Hoy nos toca estar en el otro lado. Si Pietà transcurría en los barrios bajos de Seúl, la última película de Im Sang-soo (que nos deslumbró con The Housemaid y de nuevo presente en competición en el festival de Cannes) nos lleva a los barrios más altos, los que rozan el cielo. En estos lugares hay tanta pasta que para hacernos una idea, la llenar la caja fuerte priva da de esta familia se imprimieron 100.000 falsos dólares para llegar a la coqueta suma de 7 y medio de adorables y relucientes billetes verdes.El cineasta recoge la más cruda y pornográfica actualidad de su país. Según sus declaraciones en Cannes el presidente actual coreano prometió a sus electores convertirles en tan ricos como él (hace falta valor para jurar eso) y lo que ha ocurrido es que sólo sus allegados se han enriquecido, mientras que la mayoría de la población ve su nivel de vida caer en picado, por el marasmo económico (que parece que sólo afecta a unos cuantos), la miseria económica, unas condiciones de trabajo cada vez más abusivas (justificadas por una situación que se suponía temporal y que ya va para 5 años) y un paro galopante. Menos mal que eso sólo ocurre en Corea del Sur.El director ofrece su agudo sentido de la observación de una sociedad que, lanzada en la carrera de un consumo sin límites, va aceptando la idea de que nos sólo se puede utilizar bienes y servicios sino también personas, sus mentes, sus cuerpos. No hay fronteras en el deseo de poseer.Para contar esta historia, por desgracia nada original (aunque no está nada mal recordar ciertos principios básicos de comportamientos en sociedad, que suelen pasar al olvido con una espectacular frecuencia), Im Sang-soo filma las mansiones con una luz metalizada, unos reflejos fríos, como los sentimientos de sus protagonistas, y un exquisito gusto por la composición.Im Sang-soo, cineasta estilizado, sabe elegir el elenco de sus películas con la lógica y belleza que caracterizan sus puestas en escena. Todos pero, en especial, el trío protagonista están de quitar el hipo. Yon-Shink Baek, el afortunado patriarca con sueños de humildad; Yun Yeo-Jung, la actriz fetiche de los años 70 del cineasta Kim Ki-Young, que con sus 65 añitos continúa con su presencia hipnótica y no duda en lanzarse en sus escarceos eróticos (y bien que pueda además) como una joven de 20 añitos y un prometedor Kim Kang-Woo resultan tan estéticos e inquietantes como las obras de arte que decoran la mansión.Este joven secretario de la familia Baek, propietarios de un imperio industrial, se pasea entre las ambiciones, necesidades y frustraciones de una familia al borde un ataque de nervios accionarial. En un mundo en que todos y todo se puede adquirir, es sólo una cuestión de tiempo, que alguien le ponga la etiqueta roja de comprado. La pregunta es: quién y, sobre todo, a qué precio.