El director, Eduard Cortés, ha decidido componer una película de timos de las de siempre, quizá la opción más fácil pero un producto muy entretenido, y eso no es poco.
La vida de película de Gonzalo García-Pelayo y su familia admite muchas películas, y esta es solo una de ellas. Se podría haber hecho una comedia negra, una farsa despendolada, un documental, un thriller de intriga o un retrato social de tintes dramáticos sobre el ascenso a la cúspide de la sociedad, y, sin embargo, Eduard Cortés, con la ayuda de su habitual co-guionista, Piti Español, ha decidido componer con The Pelayos una película de timos de las de siempre.
Era, quizá, la opción más fácil, seguramente la más comercial, aunque eso aún está por ver, pero vaya por delante que estamos ante un producto muy entretenido, y eso no es poco con los tiempos que corren. Productor musical, apoderado de toreros, de jugadores de póquer, locutor de radio, director de cine (en algún caso coqueteando con el porno) y, sobre todo, jugador profesional de ruleta en los casinos de medio mundo, García- Pelayo embarcó a buena parte de su familia en una aventura más grande que la propia vida, en una aventura de película.
Y ahí es donde entra el estilo que Cortés ha estampado a su relato. Al ver Ocean’s eleven nadie piensa que estamos ante una película verosímil; es un entretenimiento de lujo, y punto. En cambio, la vida de los Pelayo desbancando casinos es pura realidad y Cortés, en lugar de intentar justificar su historia por medio de elementos formales que le otorguen esa credibilidad, y quizá consciente de su carácter inverosímil a pesar de ser verdad, lo que ha hecho es despojarla de elementos realistas a través de la forma (fotografía, montaje, acelerones…) e incluso del fondo (con un retrato de caracteres muy estereotipado, comenzando por la banda y terminando por el villano, aquí el gerente del casino de Madrid). Aunque lo bueno de todo ello es que el retrato de la banda, cada uno con su peculiaridades, funciona bien, y que el subtexto principal (el de un hijo que no persigue sus propios sueños, sino los de su padre) ejerce de contrapunto emocional al divertimento general. Cabe destacar la actuación del gran Miguel Ángel Silvestre, hace de un jóven de 22 años con muy pocas luces y muchas ganas de juerga, un papel muy alejado al que normalmente nos tiene acostumbrados. Si tenéis ocasión de ir al cine estos días, os recomiendo The Pelayos, pasareis un buen rato y además conoceréis todo lo que vivieron esta particular familia de genios.