la primera. El premio para el espectador está en la disciplina y en la constancia. Hasta los actores de reparto fueron magistralmente pensados: la señora gorda y “mayor “ que tiene su costado sexual fetichista, el típico gordo “tonto” que además es un crack en los juegos de apuestas, todos son geniales. Pero la cereza, claro, es el personaje principal  (Steve Carrell) que es una obra de arte en sí misma. Humorista frustrado, actor frustrado, cineasta frustrado, con problemas de autoestima, un estúpido social, un tarado en todos los aspectos imaginables, hasta que toca ponerle el pecho a algo realmente importante y ahí es cuando se entiende por qué es gerente (ocurre tres o cuatro veces en la serie, y son emocionantes).

3.- Calidad actoral: supongo que el trabajo de casting fue hecho en persona por Ricky Gervais, sea quien sea que haya sido hay que aplaudirle de pie. El reparto de T.O. es uno de los más flexibles y multifacéticos que he tenido la suerte de atestiguar en mi cuarto de siglo de existencia. Seguramente bien dirigidos por los genios tras las cámaras, pero los despliegues de talento actoral en escena son de intensidades impensadas. Estas cosas llegan a apreciarse en su máximo cuando uno ya pasó la instancia de “entender” sus personalidades, punto tras el cual uno percibe los sutiles cambios de las mismas y lo sorpresivo de algunas actitudes, frases, gestos. No es sorpresa que les hayan llovido los premios como les han llovido en estas ocho temporadas (van por la novena).

4.- Multiplicidad narrativa: la trama sobrepasa por muchos años luz la profundidad media que manejan las comedias televisivas. La típica historia de amor subyacente en este caso se complejiza y prolonga durante varias temporadas, manejada de forma exquisitamente pensada. Los momentos emotivos están dosificados con inteligencia y racionalidad, y siempre alternando con adecuados injertos de humor que logran llevar eso de “te hará llorar y reír” a su punto más literal. Reirás y llorarás en simultáneo. O al menos así me pasó a mí. Sí, sí. He llorado viendo ‘The Office’, y no pocas veces. No me avergüenza decirlo. De hecho, recuerdo esos momentos a los que me refiero y me emociono otra vez.

Steve Carrel al frente de un equipo disparatado y surrealista

En conclusión, es una serie sutil, sumamente contextual y si bien sus capítulos son “unitarios” no se puede apreciar del todo su calidad artística ni humorística viéndolos sueltos. Mejor dicho, para disfrutar al 100% de esta serie conviene verla desde el principio y en orden, no pasará mucho hasta que el lector entienda a qué me refiero con esto. ‘The Office’ es un hallazgo, un antes y un después en mi vida como humorista y consumidor de humor. Daría dos dedos de mi pie por borrar de mi memoria lo ya visto y poder volver a verla toda desde cero. Pero no puedo, y la verdad poco más da. Para ser sincero, me sé cada diálogo de cada capítulo de cada temporada y al volver a verlos me sigo riendo.

En pocas palabras: podríamos decir que la recomiendo.


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