La música se convirtió en una fotografía en blanco y negro. Una trago de fama efímera. George solía contarle desde pequeño a su hijo sobre su andadura en la música, fomentándole su interés en la guitarra. Matthew (para quien Telstar no significaba nada, poco más que arqueología musical) tomó buena nota de las anécdotas y consejos de su padre. Años después la banda de Matthew, Muse, llenaría estadios y vendería millones de discos. Dos fueron las recomendaciones del viejo Bellamy para el joven Bellamy: Primero, cuidar las cuentas. Estar encima de los managers, no creerse las promesas tipo ‘el cheque está en el correo’. El segundo fue de carácter más íntimo. Según Matthew “Él solo disfrutó del éxito dos o tres años. Voy a decirlo eufemísticamente; según mi padre, no debía desaprovechar ninguna oportunidad de tener conocimiento carnal con cualquier persona interesada por mi música”.
Quizás el bueno de George se vea a sí mismo en Matthew. Es más que probable que su memoria remonte hasta comienzos de esa década prodigiosa. Ese otro Bellamy también fue una estrella. Fugaz.
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