
El director británico Edgar Wright se confirma como uno de los realizadores más solventes de la actualidad con la estimulante The Running Man (2025), un fantástico entretenimiento de acción, suspense y ciencia ficción, endiabladamente divertido y con un mensaje crítico sorprendente. Basada en una novela de 1982 de Stephen King -que ya fue adaptada en 1987 como vehículo para Arnold Schwarzenegger-, el argumento dibuja un futuro distópico que no es más que una exageración del capitalismo salvaje actual, con sus desigualdades, trabajos precarios que rozan la esclavitud y llevando al extremo la ausencia de un sistema sanitario público. Un tipo de clase obrera en paro, Ben Richards (Glenn Powell), intenta pagar el tratamiento médico que su hija necesita -mientras su mujer (Jayme Lawson) prácticamente se prostituye- apuntándose a un reality show en el que puedes hacerte multimillonario si consigues escapar de un grupo de asesinos que, literalmente, te persiguen para acabar con tu vida. Con este sencillo argumento, Wright fabrica una road movie con la forma de una persecución sin descanso, en la que Richards corre por su vida mientras se va cruzando con diferentes personajes que pueden ayudarle -William H. Macy, Daniel Ezra, Michael Cera o Emilia Jones-, con una estructura episódica, casi de serie de televisión. Richards se enfrenta al mefistofélico director de la cadena, Dan Killian (Josh Brolin), a un histriónico y demagogo presentador -estupendo Colman Domingo- y a un grupo de matones a sueldo paramilitares y de estética fascista -Lee Pace, Karl Glusman- en una montaña rusa de secuencias hitchcockianas en las que un falso culpable en toda regla debe correr por su vida en escenas de acción trepidante y espectacular. La pericia de Wright para la planificación y un montaje frenético consiguen que el ritmo no decaiga casi en ningún momento, todo salpicado de un sanísimo sentido del humor que salva cualquier situación inverosímil. Pero el verdadero hallazgo de The Running Man es haber dado con un héroe tan recto moralmente como enfadado con el sistema que se convierte en el símbolo de una masa enfurecida que pide un cambio en unos Estados Unidos que se parecen demasiado a los que ya conocemos. Solo falla la anticipación en colocar a la televisión como la gran representante del mal, cuando las grandes cadenas han sido desbancadas por nuevos malvados como las plataformas digitales o las redes sociales que nos dividen y nos hipnotizan. Peliculón.
