Revista Cine
Creadores: Guillermo del Toro & Chuck Hogan
Hace no mucho -en realidad, hace nada más un par de días- les comentaba qué me pareció "Cronos", la opera prima del mexicano Guillermo del Toro, cinta que, se dio la casualidad, es de vampiros, calzando justo con esta retrospectiva vampírica que, para mayor coincidencia, calzó con el final de esta serie hecha para FX -fearless-, una adaptación de la trilogía homónima de los dos hombres arriba destacados en negro. "The Strain" comparte muchas cosas con "Cronos", la mayoría de ellas fallas, pero es cierto que el tiempo no pasa en vano y el mexicano, asesorado por Hogan y una mesa de guionistas y directores varios, puede corregir aunque sea mínimamente errores que pueden hacer de algo insufrible una cosa más pasable -aunque sugiero que no se hagan ilusiones-. La primera temporada -segunda confirmada- no es nada del otro mundo, y tiene más fallos que aciertos, pero al menos estos últimos logran que se pueda disfrutar, hasta cierto punto nada más -y disfrutar es decir mucho, a mi parecer, al igual que decir aciertos-, la segunda parte de esta primera temporada. Decepcionado no estoy porque no soy admirador de del Toro y sabía que esta no iba a ser la excepción, pero igualmente quedé frío e indiferente.
Son varias las tramas que confluyen en una sola: una plaga de vampiros llega a New York a destruir todo a su paso, a dejar que la maldad se apodere del alma de todos y, en sentido figurado, dejar que la oscuridad lo domine todo. La trama más importante, o más bien dicho las tramas, son las que involucran a un doctor de la CDC -especialistas en plagas, enfermedades, contagios, etc.- y a un viejo anticuario cazador de vampiros.
Nada nuevo bajo el sol. Frase que parece caer como anillo al dedo a propuestas vampíricas que no tienen nada que ofrecer, ni en lo estético o argumental o narrativo o mitológico. "The Strain" es el ejemplo perfecto de convencionalismos unidos uno tras otro, formando una larga cadena que ya sabemos a dónde nos lleva, y más importante aún, cómo acaba. Los distintos finales variarían o bien si la serie es cancelada o bien si se gana otra temporada más de agonía: o cerrar todas las tramas o abrir una pequeña ventana para permitirles vivir otro tiempo más. Suele pasar y se nota cuando es el segundo caso, especialmente en series que no dan para mucho, argumentalmente hablando; tengo previsto que la segunda temporada será el mismo mar de convencionalismos unidos como un ciempiés.
Pero me estoy adelantando, mejor volvamos al principio, a cómo comienza todo este entuerto: un día cualquiera, un avión aterriza en el aeropuerto de New York y las cosas no parecen ir muy bien con él -cero misterio, pues al inicio vemos que una fuerza maligna se desata-; que está muy frío, que los pasajeros están muertos, que tal cosa u otra, el asunto es que los de la CDC llegan y hacen sus estudios, que una nueva enfermedad nunca antes vista, que qué demonios harán, cómo enfrentar el pánico, pura burocracia e ideas al tuntún, y así hasta muchos episodios después. Ahora le toca el turno al anticuario cazador de vampiros, que ve en las noticias todo lo que acontece: sabe que algo más está sucediendo, sabe que una nueva batalla se aproxima. Desde luego que ir donde los doctores a decirles que todos son vampiros, especialmente si eres un viejo de ochenta años, es ineficiente pues los racionales hombres de la ciencia atribuyen todas esas locuras a la demencia senil. "Bueno, en fin, qué se puede hacer, tendré que combatir a los vampiros solito solo". Mientras el anticuario vuelve a las andadas, los doctores chocan con las paredes, se tropiezan con sus propios pies y se dan cabezazos entre sí. Y mientras tanto, vemos las actividades de los malos, tan poderosos que podrían comprarse al mismito presidente de los Estados Unidos. Y entre medio hay otros personajes como un cazador de ratas, un mexicano desempleado y mucha fauna más de personajillos, a los que ya me referiré, no lo duden, señoras y señores. Todo lo anterior que les he dicho no es más que poco más de la mitad del piloto, a partir de lo cual ustedes ya se podrán imaginar cómo suceden los demás episodios: una repetición de los mismos síntomas una y otra vez. Cero sorpresas -quizás una o dos, y leves, como para levantar una ceja, no salir eyectado del asiento-, amén de una trama sin ninguna pizca de originalidad. Podrían hacer el ejercicio de confeccionar una lista con todas las cosas que creen pueden suceder, y a medida que corran los episodios, tachar las que efectivamente vayan sucediendo; los resultados serían previsibles: la lista estaría casi en su totalidad tachada -y eso si deciden llevar a cabo el ejercicio, o ya que estamos en ello, ver la serie-.
Mencionaba el final porque se nota forzado por el hecho de haber segunda temporada: bien pudo terminar en ese momento y concluir con un poco de dignidad, pero ahora los tipos van a alargar el chicle durante quién sabe cuánto. Quiero decir que uno lo ve y dice "ahí se viene el final, ahí se viene-.... ah, ok, bueno, algo tenía que quedar abierto, ¿no?". En el fondo estamos ante una historia sin identidad, una historia bastarda y mercenaria, simplemente esperando por la venia de los peces gordos, y no por consideraciones artísticas -aunque poco arte se le puede pedir a la televisión, sólo hay pocas excepciones-. Nada más vean el caso de "Boardwalk Empire" en HBO: pudo haber tenido su buen par de temporadas más, pero su creador decidió que sería innecesario y dañino para tan genial serie, y finalmente, ahora en estos días, se está concluyendo sin obligaciones ni líos económicos, nada más la auténtica decisión del creador. Son las diferencias que determinan la calidad de toda serie o película.
Un pequeño detalle que quiero agregar a lo anterior: no he leído los libros, no tengo la más mínima intención de leerlos, y digo esto porque el final de la primera temporada puede haber sido perfectamente fiel a la obra literaria, lo que destruiría por completo mi alegato en contra de decisiones económicas por sobre artísticas. Puede que haya algo de razón en ello, pero no olvidemos que hoy en día cuando piensas en una idea para la literatura mainstream, por defecto se concibe como una trilogía, así que quizás los tipos estaban escribiendo el final del primer libro y pensaron: "Hey, no podemos cerrarlo todo acá, recuerda que ésta es una trilogía", "Cierto socio. Ok, abramos el final y luego inventemos algo para sustentarlo". De todas formas, estas son puras especulaciones mías, lo que no quita que una adaptación debe ser independiente de la obra en que se basa, pues se da por descontado que el nuevo formato viene también con una mirada -muy o un poco- distinta; no todo tiene que ser al calco y, tal como lo veo yo, esta serie podría haber tenido esta única temporada y todos nosotros felices. Estoy seguro que desde los espectadores más exigentes y avezados hasta los más casuales y distraídos, ante el final que se les ofrece, reaccionarían con la misma interrogante: "Pero vamos, ¿que eso no es hacer trampa". Así es, trampa en todo su esplendor. Y lo peor es que hay muchos que pican el anzuelo y permiten que todo siga funcionando tan fríamente. El punto, el gran punto, como si hiciera falta mencionarlo de nuevo, es que el final de temporada es obvio, forzado y anti-natural. Todo este lío que armé no quita que la trama en sí misma carezca de originalidad, gracia y audacia, lo que me lleva al otro ingrediente insípido de la fórmula de del Toro: los personajes.
Más clichés, dios santo: Ephrain, el doctor de la CDC, ex-alcohólico, tiene un hijo con su, era que no, ex-esposa. Razones hay muchas: el mencionado alcoholismo, el egoísmo, necesidad de control, dedicación al trabajo por sobre la familia, etc. Al pobre le sucede algo que uno nunca se hubiera imaginado: al principio del piloto tiene una cita con su ex-esposa y una psicóloga para hacer terapia (ex) matrimonial; el tipo asiste como padre responsable que quiere dar buena impresión, pero terriblemente para él, lo del avión con pasajeros muertos sucede justo en la mitad de la cita, en la que no le iba yendo muy bien, de seguro porque la psicóloga tenía una fuerte vena feminista. Tiene que decidir entre dejar la cita para tener mejores derechos de custodia, o acudir al llamado de la CDC para ver qué demonios pasa con lo que podría ser el brote del siglo. El deber llama, especialmente si eres el jefe. Lo curioso es que a la psicóloga no le importa y sigue escribiendo en su libretita: "prefiere intentar salvar vidas que hacer un esfuerzo por dar una buena imagen ante mí". En fin, pobrecito Ephrain, primer hombre que adolece de lo anteriormente descrito.
El otro personaje importante, el viejo anticuario de apellido Setrakian, también es una cumbre de clichés: no es cazador de vampiros por simple buena voluntad y con fines desinteresados; en realidad, él tenía una amada y la perdió a manos de, eehhmm... ¿hombres lobo? ¿zombies? ¡Vampiros! Eso, eso, eso. Venganza, ok. ¿Qué más? Es judío, prisionero en un campo de concentración, tiene habilidades prodigiosas que llaman la atención del jefe nazi del campamento, etc., todo lo cual lleva a que esta lucha entre vampiros y humanos tiene también tintes culturales y religiosos, pues los vampiros están asociados con nazis, y ya sabemos que muchos vampiros tienen una idea de supremacía, que a todo esto, es mucho más justificable, pues en cierta forma, los vampiros son superiores a nosotros, ¿no?, al menos realmente son una raza distinta. El punto es que más parece judaísmo versus nazismo que cualquier otra cosa, y eso me suena a propaganda. Mejor me detengo antes de que me acusen de antisemitismo... o de ser un brujo.
Los otros personajes no se alejan mucho de los típicos moldes, pues tenemos también a un viejo millonario que es capaz de todo menos ser inmortal, por lo cual se alía con los vampiros -y el lacayo nazi-. Me recuerda a "Cronos", en la que un viejo millonario, con lacayo y todo, también buscaba la inmortalidad, encontrando rivalidad en un simpático viejito anticuario mexicano. Los moldes le gustan a del Toro, eso está claro.
Como si lo anterior no fuera suficiente, luego del piloto, bastante bueno en mi opinión -la simplista visión de del Toro no evita que al menos dirija mejor que sus pares televisivos, lo cual resulta preocupante-, la historia no va a ninguna parte hasta el episodio ocho, que es cuando ocurre la, adivinen, agrupación de todos los personajes que nos han lanzado a la cara. Antes de eso es lo de siempre: cada uno por su lado, dando tumbos y haciendo el ridículo, provocando, justamente, que la historia no avance nada. Luego de la agrupación la cosa se pone interesante y la historia sí da luces de estar mejor pensada, o al menos mejor organizada. El episodio ocho y el nueve me parecen también bastante buenos. Lo cierto es que, independiente de que los últimos cinco episodios sean muchísimo mejores que los que le anteceden, se nota que el guión de la temporada completa no es nada brillante. Y esto me molestó bastante: hay una especie de grupo comando anti-vampiros que aparecen, en total, cuatro veces. Sólo eso. La primera de ellas siendo el tan mal visto y de mal gusto recurso de ser la casualidad salvadora: todo está perdido y, ¡zas!, entran ellos a salvar la función. Realmente ridículo y uno de tantos síntomas que revelan un guión y una trama en general débil y efectista. Además las actuaciones son bastante malas, pobres y en algunos casos irrisorias. Sólo salvaría a los dos principales, el doctor y el anticuario judío salvador. Todos los demás a la basura, por dar pena.
Ya estoy comenzando a cansarme de verdad, así que me voy a apurar; por suerte estoy en lo último que quiero criticar con fiereza. Guillermo del Toro se llenó la boca durante la etapa de promoción diciendo que sus vampiros no eran como los de "Crepúsculo", que éstos son verdaderos vampiros, verdadera mitología vampírica, y que la serie iba a ser oscura y sórdida. Puro humo, puro blablá, pura cháchara. Para empezar, del Toro aboga por vampiros bestiales al estilo infección-pandemia: un gusano se mete en tu organismo y hace milagros, como que sólo necesites sangre humana para vivir y que la luz del sol te liquide en el acto. Nada de malo en ello, pues de haber sido de otra forma, entonces la CDC no tendría razón de ser, y al parecer la CDC -que ha aparecido bastante últimamente en series y películas: ¿Intentando convencer a la gente de la genialidad y honorabilidad de esa institución?- era absolutamente necesaria. Lo que realmente me molesta es que el tono no es nada oscuro ni adulto: es sólo para adolescentes morbosos. Hay violencia, en ocasiones un tanto gore, pero la cantidad de sangre no determina el nivel de adultez y oscuridad de un relato, sino la sustancia que hay en ella, y en esta serie, para sufrimiento (¿?) de del Toro, no hay nada de sustancia, pura hemoglobina barata.
Y oficialmente ya estoy cansado, así que me despido rápidamente diciendo que "The Strain" es una serie mediocre, cliché con ganas y sin pudores, pero que en el tramo final se vuelve interesante o entretenido o disfrutable o decente o pasable... elijan la palabra que quieran. De todas formas, no la recomiendo, hay mejores alternativas en la televisión estadounidense. De nuevo del Toro demostrando que es puro ruido y pocas nueces, mascota de la gran industria y carente de identidad audiovisual propia: sus intereses vendidos al mejor postor, y ahí tienen la segunda temporada para darse cuenta de ello.