The Running Man; Caza al espectador

Por Nacho Cañas.

Basada en la novela de Stephen King, publicada bajo el seudónimo Richard Bachman, la película nos traslada a una distopía donde el entretenimiento y la violencia se mezclan sin pudor. La historia sigue a Ben Richards, un ciudadano acusado injustamente que se ve obligado a participar en un concurso televisivo mortal: sobrevivir significa escapar de los “hunters”, asesinos convertidos en estrellas mediáticas. The Running Man; Caza al espectador Desde los primeros minutos, la película impacta con ritmo, carisma y una crítica social sutil, combinando elementos retro y tecnológicos en un universo visualmente hipnótico. Sin embargo, a medida que avanza, la energía inicial empieza a chocar con el propio tono de la película, atrapada entre la sátira ochentera que la hizo icónica y la necesidad de parecer seria y actual. El resultado es un espectáculo vibrante, que entretiene y provoca reflexiones sobre la obsesión de la sociedad moderna con el espectáculo, aunque no siempre logra mantener el equilibrio narrativo que promete su arranque.The Running Man brilla desde el primer plano gracias a la combinación visual que Edgar Wright sabe manejar como nadie. La película alterna luces frías con saturaciones neón que recuerdan tanto a Blade Runner 2049 como a la energía visual de Baby Driver, generando un mundo retrofuturista que atrapa al espectador. La ciudad distópica se siente viva y peligrosa, y los elementos tecnológicos se mezclan con lo ochentero sin esfuerzo aparente. Cada persecución, cada plano de acción, está diseñado como un espectáculo, donde la composición y el color trabajan al mismo tiempo que la narrativa. Sin embargo, esta perfección visual tiene un coste: cuanto más espectacular es la puesta en escena, menos creíble resulta el mundo interno de la historia. La ambientación impresiona, pero a veces parece una postal de un futuro exagerado, más que un espacio donde los personajes puedan realmente existir. Esto no resta disfrute, pero sí genera una pequeña desconexión entre forma y fondo. The Running Man; Caza al espectador
Ben Richards, interpretado por Glen Powell, es un protagonista con carisma y cierta profundidad emocional, pero también con limitaciones. Powell logra transmitir tanto la vulnerabilidad como la determinación del personaje, haciéndolo creíble dentro de los límites del guion. La evolución de Richards es clara y sólida, aunque algo predecible: pasa de víctima a héroe, con momentos de duda y resistencia que funcionan, pero sin sorpresas. Los personajes secundarios complementan bien la narrativa: Josh Brolin como Dan Killian muestra el poder manipulador desde las sombras, mientras que Colman Domingo encarna la cara amable de un sistema podrido. Aun así, algunos arcos quedan relegados a clichés, y en ciertos momentos, la película parece más interesada en su espectáculo que en explorar la complejidad de los personajes. El desarrollo es entretenido y suficiente para sostener la trama, pero no llega a sorprender.

La historia se mantiene fiel al espíritu de la novela original: un espectáculo televisivo que mezcla violencia y entretenimiento extremo. La primera parte funciona como una sátira brillante sobre la obsesión mediática y el voyeurismo moderno. Sin embargo, cuando la película intenta dotar al relato de realismo y convertirlo en una crítica seria sobre la manipulación de los sistemas de poder, el equilibrio se pierde. La ambigüedad entre fábula exagerada y relato verosímil genera momentos en los que no se sabe si Wright se burla del propio guion o espera que lo tomemos en serio. La narrativa entretiene, pero flaquea en la coherencia de su universo. Es una película que se siente extrema y llamativa, pero con decisiones argumentales que podrían confundir al espectador sobre qué tono realmente quiere transmitir. The Running Man; Caza al espectador

La música de funciona como un narrador adicional. La banda sonora refuerza la tensión de las persecuciones, acompaña el humor negro y convierte los momentos de acción en secuencias casi coreografiadas. Su tono irónico se combina perfectamente con la dirección visual, haciendo que la película mantenga un ritmo constante y estimulante. La música eleva la experiencia sin robar protagonismo a la historia, y contribuye a que la primera hora de la película sea dinámica y adictiva.A nivel de entretenimiento, The Running Man cumple de sobra. El ritmo es vertiginoso, las escenas de acción mantienen la atención y la ironía de Wright hace que cada secuencia tenga doble lectura: puedes disfrutarla como espectáculo o percibir su crítica social. Sin embargo, la alternancia de tono y la falta de coherencia interna pueden hacer que, en algunos momentos, el espectador sienta que el mensaje se diluye. Aun así, es una película adictiva, divertida y con suficientes elementos para mantener al público enganchado. The Running Man; Caza al espectador
El montaje es ágil y casi musical, otra marca registrada de Wright. Las persecuciones están coreografiadas con precisión, los cortes refuerzan la tensión y la narrativa visual avanza sin pausas innecesarias. Incluso cuando la trama se dispersa o el guion pierde fuerza, la edición logra sostener la atención del espectador y mantener la sensación de velocidad y peligro constante. Es uno de los aspectos más sólidos de la película, donde forma y técnica se combinan de manera sobresaliente.

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##check## Lo bueno

Glen Powell, sólido y magnético en el rol principal.
La dirección visual y el ritmo de Edgar Wright, siempre entretenidos.
Crítica a la cultura mediática que sigue siendo relevante y atractiva.

##times## Lo malo

El tono oscila entre sátira y realismo sin definirse.
Universo interno que pierde credibilidad en algunos momentos.
El exceso visual puede diluir el mensaje de la película.