Revista Cultura y Ocio
Estos últimos 15 días han salido multitud de discos, de los que poco a poco voy hablando aquí. Parece que muchos artistas se pusieron deacuerdo en el mes, y unos el 12, otros el 19 y otros el 26 han ido sacando sus obras.De las más esperadas, pero también de la que peores expectativas había hablaré hoy, el Comedown Machine de The Strokes. El problema de este grupo es que hicieron un debut escandalosamente bueno, y en el resto de sus trabajos no se han acercado ni por asomo a ese Is this it, sólo por momentos y en canciones (de sus segundos y tercer trabajo, además del sinlge de Angles) pero poco más. Después de su primer disco les llamaron "Los salvadores del rock", y ahora podemos decir que con Angles y éste nuevo disco se han convertido en unos muñecos rotos del rock, sin ningún temor a decirlo.
Todo viene derivado porque hace ya un par de meses puse aquí One way Trigger, dónde tanto tema, como sonido y las comparativas a Maná y A-Há no auguraba nada bueno. Con All the time, pudimos coger aire, y pensar que quizás no todo estaba perdido, pero no, le das al play y el primer tema Tap out ya te dice que el descalabro es de órdago, con ese tufo ochentero que ya dominó Angles y que no les hace falta para nada. Y a partir de ahí, que es lo que más duele, se ve que el grupo sigue teniendo potencial, pero que se han acomodado, han perdido el norte y son un cadáver musical que se arrastra o repta pidiendo ayuda. Welcome to Japan respira por la guitarra de Albert Hammond Jr, pero el aire está contaminado. 80s Comedown Machine ahonda en esa anodina senda del álbum, y es sin temor a decirlo la canción más coñazo que he oído en años. 50/50 puede ser un tema que despierta esperanzas al principio, y en cierto sentido podría ser el tema más rockero del disco, y potable. Slow animals vuelve a la lenta agonía de un disco que no hay por dónde cogerlo, qué pena de verdad. Partners in crime es otro intento fallido de canción rock, que al final es pop pachangero. Chances agoniza como la banda, como el disco, además de tener unos grititos espantosos de Julián Casablancas. Happy ending es un tema que ni fú ni fá, es que no hay dónde rascar. Call it fate, Call it Karma madre del verbo, qué final más malo para un disco horrible.
Pero ojo, hay que culpar a Casablancas y compañía por creerse esa imagen de dioses que muchos les otrogaron a partir de su primer disco. Los neoyorkinos se han conseguido meter en esa clase de élite de grupos, que hacen lo que les sale de las narices, y lo que les viene en gana con su música, sin importarles el miedo a darse una ostia del calibre de ésta, de la que hablo hoy, porque por mucho que caigan, siempre tienen una red de seguridad, pero llega un momento en que la red se rompe del peso. Por pésimo que sea el disco, que lo es, habrá gente que lo defienda y yo digo desde aquí que a la larga eso será su tumba. Os dejo con el único tema que me dice algo, All the time.