Mucho, mucho, mucho ha cambiado Barbara Pym desde 1961, cuando publica No fond return of love, hasta 1978, fecha de The sweet dove died. Es, de hecho, otra persona: ha atravesado el desierto, el olvido, la falta de lectores, la muerte editorial, y vive con un cáncer. Pero antes de que le llegue el fin, goza de un fugaz revival de dos años y medio, durante el cual escribe un libro y, aprovechando, saca otros dos de un cajón. Éste es uno de ellos: una novela seria, breve y gélida, escrita en torno a tres o cuatro temas desoladores.
Leonora Eyre está en el centro, o eso quisiera. Es una mujer mayor, perfecta y delicada. Su vida se llena -es un decir- leyendo una novela de Elizabeth Bowen o comprando un objeto victoriano que sea, como ella, perfecto, delicado e inútil. Es tan fina que habla de sí misma en forma impersonal.
Barbara Pym crea con este personaje un retrato distante de una mujer a punto de cascar. Bajo las grietas tal vez esté, como sospechamos, una amargada, una asquerosa, una mujer desvalida y repulsiva, una estirada, una pija absurda, una pobrecita, una snob.
¿Cómo conseguir que el lector se interese (y se conmueva) con un personaje así? Pues sujetando las riendas y jugando con la elipsis. Una lágrima y una contestación fría serán todo el exceso que la autora le concede al personaje. Mínimos recursos, máximo efecto.
Leonora Eyre, como decíamos, abre la novela con un conato de desmayo. Acaba de comprarse un libro victoriano en una subasta y, de pronto, pierde pie. ¿Será la emoción de pujar, será el calor o será, tal vez, el deseo de llamar la atención en una sala llena de hombres? Humphrey, un anticuario mayor, y su sobrino James, la sujetan en el aire y, después la invitan a comer. A Humphrey le empieza a interesar Leonora, que es de su edad, pero a ella le hace gracia el sobrino, que parece ser gay.
Esto apunta al sentido general de la novela, que Barbara Pym extraerá del triángulo Leonora-Humphrey-James, de las relaciones que éstos traban con los secundarios (James con Phoebe y con Ned, Leonora con Meg, con Liz y con Miss Foxe), y, en última instancia, de las que traban aquéllos con nuevas relaciones (Meg con Colin). El conjunto de vínculos que se establecen o se malogran en la novela dibuja un cuadro de soledad y resignación, de uniones inconvenientes que intentan forjarse contra el tiempo. Estamos muy lejos de las novelas cómicas de la primera etapa de Pym
Aquí no hay ironía, golpes de ingenio ni un narrador cómplice. Esto es la vida, parece decirnos Pym, no su equivalente en forma de novela. Y si antes nos había regalado un microcosmos con leyes internas que regían la evolución de los personajes dentro de un engranaje superior, ahora nos pone frente a un mundo que se parece al mundo real, no al verosímil: ciertos secundarios terminan por importar más de lo esperado (Ned), otros desaparecen (Phoebe), algún hilo queda suelto (el joven que, en los capítulos primero y noveno, intenta ligar con James) y algún detalle aparece para recordarnos lo absurdo e informe del conjunto (Ba, en el capítulo veintiuno, la señora en la casa de Keats, el cura en el tren, la gamba en el mantel).
Pero hay un detalle que Barbara Pym esconde en la novela para sus lectores fieles, y un cameo: en el capítulo nueve, el diplomático brasileño viene de No fond return of love para tomar un té junto a Leonora y Phoebe, que están a un par de mesas de distancia sin saberlo; y Pym herself aparece como la horrible Ba (toothy and ruddy) a modo de contraste con Leonora, en una escena que sería cómica si el conjunto lo fuera, pero que aquí parece una puñalada.
The sweet dove died podría ser una novela de Barbara Pym escrita por Henry James, si tal cosa existiera. O igual esto es un delirio: yo veo a James por todas partes.
_______
Fotografías de Henry Fox Talbot