Revista Cine
Director: William A. Wellman
Lo que son los contrastes... La semana pasada me veían feliz por haber visto los westerns de Howard Hawks... Esta semana, apenas si he podido ver "Mandy", lo último de Panos Co..., de Nicolas Cage. No crean que no he visto ni comentado nada en estos dos últimos días porque andaba feliz de parranda con motivo de las fiestas patrias y todo ese cuento (ni siquiera colgamos la bandera, como al parecer corresponde), simplemente no pude porque, el martes, sí, no me pude restar de una pequeña junta familiar, y el miércoles, demonios, entre esos putos niños y los malditos perros, en serio, todo el día haciendo ruido por las puras, y uno así no puede ver películas, no me vengan a decir que uno debe abstraerse, concentrarse en la película y no en lo demás, porque eso es imposible, pero lo que en estos días parece imposible es que alguien se queje del ruido, porque el ruido es el nuevo estilo de vida, o quizás sólo sean palabras y quejas de amargado. Como sea, hoy pudimos ver "The Ox-Bow Incident", western dirigido por William A. Wellman, protagonizado por el maravilloso Henry Fonda y, acá el dato importante, el dato crucial, esencial, elemental: tiene apenas hora y cuarto de metraje. Si hubiera durado, digamos, hora y media o dos horas, entonces no habría podido, porque llegado el negro final de la película, ¡bum!, como por arte de magia el barullo del pasaje, y yo pensando, "¡justo a tiempo!". Oye, si ni con el viento helado ni con las lluvias ni los truenos ni los granizos (¡granizos en septiembre!) esta gente deja de celebrar como los autómatas en masa que son.
Y de los peligros de la conducta en masa, de "razonar" en masa es de lo que nos habla, así en palabras simples, "The Ox-Bow Incident", desoladora película, punzante película, precisa y certera película, que en su hora y cuarto de duración nos ofrece, además de una excelente narración (o mejor dicho: a través de), amén del guión de Lamar Trotti (que entre sus créditos veo que escribió "Young Mr. Lincoln", dirigida por John Ford y también protagonizada por Fonda) y de la dirección de William A. Wellman, una potente y profunda reflexión sobre la Justicia, pero no sólo en un sentido legal, constitucional, institucional, sino que también en un sentido humano, apelando a la naturaleza y la condición humana, a la compasión, a la consciencia, a la moral, etc., que pueda protegernos aún cuando no haya autoridades competentes cerca (porque sería fácil andar linchando a todos al menor grito de cualquier fulano, o si no vayan a twitter), todo a partir de un hecho, el asalto a un ganadero que queda baleado y presumiblemente muerto, narrado a los hombres del pueblo por un solo sujeto, el que llega con las malas nuevas y con los ánimos exaltados, exaltando el ánimo de los demás hombres, ya vehementes, indignados ante el asesinato de su amigo, ante lo cual no pueden sino agruparse y partir en la búsqueda del o los asesinos, a quienes lincharán porque en la Justicia ordinaria no se puede confiar (todo eso del "juicio justo" es cuento de estafadores) y si uno quiere impartirla debe hacerlo por propia mano, ¡y que se atreva alguien a contradecirme!, porque, además, el sheriff no está, y si no está el sheriff para imponer orden, entonces, demonios, alguien debe ponerse los pantalones por los demás. Así, Henry Fonda se halla en medio de todo este entuerto, se une al grupo esperando poder influir a favor del juicio justo (es decir, en contra del linchamiento), y ya no es necesario decir más, pues la película habla por sí misma, es rabiosamente elocuente, tristemente elocuente, y como dije, está notablemente actuada (y está, aparte, Henry Fonda, un verdadero titán del cine, y eso que acá por momentos su personaje no interviene mucho, en realidad bastante poco, porque el suyo es un espectador, impotente, que a fin de cuentas nada puede hacer, y cómo lo expresa Fonda, ese grandioso actor, que nunca me canso de decirlo, es un verdadero placer verlo actuar, un lujo verlo en la pantalla), genialmente escrita y excelentemente dirigida, y no puedo perder la oportunidad de mencionar lo bello y delicioso, no obstante sencillo, que me pareció lo del inicio y el final de la película: mismo plano, un abismo de sensaciones e impresiones entre medio; un llegar con problemas, problemillas digamos, pequeñeces incluso, y un irse con un peso aplastante en las espaldas...
Sí señor, gran película... Imperdible, un ejemplo de narración, de desarrollo de personajes y conflictos, y de dirección, con esas imágenes cargadas de dolor, porque siempre resulta doloroso ver cuando la razón y la capacidad de reflexión se ven enmudecidas y enceguecidas por la violencia, el odio, qué sé yo, la lista no acabaría nunca.
Y por si fuera necesario decirlo (es redundante decirlo), no lo duden, seguiremos con los westerns...