Revista Cine
Director: Robert Wise
No lo dije ayer, pero ¿no les parece que Lawrence Tierney se parece un poco a Ben Affleck (acá lo dejo bien claro)? Sé que el sentido de la oración debería ser a la inversa (por coherencia cronológica, claro), pero qué quieren que le haga, a veces vivo en el mundo al revés. A propósito, recuerdo que una vez un profesor me dijo "joven, en el mundo al revés, usted sería un buen alumno... ¡pero no estamos en el mundo al revés!". Confieso que, en realidad, el protagonista de esa historia no fui yo sino un compañero sentado más adelante, pero de repente recordé tal exabrupto y me pareció gracioso traerlo a colación. Lo que es yo, a mí nunca me pasaban esas cosas, sin embargo no me quejo porque, vamos, ¿para qué llamar la atención? Con todo, la conclusión es la misma: a la mierda el colegio, ¿cierto? Como sea, hoy no es Lawrence Tierney quien protagoniza sino que Robert Ryan, y sólo por su interpretación "The Set-Up" ya es visionado obligado, pero mejor seamos honestos: estamos ante una modesta gran maravilla, ante una tremebunda muestra de cine. No es por nada, pero yo que ustedes la voy a ver de inmediato...
"The Set-Up" toma derroteros diferentes de los que cabría esperar, sobre todo si consideramos que el interesante entuerto central, el conflicto que pone los motores en marcha, es la curiosa manera en que se amaña una pelea: un viejo a mal traer pelea con una joven promesa y, a pesar de que los pobres antecedentes del viejo no aboguan por él, la orden es que caiga en determinado momento; su manager, en un alarde de confianza en las capacidades de su representado, no le cuenta al boxeador el trato acordado con la certeza de que de todas formas el pobre diablo perderá (y así se evita pagarle su trozo del pastel), sin embargo nuestro protagonista despierta con la inequívoca sensación de que se aproxima su gran noche, su gran triunfo, sin saber que un plan fraguado a sus espaldas está en movimiento...
¿Una putada o una putada? El brillante guión de Art Cohn (basado en un poema de Joseph Moncure March) nos sitúa de lleno en la tragedia que se cierne sobre el pobre Stoker Thompson, pero su historia no trata realmente de mafiosos y tramas criminales como de desgarradores conflictos morales y crueles jugarretas del destino; podríamos decir que, en esencia, "The Set-Up" es un drama narrado en calidad noir: un drama cuyo gran motor narrativo no es la acción como la reflexión, la duda, la introspección, la relación del hombre con su medio y consigo mismo (un conflicto eminentemente existencial). Un drama sobre luchas, colisiones perpetuas: el sueño versus la desesperanza, las cegadoras luces del ring versus las insondables sombras del callejón, la victoria versus la derrota, la vida versus la muerte...Un profundo estudio de personajes acechados por lo más bajo del ser humano y de la sociedad; una certera (como un brutal derechazo) y desmitificadora deconstrucción del mundillo del boxeo y de la clase desamparada estadounidense, aquella que para sobrevivir debe golpearse sobre el escenario: la miserable supervivencia como espectáculo, el boxeo para obtener migajas de pan y no para tocar la gloria. No señor, "The Set-Up" nos muestra lo más bajo de lo bajo, el lugar donde los sueños mueren destrozados en mil pedazos: se necesita un golpe para caer del cielo al infierno. De esta forma, Robert Wise crea una atmósfera cargada de ambivalencia y de contrastes, de lirismo a fin de cuentas, que reflejan y expresan a la perfección (¡qué fotografía, por dios!) las intenciones del guión. Así, con una brillante construcción y ejecución de la tensión y el tempo cinematográfico (el arribo de la pelea como maldición, el destino tan incierto como sellado: ¿vencerá y, de paso, se condenará a sí mismo, o perderá, salvándose aunque no lo sepa pero de igual forma sometido a una vida de miserias?: Oh, maldita vida que hace que una victoria sea tu perdición y una derrota, tu salvación), sin mencionar el angustiante tratamiento de la moral y de lo que se avecina, nos adentraremos en los sueños y miedos de un puñado de personajes mientras hacen lo único que pueden hacer: aceptar las cosas y esperar lo mejor, hacer lo mejor. Lo mejor, sin duda alguna, es la descarnada interpretación de Robert Ryan, el perdedor que aún tiene esperanzas de triunfar...
Terrible y descorazonador relato, grandiosa obra maestra.
¿Qué harían ustedes en los zapatos de Ryan? ¿Qué se puede hacer en estos casos?